La guerra comercial: una amenaza a largo plazo

La guerra comercial: una amenaza a largo plazo

Billetes de dólar y yuan. Dilok Klaisataporn via Getty Images

Desde hace poco más de un mes, la guerra comercial ha vuelto a la agenda económica global, inundando las portadas de los principales medios económicos, así como las cabezas de todos los analistas que, día tras día, seguimos el tortuoso escenario de negociaciones entre China y Estados Unidos. La guerra comercial sacude nuevamente las economías en el peor escenario posible.

El escenario económico, que ya de por sí mostraba una mayor pronunciación en la ralentización que están sufriendo las economías a nivel global y de forma generalizada, es bastante delicado. Las economías están cada vez más agotadas en un contexto donde el consenso de analistas apunta a un fin de ciclo expansivo en las economías desarrolladas. A esto debemos sumarle el deterioro que, desde comienzos del año pasado, vive el balance de riesgos a nivel global.

La economía, según las perspectivas que hacen públicas los principales organismos económicos, así como autoridades centrales de cada bloque, muestra una pronunciada ralentización en los principales indicadores adelantados. Las macromagnitudes que muestran, o mejor dicho, anticipan el rumbo que tomará la economía, comienzan a desviarse en el segundo trimestre y las alarmas ya comienzan a sonar en determinados despachos.

Christine Lagarde, presidenta del Fondo Monetario Internacional (por sus siglas FMI) ya ha manifestado la necesidad de un acuerdo que acaba por enterrar las tensiones que diversos bloques económicos mantienen y dañan las economías. De hecho, la propia presidenta ha hecho hincapié en que la ralentización que está viviendo el comercio global podría significar un lastre para la recuperación económica.

El mismo Warren Buffet, presidente del Fondo Berkshire Hathaway y uno de los mayores y más conocidos inversores a nivel global tampoco ha tardado en manifestarse en contra de la guerra comercial iniciada por los Estados Unidos. En economías cada vez más interdependientes y globalizadas, una guerra comercial solo lastraría el crecimiento de uno de los mayores aportes al crecimiento económico mundial.

Y es que, el comercio global, como fenómeno, significa un gran aporte a los crecimientos económicos que experimentan muchas economías. Las economías emergentes, muchas de ellas, mantienen sus crecimientos muy supeditados al crecimiento del comercio global. Algunas de las desarrolladas, China o Alemania, dos de las economías más potentes del mundo, poseen una gran parte de su PIB supeditado al comercio, por lo que una ralentización en el mismo significaría un lastre para ellas.

Las ofensivas arancelarias entre los principales países que integran el comercio global no dejan de sucederse.

El comercio global no ha dejado de incrementarse año tras año. Un crecimientos que, ante el nuevo escenario planteado, la Organización Mundial del Comercio ha manifestado que comenzarían a desacelerarse, significando un menor dinamismo en los crecimientos de determinadas economías.

Las ofensivas arancelarias entre los principales países que integran el comercio global no dejan de sucederse, aunque cabe recalcar que el mayor porcentaje de ellas vienen precedidas e impulsadas por Estados Unidos y sus ataques arancelarios al resto de bloques económicos. Unos ataques que el resto de bloques castigan, respondiendo a Washington con mayores incrementos arancelarios para productos de origen norteamericano.

Las últimas ofensas lanzadas por Estados Unidos y China han sembrado el caos en el sector tecnológico. Apple, Huawey, entre otras grandes compañías tecnológicas, ya sufren los efectos de la guerra comercial, trasladándose en sobrecostes y en un entorno muy poco propicio para la actividad económica que estas empresas realizan diariamente. Las barreras comerciales están, como hemos visto en el caso de Apple, alterando las cadenas de suministro a nivel global, lo que puede provocar una ralentización en la expansión de las nuevas tecnologías.

A esto debemos sumarle los sobrecostes que de los aranceles y las barreras de entrada, impuestas por ambos países, a los consumidores. Una razón por la que el Fondo Monetario Internacional ha advertido de la importancia de esto es que los grandes perdedores de la guerra comercial son los consumidores, pues los costes que deben afrontar son mayores a raíz de las tasas arancelarias. Este incremento podría derivar en una ralentización en el consumo, dañando así aún más las economías.

No podemos saber el desenlace de las negociaciones entre Estados Unidos y Chin.

Hasta ahora, el presidente Donald Trump había avisado que las negociaciones entre China y Estados Unidos estaban muy cerca de un tratado de acuerdo. Con el paso de las semanas, el discurso sufrió modificaciones, en las que Trump advertía que las negociaciones seguían en pie, pese a incrementar en más de 200.000 millones de dólares los aranceles a productos chinos. Ante la respuesta de China, incrementando los aranceles a los productos americanos en 60.000 millones, el Trump ha vuelto a manifestarse, esta vez para decir que Estados Unidos no está preparado para cerrar un acuerdo comercial con China.

Estas declaraciones que, como hemos podido observar, han ido modificándose, provocando escenarios cada vez peores que siguen amenazando la economía mundial. Una economía que, aunque los focos estén en las negociaciones entre los dos principales bloques económicos del mundo, sigue expuesta a otros riesgos como el Brexit o la elevada deuda que presentan los principales países. Todo eso sin olvidar la ralentización económica, que amenaza, ante la desaceleración de los principales indicadores adelantados, con una recesión global.

No podemos saber, de forma exacta, el desenlace de las negociaciones entre ambas economías. No obstante, sí podemos afirmar, y con cierto grado de exactitud, que el bloqueo comercial sostenido en el medio/largo plazo tendrá unos efectos muy negativos en la economía global. El comercio necesita una liberalización que permita, nuevamente, las transacciones a nivel global. La competitividad de las empresas en un entorno global es cada vez mayor y el dinamismo de la economía, en un contexto activado y en el que los flujos de capital se dan de forma continuada, podría verse nuevamente impulsado.

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