La endemia al final del pandemónium

La endemia al final del pandemónium

La conciencia de nuestra vulnerabilidad y la responsabilidad con la de los demás son algunas de las herencias positivas de la experiencia trágica de esta pandemia.

Un grupo de sanitarios en el Hospital Universitario La Paz de Madrid.Marcos del Mazo via Getty Images

La séptima ola, en caso de que ya estuviéramos en ella, ya no tiene el mismo significado gracias a la vacunación y a la inmunidad natural. Aunque todavía sea preciso proteger a los más vulnerables, tanto desde el punto de vista sanitario como también social, por eso los ciudadanos siguen mostrándose prudentes y dando con ello lecciones de responsabilidad, como han hecho a lo largo de toda la pandemia. En especial en solidaridad con los ancianos y los enfermos. En resumen, conciencia de la vulnerabilidad y la responsabilidad son algunas de las herencias positivas de la experiencia trágica de la pandemia.

Mientras tanto, hemos sabido que las cifras oficiales de fallecidos hasta ahora conocidas a consecuencia de la pandemia, en realidad se multiplican por tres hasta alcanzar los más de dieciséis millones, en particular con el incremento en Rusia e India. Unas cifras que resultan escalofriantes.

Dentro de nuestras fronteras, la pandemia se ha transformado en una endemia silenciosa, con repercusiones fundamentalmente entre los más vulnerables, bien con riesgos y complicaciones de salud como en personas mayores, pero aún más insidiosa entre las personas que acumulan además factores sociales de riesgo y que no tienen la protección económica y social ni la capacidad de disponer del acceso a la atención sanitaria del resto de la sociedad.

Sin embargo, la conciencia de esta desigualdad y de los determinantes sociales, ambientales y de género que han discriminado a los sectores y clases sociales que más han sufrido la pandemia, todavía sigue manteniéndose en un segundo plano. Por eso, en los países ricos se discute la administración de la cuarta dosis a los mayores de ochenta años, sin que haya evidencias de una mejora de la protección, y apenas llega a poco más del diez por ciento quien tiene la primera dosis de una vacuna en los países africanos.

La pandemia se ha transformado en una endemia silenciosa, con repercusiones fundamentalmente entre los más vulnerables

En todo caso, sabemos que lo esencial en el descenso de la mortalidad entre nosotros y en los países desarrollados es la inmunidad y el alto porcentaje de vacunación, a lo que la mascarilla también ha contribuido reduciendo la incidencia de la enfermedad y favoreciendo que ésta sea menos grave.

Maniqueos

Sin embargo, en actitud de rebeldía con todos estos datos, el maniqueísmo sigue campando entre nosotros. Entre los relatos del cerocovid y de los expertos mediáticos y el relato negacionista. Los negacionistas que todavía dudan de la existencia de la pandemia y de la utilidad de las medidas, incluidas las vacunas, inasequibles al desaliento de la realidad, incluido el relato vergonzante de la libertad de las terrazas de la Comunidad de Madrid. La libertad de las terrazas, que resume el menosprecio de la vejez y de la salud pública en las abultadas cifras del retroceso en la esperanza de vida y la sobre mortalidad.

Otros, los expertos dogmáticos que consideran que las decisiones de las autoridades son siempre equivocadas y les acusan de despreciar las evidencias científicas. Las medidas siempre son para ellos tardías e insuficientes, y cuando éstas se relajan siempre es demasiado pronto. Algunos de ellos todavía miran con simpatía a China y sus soluciones drásticas de confinamiento dentro de la estrategia de covid cero. Sin embargo, esa visión dogmática se mantiene obsesivamente en la nostalgia de las restricciones y las medidas clásicas de salud pública, sin tener en cuenta sus implicaciones económicas, pero sobre todo sociales y psicológicas. A todo esto se suma, junto a la infodemia digital de los maniqueos, la polarización populista y la antipolítica. Las otras pandemias que se reproducen en cada ola y ante cada medida.

En medio de la incertidumbre y de esta infodemia, se han visto obligadas a bregar la política sanitaria, la salud pública y la gestión modesta de la política, frente a la resistencia del populismo y de la antipolítica.

El problema ahora es la guerra, pero sobre todo sus repercusiones en la inflación de precios y por otra parte el asunto de las escuchas con el programa Pegasus, propio de la sociedad digital. Como en la pandemia, hemos pasado por las mismas fases: primero con la incredulidad, luego respondimos con la negación y más tarde con la búsqueda de culpables, finalmente con la negociación, la aceptación y el cansancio, para ahora finalmente recurrir al mecanismo de defensa del olvido. Un riesgo añadido que no nos podemos permitir con respecto al impacto de la endemia entre los más vulnerables y entre los más pobres y excluidos.

En medio de la incertidumbre y de esta infodemia, se han visto obligadas a bregar la política sanitaria, la salud pública y la gestión modesta de la política, frente a la resistencia del populismo y de la antipolítica

Hoy estamos entre la estrategia de control en Europa, la de erradicación en China y la desprotección de los países empobrecidos.

En España se aprueba ahora el nuevo sistema de vigilancia epidemiológica y en los próximos meses está prevista la puesta en marcha de la agencia de salud pública.

La sindemia y la reivindicación de la política

Por eso es preciso un nuevo enfoque de la pandemia, no solo como crisis de salud pública y sanitaria, sino también como una crisis social y política de carácter global.

Una sindemia, entendida como suma de la pandemia vírica, de riesgos y enfermedades crónicas y de determinantes sociales, así como de populismo e infodemia. Un camino que va de la transformación de la zoonosis en pandemia, las consecuencias del confinamiento, la situación de la asistencia sanitaria y social y hasta la actual desigualdad en la vacunación.

Salimos con más desigualdad, más pobreza y más enfermedad. También con más responsabilidad con los vulnerables. A lo largo de él tampoco hemos sido todos iguales ni salimos en iguales condiciones.

Por eso la importancia de la ciencia y de la investigación, de la gobernanza de la OMS, del acceso universal a la sanidad pública y en resumen de la importancia de la política frente a las catástrofes y la incertidumbre. También un aviso sobre el error que supone entrar en contradicciones como la mera nacionalización de la gestión de las pandemias sin la prioridad de avanzar con un Tratado de Pandemias en una gobernanza global. Y asimismo la reivindicación de la gestión de las democracias, la política y del Estado social frente a la pandemia, las desigualdades y la vulnerabilidad.

En transición

Todo en el momento de transición de la sociedad productiva a la de consumo digital. Del control externo a la exposición voluntaria. En la transición entre la medicina tecnológica en sede hospitalaria al coaching, la medicina personalizada, la genómica y la robótica, dejando relegada la salud comunitaria.

La pandemia ha provocado la vuelta a las medidas de confinamiento y distanciamiento analógicas y al tiempo la aceleración digital en el trabajo, la educación y la medicina. Ahora con el vértigo de la sociofobia a la salida de la pandemia.

Una sindemia, entendida como suma de la pandemia vírica, de riesgos y enfermedades crónicas y de determinantes sociales, así como de populismo e infodemia

Una transición también de la política tradicional al populismo, como política de la sociedad digital. Entre las incertidumbres de la política tradicional y la simplificación y la falsa seguridad del populismo.

Lecciones

La pandemia de gripe de 1918 fue el origen de los primeros departamentos de sanidad y después, junto a la tragedia de la segunda guerra mundial, influyó en las primeras medidas del actual estado del bienestar. La actual pandemia de la covid19, por lo pronto, ha impulsado la responsabilidad y la conciencia de la vulnerabilidad. Entre otras la importancia de la gobernanza global de la salud pública y de la universalidad de los sistemas sanitarios y de la importancia de los servicios sociales, pero en menor medida sobre la necesidad de reducir las desigualdades. Algunos datos de lo más negativo han sido la resistencia a la liberación de las patentes de las vacunas y de los medicamentos y en otro plano  el recurso a la autoprotección del incremento en las pólizas privadas.

Entre las prioridades sociales a desarrollar a corto plazo para la protección a los más vulnerables, al final de la pandemia y en el inicio de la endemia, estarían la ampliación del ingreso mínimo vital, las medidas frente al sinhogarismo, la pobreza habitacional y energética y de mejora de la calidad del empleo.

En materia sanitaria la prioridad sería mejorar la accesibilidad y la calidad de la atención sanitaria en los colectivos y edades más vulnerables.

Para ello se trata de fortalecer la vigilancia de salud pública y la atención primaria en sus tareas de prevención, agencia de casos y el especial el control de crónicos, los cuidados y el envejecimiento activo.

Algo similar ocurre en relación a la salud mental, en particular con la prevención y rehabilitación de los trastornos mentales más graves.

También hay que iniciar el proceso de cambio del modelo residencial, en las condiciones de habitabilidad y en la profesionalidad de la atención y el cuidado de los ancianos.

En perspectiva, significa responder a los retos de la gobernanza de salud pública y de la universalidad y la equidad sanitarias en el marco de la agenda 2030.  Las políticas de salud y la sanidad como bien público y no como mercado.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Médico de formación, fue Coordinador General de Izquierda Unida hasta 2008, diputado por Asturias y Madrid en las Cortes Generales de 2000 a 2015.