La nueva diplomacia de Sánchez

La nueva diplomacia de Sánchez

Moncloa busque un enfoque económico que calme a la UE y los mercados ante la situación económica que se avecina.

Arancha Gonzalez Laya y Nadia Calvino (R), conversando durante la toma de posesión en Exteriores, el pasado 13 de enero.Getty Editorial

“Spain is back, Spain is here to stay”. Voz firme y en inglés. Lo quería decir alto y claro. Así terminaba su primer discurso en el Palacio de Santa Cruz la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, Arancha González Laya. Una nueva etapa de la diplomacia española arranca con el nuevo Gobierno y otra orientación se abre paso.

Cuando llegó a La Moncloa tras la moción de censura, el presidente Pedro Sánchez confío las relaciones internacionales a Josep Borrell, un hombre con el que había caminado juntos en las primarias del PSOE y que hoy ha ascendido al Olimpo europeo como Alto Representante de la UE. Y una misión vital en aquel momento: combatir las tesis independentistas allende los Pirineos y reafirmar a España como una democracia consolidada tras el deterioro de la imagen por el 1-O.

Esta semana ha echado a andar el Gobierno formado por PSOE y UP, el primero de coalición tras la II República, con un contexto diferente y en el que, según fuentes de Moncloa, se busca darle a Exteriores una mayor dosis de importancia económica. La idea, apuntan desde la Presidencia, es querer formar el “mejor equipo económico de la democracia española”.

Y para ello se quiere implementar un nuevo enfoque en Exteriores: “la diplomacia económica será prioritaria”. Complementándose con otros departamentos, como la Vicepresidencia de Asuntos Económicos, que dirige Nadia Calviño, y creando además el Ministerio de Seguridad Social, en manos de José Luis Escrivá.

Sánchez es muy consciente de varios factores: la llegada de nubarrones económicos y la importancia de tranquilizar a la UE y a los mercados internacionales ante la entrada en el Gobierno de Unidas Podemos. Y de ahí la elección de González Laya, Calviño y Escrivá como ministros.

Este enfoque económico se atisba perfectamente ya en el currículum de la nueva ministra de Exteriores, que era actualmente subsecretaria general de la ONU y directora ejecutiva del Centro de Comercio Internacional (ITC). Además, ejerció un puesto clave: directora del gabinete del director general de la Organización Mundial del Comercio y su representante en el G-20. Esta licenciada en Derecho conoce perfectamente todos los pasillos del poder internacional y de la UE -ha desempeñado varios cargos en la Comisión Europea- y sus buenas relaciones también se demuestran en que hasta ahora copresidía el Consejo sobre el futuro del Comercio y de la Inversión en el World Economic Forum (WEF).

  González Laya, a su llegada a la primera reunión del Consejo de MinistrosAnadolu Agency via Getty Images

Y en las pocas horas que lleva al frente de Exteriores se ha evidenciado una excelente relación con la vicepresidenta económica. Calviño estuvo a su lado durante la toma de posesión en el Ministerio y la dos mostraron mucha complicidad durante las fotos de familia que se hizo el nuevo Gobierno en el Palacio de La Moncloa.

Este cambio de época se ha notado ya esta misma semana con el visto bueno de Exteriores a la reapertura de tres nuevas embajadas catalanas en el exterior: Argentina, México y Túnez. No obstante, la luz verde se dio antes de la llegada de Laya y van firmados por la que era titular en funciones, Margarita Robles. El departamento entiende que no tiene “ninguna objeción” a los textos acordados por el Govern. Esto supone un giro respecto a la política de Borrell, que había impugnado estas oficinas en el exterior. 

La noticia se conoció el viernes, el mismo día en que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) anuló el decreto que aprobó el Govern para reabrir las delegaciones de la Generalitat en Reino Unido, Alemania, Estados Unidos, Italia, Suiza y Francia en junio de 2018, tras la aplicación del artículo 155.

Prioritaria y con cariz económico

La política internacional es prioritaria para Sánchez, se siente cómodo en el exterior, al contrario de lo que pasaba con otros presidentes como Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero. Se desenvuelve bien y le gusta asistir a los grandes eventos, como la próxima semana el Foro de Davos.

Eso sí, en esta nueva etapa desaparece una de las piezas clave: su sherpa José Manuel Albares. El principal asesor en temas internacionales, que sonó incluso como ministro en Exteriores, se va a París para ejercer como embajador de España en Francia. 

Y en ese nuevo camino económico-diplomático, Sánchez ya ha avanzado uno de sus principales objetivos: la renegociación con la Comisión Europea del objetivo de déficit a fin de flexibilizarlo. Las circunstancias económicas han cambiado en unos meses, reconocía el presidente tras el primer Consejo de Ministros, por lo que quiere llegar a un acuerdo antes de abril, momento en el que se debe enviar el nuevo plan de estabilidad presupuestaria.

En el último plan enviado a Bruselas, basado en los presupuestos generales prorrogados, Moncloa estipulaba una meta de déficit del 1,7% del PIB para 2020. Una de sus intenciones es lograr esa flexibilización de cara a tener unos presupuestos con más margen para medidas sociales, la gran aspiración del Gobierno de coalición PSOE-UP.

Alivio y esperanza

En Bruselas, la formación de este nuevo Gobierno de coalición y su orientación comunitaria, internacional, multilateral, se ha acogido con notable agrado. Digamos que lamentos sobre la “excepción comunista” y esas cosas se han quedado para la prensa patria. Pesa mucho más que se hayan escuchado las exigencias comunitarias y que no haya que repetir más elecciones.

Que cuaje el gabinete genera alivio por varios motivos. El primero, obvio, porque desbloquea una situación de desgobierno que nunca es buena, aporta estabilidad a las instituciones y permite a la UE tener interlocutores claros y con continuidad para tratar todas las materias pendientes, que son muchas, del marco financiero al Brexit, pasando por la inmigración, la defensa común o el ascenso de la ultraderecha.

Pactos o no pactos, eso importa menos en unas instituciones acostumbradas a tratar con sumas de lo más diverso (España era, hasta ahora, una excepción) y lo que resta, insisten fuentes de la Comisión Europea, es “curiosidad” por ver cómo evoluciona la alianza y “esperanza” en su éxito, “como el de cualquier Ejecutivo, por el bien nacional”.

El segundo motivo por el que contenta es que Sánchez sigue, sin desviarse, las líneas maestras marcadas por la presidenta Ursula von der Leyen: ortodoxia, contención y respeto escrupuloso a las órdenes de Bruselas (sobre todo en los euros). ¿Se ha hecho el Gobierno mirando a Europa? “Sí, y lo sabemos. Y sí, lo agradecemos”, dicen sucintamente en la CE.

“No hay otro camino”, resume a su vez una europarlamentaria socialista, asumiendo que Europa es “la guía y la respuesta” que pueden hacer progresar España. Salirse del carril “tiene consecuencias y las sabemos”. En Bruselas aún no quieren adelantar acontecimientos sobre el acuerdo PSOE-UP y si los compromisos sociales que contempla podrán o no llevarse a cabo, teniendo en cuenta lo apretado que está y va a estar el cinturón del gasto público. “Se irá viendo”, insisten.

¿Se ha hecho el Gobierno mirando a Europa? “Sí, y lo sabemos. Y sí, lo agradecemos”

En lo que son menos templados es en aplaudir los perfiles de los ministros elegidos. Uno de los principales guiños de Sánchez ha sido poner entre sus 22 elegidos a cuatro antiguos trabajadores comunitarios: Nadia Calviño, Arancha González Laya y Luis Planas (en la Comisión) y José Luis Escrivá (en el Banco Central Europeo). “Muy preparados”, “brillantes”, “extraordinarios”, “bien considerados”, “coherentes” y, el más repetido, “de los nuestros”, esos son algunos de los comentarios que cosechan estos nombres.

“A veces, más allá de los partidismos, es muy útil que un ministro sepa de primera mano cómo funciona este laberinto, desde abajo o desde puestos medios, y si además ha llegado alto y tiene buena agenda, mejor”, sostiene un diplomático español. Ayuda a tener “mejor comunicación” con las comisiones, por ejemplo, y a desfacer entuertos desde lo personal si se llega al caso. Comunicación que, “claramente”, mejorará también por el hecho de que Borrell ahora esté en uno de los top jobs de la UE.

Los analistas señalan cuestiones varias en las que Madrid puede (y debe) tener impulso, como las relaciones multilaterales fluidas, el impulso a las políticas de cooperación, la defensa de los valores europeístas (frente a la derecha extrema, por ejemplo), las políticas de género y ambientales o el control de fronteras y la gestión responsable de las migraciones, siendo frontera sur de los aún Veintiocho. España tiene peso y capacidad para empezar a ser más “entendida alto y claro en el mundo”, como deseó la nueva ministra de Exteriores en su toma de posesión.