La moción del taxidermista

La moción del taxidermista

Los de Vox reivindican la vigencia del franquismo y por la primera propiedad transitiva añoran aquella dictadura.

Santiago Abascal, este miércoles en la moción de censura.Europa Press News via Getty Images

El surrealismo español va mucho más allá y acá del arte. Impregna también, y de manera muy profunda, la política nacional. La de España en conjunto y la de las comunidades autónomas. Quién en su sano juicio iba a pensar que una presidenta derechista madrileña iba a enarbolar la bandera victimista del nacionalismo populista más hipócrita, friki y superficial. Pues su nombre suena para más altas empresas, y pocas veces mejor dicho.

Santiago Abascal dijo desafiante en el hemiciclo del Congreso que este Gobierno, metafóricamente Frankestein, Rubalcaba dixit, era el peor de los últimos 80 (ochenta) años. Y se quedó tan Pancho, que viene de Francisco. Franco, of course. Restando 80 años a 2020, nos quedamos en 1940. Plena postguerra civil. Decenas de miles de civiles inocentes asesinados y tirados en las cunetas, en profundos pozos secos y simas (así en Canarias desaparecieron cientos) o fusilados y luego rematados con un tiro en la nuca. Miles de presos en campos de concentración que fueron saliendo —los que salieron— según los aliados iban derrotando a los nazis alemanes y a los fascistas italianos.

Confiesan abiertamente su condición de nostálgicos del (su) Caudillo y general superlativo (Generalísimo)

Los de Vox no solo dicen estas cosas, que no son extravagancia, sino maldad: reivindican la vigencia del franquismo y por la primera propiedad transitiva añoran aquella dictadura. Puro taxidermismo ideológico. El isleño Pedro Quevedo, médico de profesión, lo diagnosticó rápido: “Son unos fascistas”. ¿Se imaginan ustedes que quienes ofendiendo a la inteligencia se dicen parte del ‘centro derecha’ –por eso gobiernan en muchas regiones con el PP y Ciudadanos– pudieran poner de ejemplo de su ideología y compañeros de viaje a la tragedia a la derecha alemana, italiana o francesa?, ¿cabe imaginar siquiera que un demócrata alemán, italiano o francés dijera que sus gobiernos democráticos, a pesar de todos los pesares de las crisis, son los peores de los últimos ochenta años?, ¿que con Hitler, Mussolini o Petain se vivía mejor y era más segura la vida y más apacible la política?, ¿y que también los ciudadanos podían votar?

Hay muchos ejemplos en la historia en que las personas a veces se trastornan colectivamente llevadas al engaño en medio de la desesperación, que es una constante más o menos cíclica, por charlatanes vendedores de crecepelos o émulos del flautista de Hamelin. El mundo está asombrado y temeroso porque en Estados Unidos el loquinario y malvado presidente Trump ha creado un clima que algunos temen que anteceda a un conflicto civil. De hecho, muchos grandes analistas, periodistas y politólogos dicen que lo que pasa es que la Guerra de Secesión no ha terminado. ¿A qué me suena esto?

¿Cabe imaginar que un demócrata alemán, italiano o francés dijera que sus gobiernos democráticos son los peores de los últimos ochenta años?

Hay una foto reciente de Abascal con una mascarilla con el grito de guerra desperta ferro, entonado por los mercenarios almogávares al servicio de la Corona de Aragón, que no formaban parte del ejército regular, antes de las batallas. La traducción no necesita de traductores. Como la imagen de Ortega Smith disparando un fusil de asalto HK G36 el 29 de enero pasado en un campo de tiro militar, una iniciativa que  investiga el Ministerio de Defensa para “en su caso depurar posibles responsabilidades”.

Sí. Es lo que parece. Y según la navaja de Ockham “en igualdad de condiciones la explicación más sencilla suele ser la más probable”. Los dirigentes de la ultraderecha, que en su soberbia se han autoinculpado, no paran de darse ‘tiros en los pies’. No solo confiesan abiertamente su condición de nostálgicos del (su) caudillo y general superlativo (generalísimo) sino que con frecuencia incitan y tientan a los militares con la ’salvación de la patria’.

  Un transeúnte pasa junto a un grafiti antifascista en Atenas, Grecia, el lunes 30 de septiembre de 2013. ASSOCIATED PRESS

Los tribunales griegos han ilegalizado al partido de ultraderecha Amanecer Dorado, que se oxidó rápidamente tras su fulgurante aparición en plena crisis. En prisión sus principales líderes, fue declarada organización criminal por un asesinato y por su constante incitación al odio y la violencia. En Alemania, el Gobierno de Merkel ha ilegalizado en los últimos años a algunas organizaciones neonazis y, recientemente, ha disuelto una unidad de operaciones especiales de las Fuerzas Armadas al detectar la existencia en su seno de elementos de extrema derecha con armamento e intenciones contrarias a la Ley Fundamental.

“El nacionalismo es la guerra”, han proclamado al unísono Angela Merkel y Emmanuel Macron ante la aparición zombi de los fantasmas del pasado. El renacer del patrioterismo alcanforado de Vox (que me suena a aquella estrofa del Cara al Sol falangista de ”arriba escuadras a vencer/que en España empieza a amanecer” que amparaba a asesinos en sangrientas madrugadas), su antieuropeísmo, la añoranza de la autarquía en un mundo sin fronteras volver al Typical Spain Tenderete Fandango… es ir contracorriente de la historia.

Porque la historia nos enseña y recuerda cada día que la Europa unida, por el mercado común, ahora Unión Europea, y por la OTAN, ha vivido el periodo de paz, libertad y progreso más largo y rico de todos los tiempos. Igual que España: llevamos más años de democracia que de dictadura. Justo entonces asoma el aquelarre.

Abascal dice que defiende al rey y a la Constitución, frente al presidente del Gobierno al que acusa atacarlos. El pasado día 16, sin embargo, Felipe VI pidió en su discurso de entrega de los Premios Princesa de Asturias en Oviedo “un gran esfuerzo nacional de entendimiento y concordia”, y llamó a las instituciones a dar ejemplo. Les exhortó a actuar “con la máxima integridad y rectitud para que el interés nacional prevalezca”.

¿Prevalece el ánimo de concordia en la justificación de la moción de censura?

¿Prevalece el ánimo de concordia en la justificación de la moción de censura? El portavoz del PNV, Aitor Esteban, tuvo un gesto muy apropiado: utilizó solo un minuto para explicar su ‘no’. “Ideas simplonas y contradictorias”, resumió. Y dirigiéndose a la presidenta del Congreso le dijo que utilizara como quisiera los 29 minutos que le sobraban.

El valenciano Baldoví situó a Abascal ante su espejo: “¿Le confiaría usted a una persona como usted la gobernación del Estado?”, después de leerle un apresurado ridiculum vitae como vividor de la política.

Atención, tenemos un problema, y no hablo con Houston desde una nave espacial. La Constitución ‘de la Concordia’, se le llamó entonces en las Cortes, demuele los cimientos del régimen del 18 de julio. Como suele decirse, con pelos y señales. Es uno de esos artículos que no suelen leerse sobre todo por los deudos de la dictadura, por el ‘franquismo de la mesa camilla’, en la que todavía hay alguna vieja foto de un familiar recibido en audiencia en El Pardo. Hay gente, como un rector, que cuando disparataba sobre la autonomía de las universidades y el virreinato rectoral, que entendía al modo soberanista de Pujol, Mas, el 3 per cent, Puigdemont, Torra y compañía… le pregunté si no había leído el artículo 27.10 de la CE78 y la LOU y contestó que “por encima”. Le dije que lo importante no estaba encima ni debajo, sino dentro.

Pues dentro de la Constitución, al principio, al final y en medio, hay muchas cosas que se pasan por alto o se consideran calderilla. Está, por ejemplo, la disposición derogatoria que, entre otras leyes del franquismo, fundacionales o definitorias, deroga la de Principios Fundamentales del Movimiento, de 17 de mayo de 1968; el Fuero de los Españoles, de 17 de julio de 1945; el de Trabajo de 9 de marzo de 1938; la ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de 1947…”. “Asimismo –se añade como colofón– quedan derogadas cuantas disposiciones se opongan a lo establecido en esta Constitución”.

Hubo más esperpentos en la moción, como los discursos de algunos de los aliados de la investidura de Sánchez

Hubo más esperpentos en la moción, como los discursos de algunos de los aliados de la investidura de Pedro Sánchez, los herederos de ETA, que tras su derrota eligieron, a la fuerza ahorcan, la vía política; los separatistas catalanes, los gallegos, los sinuosos socios de Podemos… empeñados asimismo, son el otro extremo, en ignorar la Constitución. Vuelta y vira con la libertad de decidir, con la autodeterminación, los presos políticos que son en realidad políticos presos por rebelión o sedición, galgos o podencos, con la falta de libertades, mientras desde la libertad hablaban libremente…

Creo que están engañados. Que no han asumido su papel meramente instrumental para el sanchismo. El PSOE no va a renunciar a la E de España. Porque si una parte renuncia la otra se la queda. Esa ‘E’ es la cruz de la derecha. ¿Cómo va a ser antiespañol el único partido que conserva en estos tiempos excéntricos, triviales y de un relativismo crónico destructivo e infantiloide la ‘E’ de España?

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Empezó dirigiendo una revista escolar en la década de los 60 y terminó su carrera profesional como director del periódico La Provincia. Pasó por todos los peldaños de la redacción: colaborador, redactor, jefe de sección, redactor jefe, subdirector, director adjunto, director... En su mochila cuenta con variadas experiencias; también ha colaborado en programas de radio y ha sido un habitual de tertulias radiofónicas y debates de televisión. Conferenciante habitual, especializado en temas de urbanismo y paisaje, defensa y seguridad y relaciones internacionales, ha publicado ocho libros. Tiene la Encomienda de la Orden del Mérito Civil.