La parálisis política, la clave que ha llevado al Gobierno de Israel a adelantar elecciones

La parálisis política, la clave que ha llevado al Gobierno de Israel a adelantar elecciones

Incapaces de sacar adelante la legislación básica, Bennett y Lapid tratan de evitar más deserciones en su bloque de ocho partidos. Netanyahu se afila ya las uñas.

Israel se encamina a sus quintas elecciones en tres años y medio después de que los líderes del “gobierno del cambio”, Naftali Bennett y Yair Lapid, decidieran disolver el Parlamento y adelantar los comicios ante la endémica inestabilidad y polarización política, que han provocado la parálisis del Ejecutivo.

Los dos principales socios del gobierno de coalición dieron la noticia ayer por la noche sorpresivamente en una comparecencia conjunta en la Knéset (Parlamento israelí), para evitar que más deserciones de diputados condenaran al Ejecutivo, que en las últimas semanas ya se había visto incapaz de sacar adelante la legislación básica.

El primer ministro, Naftali Bennett, insistió en que el adelanto electoral, que se votará en el Parlamento la próxima semana, fue “la decisión más dura, pero la más sionista” que ha tomado, “la correcta para el país”.

Lapid, interino

El actual ministro de Exteriores y arquitecto del “gobierno del cambio” nacido hace un año, el centrista Yair Lapid, asumirá, tras disolver la Knéset, como primer ministro interino hasta la formación de un nuevo Ejecutivo que salga de los próximos comicios. Previsiblemente será a finales de octubre por los tiempos parlamentarios.

La coalición juró hace un año como el Ejecutivo más diverso de la historia, una amalgama de ocho partidos de todo el arco ideológico -desde la derecha ultranacionalista, hasta la izquierda pacifista, con la inédita inclusión de un partido árabe islamista- que se unieron para derrocar a Benjamin Netanyahu, tras 12 años consecutivos en el poder.

“Lo sucedido los últimos días, o esta noche, es una prueba más de que el sistema israelí necesita cambios serios y reparaciones importantes. Hace un año iniciamos el proceso de reconstrucción”, aseveró Lapid.

Lo sucedido los últimos días es una prueba más de que el sistema israelí necesita cambios serios y reparaciones importantes. Hace un año iniciamos el proceso de reconstrucción

Hace un mes, la oposición, encabezada por el Likud del ex primer ministro Netanyahu, declaró que se opondría sistemáticamente a toda propuesta de ley presentada por la coalición, lo que les ha llevado a no apoyar leyes que encajan en su ideología y que incluso promovieron desde el gobierno.

El caso más grave fue la extensión de una medida de emergencia, que se renueva desde hace décadas cada cinco años, para aplicar la ley civil israelí a los casi 500.000 colonos que viven en asentamientos en Cisjordania ocupada.

La regulación expiraría a final de mes, pero ahora se extiende automáticamente varios meses al disolverse el Parlamento. La posibilidad de que esta norma no avanzara fue el detonante del adelanto electoral para evitar que “el Estado de Israel se paralice”, indicó Bennett.

Deserciones

La guerra abierta de la oposición -conformada por el Likud, el partido Sionista Religioso y los ultraortodoxos- no ha sido el único reto del gobierno, que en los últimos meses se ha visto amenazado por las deserciones desde distintos flancos.

“Lo que ha condenado a este gobierno no ha sido su diversidad, al final todos los partidos supieron ceder para sacar adelante leyes. Le ha condenado su estrecha mayoría, sin margen de acción ni de error”, valoró el analista político Gil Hoffman, quien se refirió “al juego sucio” de la oposición como la estocada final a la coalición.

La caída en picado comenzó en abril cuando la diputada Idit Silman de Yamina, el partido ultraderechista de Bennett, abandonó la coalición y ésta perdió su ajustada mayoría en la Knéset, quedando en 60-60 con la oposición, en riesgo constante de quedar en minoría y sumirse en la parálisis política.

Desde entonces: el partido islamista Raam congeló varias semanas su participación por los disturbios en la Explanada de las Mezquitas; otra diputada del izquierdista Meretz retiró su apoyo al gobierno unos días; y el diputado de Yamina, Nir Orbach llevaba semanas negociando con Netanyahu.

La oposición iba a presentar la próxima semana una ley para disolver el Parlamento y ya se habían ganado el necesario respaldo de Orbach.

“Después de un año de lucha decidida de la oposición en la Knéset y un gran sufrimiento del público en Israel, está claro para todos que el peor gobierno en la historia de Israel ha llegado a su fin”, celebró ayer Netanyahu, convencido de que liderará el próximo Ejecutivo.

Pugna Bibi-Lapid

Hoffman consideró que Netanyahu, un “líder populista y tenaz”, es uno de los pocos políticos con capacidad para formar un “gobierno estable de derecha”, pero está vetado por algunos políticos de esa tendencia, bien por razones morales -dinamitó la democracia y está imputado por corrupción- o porque les traicionó en el pasado.

“Es probablemente el político más odiado de Israel, pero también el más querido”, apunta el analista Aviv Bushinsky, exasesor político de Netanyahu, sobre la polarización que despierta.

Netanyahu es probablemente el político más odiado de Israel, pero también el más querido

Ambos analistas coinciden en que la próxima pugna electoral se librará entre él y Yair Lapid, quien aprovechará su tiempo como primer ministro interino para ganar legitimidad y probar a Israel que es el líder moderado que necesita.

“La campaña electoral ha empezado ya”, señala Bushinsky, quien cree muy probable que Benet abandone la política al ser la figura más dañada por el fracaso del “gobierno del cambio”.

“Aunque el gobierno logró aprobar un presupuesto y otras leyes importantes, esta crisis no terminará hasta que los líderes de Israel aparquen sus diferencias y promulguen reformas electorales y constitucionales pendientes”, indicó Yohanan Plesner, presidente del Instituto de Democracia Israelí, quien destacó la importancia de incluir a un partido árabe en la toma de decisiones.