La exitosa estrategia de Mohamed VI para chantajear a España

La exitosa estrategia de Mohamed VI para chantajear a España

No es nuevo: el rey de Marruecos se enfada y toma represalias. Sabe que puede presionar si toca un tema tan sensible como la inmigración. Le rinde.

Mohamed VI, en noviembre de 2018, inaugurando una estación de tren en Rabat.FADEL SENNA via Getty Images

Que Marruecos presione a España usando la inmigración sin contemplaciones no es nuevo. Que lo haga con la magnitud de lo visto en Ceuta, sí. Quien da la orden de abrir las fronteras o la refrena es su rey, Mohamed VI, un monarca que también rige el país, enormemente rico e influyente, disperso y hasta escurridizo -nadie sabe nunca dónde está realmente-, pero que responde si se siente molesto, ofendido o poco respaldado, y que también lanza avisos preventivos para que nadie olvide que está ahí.

Dicen los analistas que una llamada de su homólogo español, Felipe VI, podría calmar los ánimos, pero es un gesto que ha de autorizar La Moncloa. Y, de hacerlo, supondría apenas un bálsamo temporal para aplacar su descontento con España. Ya no son los tiempos en que los padres se ambos se llamaban hermanos.

El monarca está crecido. Un poco forzado por la pandemia, un poco arrastrado por las críticas imposibles de acallar sobre sus estancias en el extranjero, sus ausencias en momentos importantes, su vida de lujo, ha regresado a casa, instalarse en un nuevo palacio y tomar algunas decisiones. No le ha ido mal en el control del coronavirus -se vacunó el primero, tras negociar viales con Reino Unido, India y China- y cuenta, sobre todo, con un enorme refuerzo internacional: EEUU, a punto de acabar el mandato de Donald Trump, reconoció la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental, después de que el rey accediera a reanudar sus relaciones diplomáticas con Israel. Joe Biden, el nuevo presidente norteamericano, no ha desmentido aquellas palabras, sino que además envía a su secretario de Estado a ensalzar sus buenas relaciones con Rabat.

Así que fuerte, y tenso como está con Madrid, ha aprovechado el internamiento humanitario en Logroño del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, para dar un puñetazo sobre el tablero. Sabe que si manda a los inmigrantes por delante logra mejores y más rápidos resultados que si amenaza con tocar la cooperación en materia antiterrorista o en narcotráfico. Es más sensible en la opinión pública y es un drama que, al contrario que los otros, no baja en intensidad ni con la covid-19.

Como explica Eduard Soler Lecha, investigador senior del CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs), Mohamed VI “no es un rey que rinde cuentas al Gobierno o al parlamento”, nada que ver con monarquías parlamentarias o constitucionales. “El rey está en la cúspide del poder político en Marruecos. No es en sí el concepto de gobernar, de legislar, pero sí que tiene liderazgo y dirección política. Todo pasa por él”, resume. Por eso, “sería descabellado pensar que alguien en Marruecos se atreve a generar una crisis de estas dimensiones con España sin que el rey dé su visto bueno”.

Ha habido avisos y confirmaciones explícitas, dice el analista, de que lo ocurrido no es “un accidente”. Cita las advertencias del ministro de Exterioresm que habló de “decepción” al conocer el ingreso de Gali, o de la embajadora en Madrid, que literalmente dijo: “Hay actos que tienen consecuencias y se tienen que asumir”. “No es cosa de un gobernador o un jefe de la gendarmería en la frontera, es una operación o una maniobra de estado, y por tanto, en un país donde el rey tiene tanto poder e impulso en temas fundamentales, sería inaudito pensar que Palacio no ha dado su visto bueno”, concluye.

Las cosas “no están bien”

“Las cosas deberían estar bien, pero no están bien”, reconoce con sencillez un diplomático español con años de experiencia en Marruecos y amplia trayectoria en el mundo árabe consultado por El HuffPost. Reconoce que en el pasado ya se mandado “hasta un millar” de migrantes para generar dolores de cabeza a España (desde Tánger, en 2014, y varios cientos cada vez que hay cambios en La Moncloa, como recordatorio), pero ahora “se ha ido mucho más allá, porque el poso de desconfianza es grande”.

Y enumera los desencuentros: es tradición que los presidentes hagan su primer viaje oficial a Marruecos, pero Pedro Sánchez no lo ha hecho así y, de hecho, las visitas cruzadas se han ido aplazando; no hay cumbres bilaterales desde 2015; y hay reproches eternos a Madrid porque, como potencia administradora, no toma partido por Rabat respecto a su poder sobre el Sahara e incluso habla más con Argelia, el otro implicado y que alberga los campos de refugiados saharauis.

Hubo un choque “feo” cuando Rabat se atribuyó como propias aguas que eran de las Islas Canarias, un regalo al Gobierno recién parido de PSOE y Unidas Podemos, en enero de 2020. “Eso, obviamente, sin contar con las disputas territoriales de fondo, que siempre están presentes”, que además del Sáhara son Ceuta, Melilla o las Chafarinas, apunta. “Les gustaría, a veces, una posición aún más amigable en los temas que les preocupan por nuestra parte, pero España tiene soberanía, sus intereses y sus apuestas”, ahonda.

Soler Lecha remarca, más allá de todo ello, que “lo más determinante” para abrir la frontera en Ceuta ha sido “lo que Marruecos percibe como una acumulación de agravios de España sobre el Sahara occidental, porque el tema se ha situado más fuerte en la agenda, porque ha habido el fin del alto el fuego, y por el factor Trump”.

“Marruecos espera que España su política a mejor para con ellos, pero no sólo no se produce ese giro, sino que después toma como una afrenta el ingreso del líder del Polisario en un hospital español. Rabat ha tenido la sensación de que tenía que decir basta, dar con el puño sobre la mesa, y lo ha hecho en el punto donde a España más le puede doler, en la inmigración, porque es muy sensible”, añade el también profesor.

  Felipe VI y Mohamed VI, juntos en Rabat, en febrero de 2019. STRINGER via Getty Images

Negociar con Mohamed VI no es negociar con un Gobierno normal y democrático como el español. Lleva otro cauce. ¿Y si España hubiera informado de que acogía al líder del Polisario? ¿Se hubiera enfadado menos Rabat, teniendo en cuenta que no es el primer mandatario saharaui atendido en nuestro país? “Puede”, concede, por su parte el diplomático español, pero recuerda que Marruecos tampoco da “señas” de todo a España. “Nadie avisó de lo que hicieron con las aguas de Canarias, nadie avisó de que cerraban la aduana comercian en Melilla...”, ejemplifica. Y como no hablamos de una democracia, pues ni los cauces de queja ni las reacciones son las propias entre los estados parejos.

Tampoco le gusta al rey alauí, en lo más personal, que la Guardia Civil le dé el alto cuando va en su moto de agua demasiado cerca de Ceuta -tiene un palacio a 15 kilómetros, en Rincón-. El episodio ocurrió en 2014. Lo confundieron con un traficante de drogas y hubo llamada de queja a Felipe VI. El pasado verano dobló la apuesta y se paseó en lancha por playas de la ciudad autónoma. Nadie se lo reprochó, pese a lo sensible del gesto.

España no responde igual. De hecho, el mismo martes, día negro en Ceuta, el Consejo de Ministros aprobaba otros 30 millones de euros para la gendarmería de fronteras, en su despliegue contra la inmigración ilegal. Mismo cuerpo que ha recibido recientemente todoterrenos para patrullar, por parte de Madrid. Marruecos es el tercer país de fuera de la Unión Europea (UE) que más dinero recibe de Bruselas, precisamente para hacer de tapón de la inmigración, siguiendo el modelo turco. Por eso es importante ver cómo reaccionará Europa ante esta crisis, por si la petición de cuentas le sale cara al rey. En España, sólo el líder de Más País, Íñigo Errejón, ha dado el paso de pedir sanciones contra Mohamed VI por su comportamiento.

Sobre las no denuncias de violaciones de derechos humanos por parte de Rabat, la queja es vieja por parte de organizaciones internacionales y ONG. España en eso no se mete.

El resorte interno

Un alto funcionario de la Junta de Andalucía, en permanente contacto con Marruecos, pone el acento no sólo en los roces entre las dos naciones, sino en los problemas internos que tiene Mohamed VI. “No es un motivo pequeño, Marruecos está cansado”, explica. Desviar el foco de atención y buscar un adversario externo a veces funciona, viene a decir.

“Por el coronavirus o porque parece muy local, quizá no llega a España, pero en sus calles hay movimiento constante, hasta donde se pueden mostrar, obviamente. Hay manifestaciones y quejas de sectores muy diversos, como los maestros o los agricultores. Hay tensiones en la frontera con las porteadoras y está creciendo el movimiento estudiantil”, indica.“Por eso, lo del Polisario a lo mejor no hace tanto ruido en otro momento; los tiempos son esenciales”, sostiene. No quiere hablar de falta de libertades ni de régimen, pero asume que “la política no parece dar respuesta a todo” lo que la sociedad marroquí demanda. De ahí las enormes ansias de emigrar, usadas ahora como arma arrojadiza.

Para Soler Lecha, el experto del CIDOB, ese resorte interno puede ser “importante”, pero no lo considera “coadyuvante, el desencadenante” de lo ocurrido en Ceuta. La inquietud social viene incluso desde antes de la crisis del coronavirus, argumenta, como se vio con protestas como las de Alhucemas (2017). Lo que añade de nuevo es cómo esta crisis humanitaria ha coincidido de forma “interesante” con la Operación Guardián de los Muros de Israel contra Gaza. Marruecos, explica, es uno de los pocos países árabes que han aceptado normalizar sus relaciones con Israel, un restablecimiento que está “conectado con el tema del Sahara”, pese a que “la población marroquí que sigue siendo claramente propalestina”.

Crisis, desesperanza, precariedad en Marruecos, que contrasta con los 5.000 millones de euros de riqueza personal que se le calculan a Mohamed VI (mayor que el de Isabel II), heredada de su padre, el rey Hassan, y ampliada con los años gracias a inversiones inmobiliarias, propiedades del sector de lujo (hoteles incluidos), bancos, aseguradoras y hasta una cadena de supermercados. Su riqueza es proporcional a su influencia, que se extiende a hombres de negocios y a estados. Francia, la antigua colonia, por ejemplo.

Esta situación lleva a pensar en un verano intenso, con posibilidad de nuevas provocaciones. Por eso se hará esencial una intensa labor de diplomacia entre los gobiernos y los monarcas hermanos.