La historia de Maite Zugarrondo: la imposibilidad de ser madre y deportista de élite a la vez
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La historia de Maite Zugarrondo: la imposibilidad de ser madre y deportista de élite a la vez

La jugadora de balonmano del Bera Bera deja la alta competición para hacerse cargo de sus dos sobrinas. No puede conciliar.

Agencia EFE

Maite, Nora y Aroa dejarán pronto Gipuzkoa para empezar una nueva vida en Pamplona. Fue allí, en Navarra, donde Maite cogió por primera vez una pelota de balonmano. Tenía diez años. Dos décadas después regresa tras ganar en los últimos cinco años tres títulos de Liga, dos copas de la Reina y cuatro supercopas. Regresa con una nueva identidad: “Antes era Maite Zugarrondo, portera de balonmano; ahora, mi identidad son ellas [Nora y Aroa]. Soy una madre que busca una estabilidad y ser feliz”.

Zugarrondo ha vivido una vorágine desde que el pasado 17 de mayo hiciera pública su decisión de dejar el club con el que jugaba, el Bera Bera, para hacerse cargo de sus dos sobrinas. Probablemente, antes de ese día, mucha gente no la conocía, pero sus palabras dieron un golpe en la mesa que retumbó en todos los rincones del país: “Tengo en acogida a mis dos sobrinas y se me hace muy difícil conciliar mi vida de madre soltera con el balonmano a este nivel. Voy a buscar un futuro y una estabilidad para ellas; es lo mejor”.

El cómo ha pasado de ser una deportista de élite y uno de los nombres más destacados del balonmano femenino a toparse con la maternidad y convertirse en madre soltera no es fácil de explicar.

Zugarrondo comenzó a jugar a balonmano en las actividades extraescolares y, desde entonces, no ha parado de hacerlo. “Era un sueño, vas construyendo tu vida en base a él; vivía por y para el deporte, lo das todo y nunca sabes si vas a llegar”, explica a El HuffPost

Y ella llegó, subiendo escalón a escalón, desde el Anaitasuna de Pamplona, pasando por el Itxako y el Alcobendas, hasta el Bera Bera. El camino no fue fácil: “El deporte a máxima competición requiere mucha dedicación y sacrificio. Terminas dejando de lado muchas cosas; apartas el rol social, la formación la adaptas a un ritmo diferente al de los demás...”.

Lo que no esperaba era que su vida explosionara de la forma que lo hizo en 2017. “De la noche a la mañana pasé a estar al cargo de dos niñas, con sus mochilas emocionales a cuesta”, explica. Nora y Aroa, sus sobrinas, tenían entonces dos y cinco años y no estaban viviendo una situación fácil. Tanto es así, que los Servicios Sociales fueron los que intervinieron. “Entonces, yo ya estaba implicada en la situación, pero no imaginaba que podría ser la candidata para hacerme cargo de sus cuidados”, rememora Zurragondo. Contra todo pronóstico, Protección de Menores así lo determinó y las niñas pasaron a estar a su cargo.

“Perdí mi identidad, me dejé de sentir yo misma. Poco a poco te das cuenta de que tu rol ha cambiado y quizá mi verdadera identidad fuesen ellas. La vida te pone otros caminos, lo aceptas y te das cuenta de que también molan”, reafirma.

Antes era Maite Zugarrondo, portera de balonmano; ahora, mi identidad son ellas. Soy una madre que busca estabilidad y ser feliz

Psicológicamente no es fácil convertirte en madre en dos días. “Al principio da miedo”, reconoce la deportista, que tiene 30 años. Su acicate, cuenta, fue pensar que podría ser cierto que ella era la mejor opción para las niñas. “Estás llena de dudas pero a la vez estás segura de que quieres sacarlas adelante. Nunca me he arrepentido, incluso ha sido más fácil de lo que esperaba, ellas lo han hecho fácil, son maravillosas”, indica.

Estos dos años tampoco han sido fácil en lo profesional. En el laberinto de su vida, se vio perdida siendo mujer en un mundo de hombres –el deporte– y, más si cabe, madre soltera.

Cuando las niñas llegaron a su vida, la intención era intentar compatibilizar su carrera profesional con sus cuidados. Le planteó la situación al club, para el que solo tiene palabras de agradecimiento. Le facilitaron un piso para las tres y le dieron flexibilidad en los entrenamientos y desplazamientos. También, dice, recibió “mucha ayuda desinteresada” de vecinas que cuidaban a las niñas.

Pero, irremediablemente, el factor económico está ahí. “Nuestro sueldo en el club nos da para sobrevivir. Quizá si hubiera tenido una aportación económica extra, habría contratado a una persona para que las cuidara y no habría estado pensando cuando tenía que desplazarme para jugar si estaban bien o no. Quizá me habría ahorrado ese desgaste”, matiza.

El perfil que hace Zugarrondo de la mujer en el deporte es demoledor. “Tenemos que compatibilizar la práctica deportiva, indiferentemente de que sea de élite o no, con un trabajo”, explica. A ella le ofrecieron un empleo, pero ser madre soltera, deportista y tener un trabajo se antoja imposible.

“A las deportistas nos queda mucho por luchar, cada vez tenemos más repercusión mediática y eso nos está ayudando a avanzar y a despertar interés pero nos queda mucho por trabajar y mejorar, sobre todo el ámbito económico”, subraya. Según la agencia IEG, la inversión en patrocinios en competiciones y deportistas femeninas representa menos del 1% del gasto total. “Las deportistas no somos números, una estadísticas sino que tenemos nuestra mochila y necesitamos más apoyo, más reconocimiento, trabajos dignos”.

La mujer tienen implícito el rol del cuidado familiar. Una parte de mí deja el deporte para cuidar de ellas, dejo de desgastarme jugando para ser mejor madre

La situación en el deporte se suma al tradicional lastre que frena a las mujeres: “Hoy en día, la mujer tienen implícito el rol del cuidado familiar. Una parte de mí deja el deporte para cuidar de ellas, dejo de desgastarme jugando para ser mejor madre. Tenemos que dar un paso hacia delante y un golpe sobre la mesa. Se puede conciliar, se puede compaginar la maternidad y el deporte. Una jugadora en Dinamarca, por ejemplo, si se queda embarazada, en lugar de rescindirle el contrato le adaptan la práctica deportiva a sus necesidades y después siguen contando con ella o ofreciéndole una atención personalizada. Estamos a años luz de otros países”.

Por eso, ella tomó la decisión de dejarlo. “Volvemos a Pamplona, nos toca adaptarnos a una nueva ciudad, a una nueva casa, a un nuevo entorno y quiero estar más tiempo con ellas. Buscar una estabilidad y ser feliz”, cuenta esperanzada. Ya tiene un trabajo para empezar: coordinar la sección de balonmano del Colegio Maristas. Después de estas semanas de despedidas, de exposición mediática, está más tranquila y con ganas de emprender este nuevo camino y, entre tanto, no dudará un segundo en tomar la bandera, si en algún momento tiene la oportunidad de ser ejemplo o referente de mujer y deporte, aunque “es triste que sea por algo así”.

Cuando Nora y Aroa sean mayores quiere que lo vivido en estos días esté plasmado en algún lugar “y poder decirles que no renuncié a mi carrera por ellas sino que esto forma parte de nuestras vidas. Les diré que ellas hicieron un esfuerzo por estar conmigo y yo tenía que devolverles lo que me habían dado. Eso haré”.