La izquierda se vuelve a ilusionar

La izquierda se vuelve a ilusionar

La llegada de Errejón y el partido Más País han revigorizado a gran parte de la izquierda desencantada.

CARLOS PINA

El pasado junio Íñigo Errejón rechazaba de plano dar el paso a la política nacional. “No estamos preparados, no tenemos ni la infraestructura ni las personas. Llegará, el momento llegará, pero ahora no toca”, comentaba con convicción. 

No han pasado ni cien días y, parece, Errejón ya está preparado, cuenta con la infraestructura y tiene a las personas adecuadas para liderar Más País. No ha sido él quien ha pisado el acelerador: la convocatoria de nuevas elecciones ante la incapacidad de PSOE y Unidas Podemos de cerrar un pacto de Legislatura ha sido lo que le ha llevado a precipitar una estrategia que, decía allá por junio, no era más que un embrión, un deseo, una pulsión a la que le falta algo tan imprescindible como tiempo. 

Apelar al tiempo en política es como pedir que se juegue ‘con cabeza’ cuando vas perdiendo por un gol a un minuto de que acabe la final de la Champions. En una situación tan crítica lo que se necesita es arrojo, voluntad y ganas. Se puede perder —de hecho, casi siempre se acaba perdiendo—, pero nadie te podrá reprochar que no lo has intentado. Más País nace deprisa y corriendo, aún embrionario, pero con todo el apoyo de unos votantes desencantados, hastiados y con el peor de los sentimientos posibles: el de la orfandad. Porque el gran dilema de la gente de izquierdas en las últimas semanas no ha sido sólo si o votar o no el 10-N, sino sobre todo a quién. Y para qué.

La llegada de Errejón ha revigorizado a gran parte de la izquierda desencantada

Esa frustración es la que han inoculado en los últimos meses, con desesperante paciencia, PSOE y Unidas Podemos. Una frustración que ha derivado en orfandad —la de no sentirse representado por ninguno de los dos partidos—, indignación —un acuerdo, sólo se necesitaba un simple acuerdo— y orgullo herido —a mí no me vuelven a tomar el pelo—. Y, como colofón, la casi certeza de que la mejor opción el 10-N sería abstenerse como símbolo evidente de su rechazo a la inutilidad objetiva de la izquierda actual.

Al margen de que la ira se acaba mitigando con el paso de las semanas, lo cierto es que la llegada de Errejón ha revigorizado a gran parte de la izquierda desencantada. Se sabe que no va a gobernar, pero al menos es una tabla a la que aferrarse cuando el barco se está hundiendo y te encuentras desamparado en medio del mar. 

Errejón divide aún más, es cierto, a la izquierda. Pero desde hace muchos años esa izquierda —y la derecha— está atomizada en España. El problema no es que esté divida de forma, sino de fondo, y en ese escenario es donde Errejón puede actuar como pegamento que equilibre posturas tan contrapuestas como las que mantienen PSOE y Unidas Podemos. Más País nace a priori con esa idea de sumar, no restar: una suma común en la izquierda.

Errejón divide aún más, es cierto, a la izquierda. Pero desde hace muchos años esa izquierda está atomizada

Lo cierto es que su llegada, pese a que ahora no exista un solo analista que no diga que se veía venir desde hacía tiempo, ha cogido el paso cambiado a todos y ha puesto todas las estrategias patas arriba: ninguna de las últimas encuestas tiene el más mínimo valor prospectivo y, sobre todo, la irrupción de Más País cambia la hoja de ruta de la campaña electoral de todos los partidos.

Empeñarse en vender el relato que señale al culpable del fracaso en la investidura podría ser una idea aceptable hasta la semana pasada, pero carece del más mínimo valor ahora mismo. Porque si algo tiene Más País es la inocencia del recién nacido: ni se le puede acusar de no haber propiciado el acuerdo ni de haberlo dinamitado. Más Madrid es inocente del bloqueo político actual, e insistir en quién fue culpable y quién inocente es ya un ejercicio inane que sólo favorece a la formación de Errejón.

La realidad ha cambiado el paso a todos, incluido al propio líder de Más País. Este no era su momento pero no existe mejor momento para presentar su partido político. Como fuerza a la derecha de Unidas Podemos y a la izquierda de PSOE, se erige no tanto por su definición política sino por su capacidad de ilusionar a un electorado que en junio estaba tan frío como un cadáver. Esperanza y entusiasmo, las mismas premisas con las que Podemos revitalizó en 2014 a una sociedad aletargada.

Al fin y a la postre, pocas cosas hay más movilizadoras que la ilusión.