¿La inteligencia es hereditaria?

¿La inteligencia es hereditaria?

La inteligencia de las personas no está ligada al tamaño del cerebro sino más probablemente al patrón de conexiones entre sus neuronas.

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La carga genética de las personas determina muchos aspectos relativos a la herencia, incluyendo el desarrollo del cerebro. Sin embargo, los genes que nos dan tan solo determinan un porcentaje relativo de lo que seremos en el futuro. ¿Se hereda también la inteligencia de los padres? En este artículo lo comentamos.

En la inteligencia, el tamaño no importa

En el concepto de “inteligencia” influyen muchos factores que no tienen que ver únicamente con la información de los cromosomas de los progenitores.

Por ejemplo, no hay evidencias que concluyan que la inteligencia tenga que ver con el tamaño del cerebro: ¿Sería entonces un elefante con un cerebro de 5 kilos más inteligente que el ser humano? El cerebro pesa aproximadamente 1,5 kg en el hombre adulto y un poco menos (aproximadamente 1,3 kg) en la mujer. Que el cerebro femenino sea algo más ligero no quiere decir que la mujer tenga menos “capacidad cerebral”, de hecho, el peso del cerebro no determina la inteligencia. 

Sin embargo, durante mucho tiempo se pensó que el peso influenciaba en la inteligencia, y se hablaba de la superioridad intelectual masculina. Así, Gustave Le Bon, sociólogo francés del siglo XIX, afirmaba que “En las razas más inteligentes, como entre los parisienses, existe un gran número de mujeres cuyos cerebros son de un tamaño más próximo al de los gorilas que al de los cerebros más desarrollados de los varones. Estos comentarios del pasado hoy en día nos hacen sonreír. 

La proporción del peso del cerebro respecto al total del cuerpo es muy similar entre hombres y mujeres. Comparado con el cerebro de una ballena o de un elefante, el peso del cerebro humano es aproximadamente tres veces más ligero, pero cuando lo comparamos con el peso total del cuerpo, resulta que el cerebro humano es muy pesado. Representa aproximadamente 2% del total del peso total de una persona, lo que significa que es más voluminoso en proporción que el resto de seres vivos. Seguramente, en algún momento de nuestra evolución optamos por un cuerpo menos musculoso o graso para conseguir un cerebro más grande y de mayor capacidad.

La inteligencia de las personas no está ligada al tamaño del cerebro sino más probablemente al patrón de conexiones entre sus neuronas. La inteligencia más brillante se basaría en circuitos más eficaces. “Mejor en lugar de más”. Ese patrón depende de la herencia genética, pero también son muy importantes las experiencias de cada individuo.

Tener más “materia gris” no equivale a tener más neuronas

En una investigación publicada en Nature se ha llegado a la conclusión de que la mayor cantidad de materia gris no se basa en tener más neuronas. Más bien, los cerebros de inteligencias superiores tendrían en realidad una conexión más eficiente entre las neuronas.

En el estudio participaron 260 personas que tenían que responder a la mayor velocidad una serie de preguntas razonadas. Al mismo tiempo, se analizaban los cerebros de las personas y sus conexiones entre las neuronas.

Los investigadores observaron que los que tenían mejores puntuaciones en los test eran aquellos que tenían menos ramificaciones entre las neuronas. Es decir, que la manera más rápida para resolver los problemas se debía a que se conseguía el camino más corto pero más eficaz. Se priorizaba la eficacia frente al esfuerzo.

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Pensar mejor gastando menos

El cerebro sale carísimo energéticamente hablando. Las neuronas son ávidas de oxígeno y glucosa. En proporción consumen al menos 10 veces más oxígeno y 60 veces más de glucosa de lo que les correspondería en el reparto con el resto del cuerpo.

Por consiguiente, la mayor eficiencia energética debería ser aquella que consigue una respuesta rápida y brillante usando la menor cantidad de actividad neuronal para reducir el gasto metabólico.

En este sentido, los cerebros de personas más inteligentes se esfuerzan menos y tienen una actividad metabólica más baja. En definitiva, las neuronas más inteligentes buscarían la conexión que reduzca los esfuerzos. Como explica el neurólogo Erhan Genç estudioso de este campo: “Los cerebros más inteligentes tienen una red más delgada pero más eficiente de neuronas”.

El contexto social es importante

En la capacidad cognitiva de cada uno influyen no solo aspectos genéticos (del padre y de la madre) durante el desarrollo del sistema nervioso, sino la alimentación, el medio ambiente en el que el infante se desarrolla, los estímulos que reciba, el aprendizaje, la situación del seno familiar, etc. (es decir, las componentes epigenéticas).

En este sentido, se ha demostrado que la descendencia tendrá una mejor disposición genética en futuras generaciones de acuerdo al cuidado maternal en los primeros años de vida.

En esta labor también influye el estilo de vida del padre. De hecho, algunos estudios sugieren efectuados en animales de experimentación sugieren que cuando los padres son físicamente más activos, la herencia tiene una mayor carga del “factor de crecimiento nervioso” lo que permitiría a la descendencia aprender tareas más rápidamente. Al menos, los ratoncitos así lo hacen. Este aspecto indicaría que la herencia del padre es por añadidura un parámetro de éxito reproductivo y de adaptación al medio ambiente en la capacidad mental.

Por último, no hay que olvidar que la inteligencia no es estática. El cerebro es cambiante, flexible, adaptativo y genuino. No hay dos cerebros iguales, ni siquiera un cerebro igual en la misma persona a lo largo de su vida.

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MOSTRAR BIOGRAFíA

Raquel Marín es neurocientífica y catedrática de Fisiología. Coordina el grupo de investigación de «Señalización celular en enfermedades neurodegenerativas», de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud, en la que también da clases. Estudió Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad Autónoma de Madrid, y fue allí donde se inició en la investigación médica. Máster y doctora en Biomedicina por la Universidad Laval de Quebec, sus tesis se centraron en investigar el sistema nervioso. Con posterioridad, y antes de llegar a La Laguna, trabajó en la Universidad Rockefeller de Nueva York. Investigadora de excelencia Ramón y Cajal durante cinco años, a lo largo de toda su carrera académica y profesional ha centrado su línea de investigación fundamentalmente en enfermedades neurodegenerativas asociadas al envejecimiento. Es autora de varias monografías y de casi un centenar de artículos científicos publicados en revistas internacionales referentes de su ámbito de estudio, ponente invitada en una treintena de congresos internacionales y conferenciante y divulgadora científica. Ha recibido el Premio a la Mujer Investigadora en Biomedicina en la Universidad Laval (Canadá), el Premio de Investigación Agustín de Bethencourt de la Fundación Caja Canarias, la Medalla Europea al Trabajo de Economía y Competitividad, y la Medalla de Honor del Instituto de Ciencias Forenses (Barcelona). En su página www.raquelmarin.net escribe un blog de divulgación sobre el cerebro, la nutrición y recetas neurosaludables. Dale vida a tu cerebro es su primer libro de divulgación, que tras cinco meses desde su publicación ha entrado en su 3ª edición.