La gran paradoja de la cultura estadounidense

La gran paradoja de la cultura estadounidense

A pocos ciudadanos en el mundo les cuesta más penetrar en las culturas ajenas que a los norteamericanos. Y no se trata solo de lo que podríamos llamar clases populares, sino también buena parte de la gente más educada o las élites.

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Foto: ISTOCK

Nadie discute que la hegemonía de EEUU se sustenta, entre otras cosas, en su capacidad para seguir atrayendo gente de todo el mundo que en un tiempo relativamente corto se sienten parte de la sociedad estadounidense. Es una idea tan obvia que no hace falta dar ejemplos. Con o sin Donald Trump, la sociedad estadounidense es y seguirá siendo la más integradora del mundo y su modelo no es tan fácil de imitar como a muchos les gustaría.

Sin embargo, al mismo tiempo, a pocos ciudadanos en el mundo les cuesta más penetrar en las culturas ajenas que a los norteamericanos. Entender otras sociedades, conocer su cultura popular, su política o sus escritores. Más allá de los susodichos restaurantes de comida étnica que proliferan por doquier, el estadounidense medio, y no tan medio, se sigue inyectando por vía intravenosa fundamentalmente cultura norteamericana o anglosajona en el mejor de los casos. Uno no tiene más que poner la televisión o entrar en cualquier librería para darse cuenta.

Podría decirse que, si bien la sociedad de los Estados Unidos ha sido un gran ejemplo de integración y de tolerancia, al menos en comparación con el resto del mundo, no lo ha sido tanto de eso que se denomina "abrazar otras culturas", to embrace other cultures). Es decir, tener interés por lo que pasa en otros países más allá del gran evento de turno. Y este es un aspecto en el que la sociedad estadounidense se diferencia de otras en que no son solo las que podríamos llamar clases populares las que no se interesan por lo que pasa fuera, sino también buena parte de la gente más educada o las élites las que tienen problemas entender la perspectiva que tienen del mundo en países más pequeños con un déficit crónico de atención.

Y no faltan recursos ni atención al problema: clases de comunicación intercultural en todos los curricula, oportunidades a mansalva para ayudar en países en vías de desarrollo a través de organizaciones como U.S Peace Corp, becas Fullbright, programas para enseñar inglés en el extranjero y un larguísimo etcétera.

En muchos sentidos, se olvida lo más importante. La enseñanza de lenguas extranjeras. Pocas situaciones ponen a una persona en una situación más vulnerable que tener que hablar en una lengua que no es la suya y no domina. Incluso el más poderoso se siente frágil, inferior en cierto modo.

Tanto o más importante que recibir un curso estándar sobre taxonomías culturales es hacer sentir a la gente esa vulnerabilidad, que también es la capacidad de ver y sentir el mundo a través de otros ojos, ya que las lenguas son formas de entender el mundo.

Hasta que esto no cambie, Estados Unidos seguirá siendo una sociedad paradójica: hospitalaria y ombligista al mismo tiempo, en la que sus ciudadanos tienen evidentes dificultades para relacionarse con gente de otras culturas fuera de un ambiente transaccional.