La primera, en la frente
guerra en ucrania
Finlandia se venga de Rusia
Rivera Jordi Sànchez

No habría luz. Sería imposible disfrutar de la belleza de Renoir, de Monet, de Sorolla. La Noche estrellada sobre el Ródano de Van Gogh jamás hubiera existido. Y tampoco El lago de Annecy, de Cezanne. Así hubiera sido el arte sin el impresionismo. Lo dijo Renoir. Aquella escuela pictórica salió de una mañana en la que uno de ellos se quedó sin el negro. Una ironía con la que explicar las características de aquella mezcla de tonos que deleita a los amantes del arte. Nada como alejarse de la realidad más cercana para captar la esencia de la luz y el movimiento. Siempre es el ojo humano el que combina los colores y no la paleta de quienes entendieron que el negro no existía ni siquiera en las sombras.

Hay para quien, sin embargo, todo es negro. También en la política. Vean cómo observa la derecha lo que viene. Destrucción y caos. España se rompe porque Sánchez se ha vendido al independentismo. Llega el Apocalipsis. No es nuevo. Siempre pasa cuando gobierna la izquierda y, ahora, que además del PSOE, Podemos pretende estar en la mesa del Consejo de Ministros, será la hecatombe. Y es que el PP y Cs son mucho más del expresionismo, la escuela de la distorsión de las formas. Todo son pinceladas crudas.

El efecto óptico, y sobre todo el acústico, es mucho más intenso porque ahora son tres y no solo un partido los que comparten espacio ideológico y porque entre ellos compiten a ver quién la dice más gorda, quién es más firme ante el independentismo, quién utiliza más a una ETA que ya no existe para embarrar el campo de juego o quién atiza más duro al Gobierno.

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El caso es que no ha arrancado la Legislatura y ya el día de la constitución de las Cortes Generales en un “tenemos que hablar” vieron el prólogo de una lluvia de indultos, una “humillación” a los españoles. No había entrado aún en su nuevo despacho Meritxell Batet y la presidenta del Congreso ya tenía sobre su mesa un amago de reprobación, una querella por prevaricación y una retahíla de descalificaciones. Porque, claro, siempre fue una peligrosa “filoindependentista” que ahora hace las veces de “abogada defensora” de Junqueras, Rull, Turull y Sánchez.

¿De verdad, se escuchan? Batet ha sido esta semana blanco de las críticas y la ira de PP, Cs y VOX primero por permitir todo tipo de fórmulas con las que los nuevos diputados han acatado, jurado y prometido la Constitución. Pero quienes tanto abrazan la Carta Magna ni se han molestado en leer la jurisprudencia al respecto del Tribunal que vela por su estricto cumplimiento.

Y por supuesto han olvidado que cuando el PP mandaba, y con mayoría absoluta en el Senado, el popular Pío García Escudero contestó con dos besos y un apretón de manos la promesa por imperativo legal, “por la liberación de los presos políticos catalanes, por el retorno de exiliados y por la consolidación de la república catalana” de la senadora Mirella Cortés. Y nadie dijo nada. Ni se reprobó a García Escudero ni tampoco se sugirió su dimisión. Hoy se escandalizan por lo que antaño permitieron sin la mínima gesticulación.

El mandato legislativo se ha estrenado con un batalla entre partidos, pero también entre poderes del Estado a cuenta de quién debía suspender como diputados a los líderes del procés que se encuentran en prisión preventiva. Supremo y Congreso han tratado de pasarse la pelota. Al final fue la Mesa de la Cámara Baja, en virtud de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y no de su Reglamento, quien se comió el sapo, pero después del desgaste innecesario de una Batet que pretendía, de un lado, dilatar la decisión para que no interfiriera en el resultado de las elecciones del próximo domingo y, de otro, evitar que el legislativo sea en el futuro objeto de un recurso ante Estrasburgo.

Batet pretendía dilatar la decisión para que no interfiriera en el resultado de las elecciones y evitar que el legislativo sea objeto de un recurso ante Estrasburgo.

Fue el Supremo quien movió ficha primero con los diputados presos en un asunto de compleja compresión. Pueden ser elegidos en unas elecciones pero no ejercer sus funciones parlamentarias, según una legislación sin duda contradictoria. Pero el Tribunal no se atrevió a tomar la decisión final ante el riesgo de ser acusado de alterar una mayoría determinada por las urnas con las connotaciones que ello tiene. Ahora, serán los letrados de la Cámara quienes determinen, en otro informe, el alcance de la suspensión mientras dure la prisión preventiva. Y esta segunda parte tampoco es baladí porque marcará el cómputo de la mayoría absoluta. Si los diputados no dejan el acta, la mayoría disminuirá y Pedro Sánchez no necesitará el apoyo de los independentistas para ser investido.

Ha sido la primera gran bronca de la Legislatura. Y, aunque hay quien dice que todo forma parte de la liturgia electoral para arañar los últimos votos antes de este domingo y que después habrá que desinflamar, no parece que el PP y Cs vayan a virar el rumbo. Pase lo que pase el 26-M, a la izquierda le espera un mandato de acoso y derribo. Da igual que Casado sobreviva o no a una nueva debacle de los suyos. Da igual si Rivera “sorpassa” o no al PP en las principales ciudades. La batalla por el liderazgo de la derecha seguirá abierta. Y el uso partidista de las instituciones y de los asuntos de Estado siempre formó parte de su estrategia cuando no gobernaron.

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A la primera de cambio han incendiado el debate y se han anotado en el marcador la primera fractura en el bloque de la izquierda. La mayoría absoluta que PSOE y Podemos suman en la Mesa del Congreso se ha quebrado con la decisión del Supremo para que el legislativo ejecutara la suspensión de los presos. Y eso que Pablo Iglesias se había comprometido públicamente a apoyar el informe que emitieran los servicios jurídicos de la Cámara. La presión de Ada Colau para que el asunto no le restara apoyos frente a ERC en la batalla electoral por la Alcaldía de Barcelona pudo más que la alianza con Pedro Sánchez. Los Comunes han vuelto a marcar el paso a los morados, a pocas semanas de que comience una negociación decisiva para la configuración del próximo Gobierno de Sánchez y con Iglesias empeñado en formar parte del Consejo de Ministros.

El malestar en Moncloa y en el PSOE fue notable, pero sobe todo cargó de argumentos a quienes no ven con buenos ojos una coalición de gobierno que el presidente está dispuesto a explorar. Y no es para menos. La primera, en la frente. Esto también es impresionismo. Alejarse de la imagen para ver la esencia y en esta lo que se ve es que la izquierda, de momento, y ante el independentismo, no es capaz de funcionar como bloque.