La segunda victoria de Hung Hsiu-chu

La segunda victoria de Hung Hsiu-chu

Este segundo triunfo de Hung Hsiu-chu abunda en la reordenación del mapa político taiwanés, una reestructuración que podría afectar a todos los segmentos y orientaciones, ya hablemos de fuerzas tradicionales o emergentes, de los espacios unionista o independentista. Todos se encuentran ante el dilema de interpretar adecuadamente los sentimientos y aspiraciones de la juventud taiwanesa.

Cabe reconocer a Hung Hsiu-chu su tenacidad y arrojo. La ex vicepresidenta del Yuan legislativo en el anterior mandato (2012-2016) logró derrotar nuevamente al todopoderoso aparato del Kuomintang (KMT) al ganar las primarias internas a la presidencia del partido frente a la actual vicepresidenta de la formación, Huang Min-hui (56,16 contra 33,02 por ciento). Los otros candidatos, Lee Hsin y Apolo Chen obtuvieron resultados menores.

Su primera victoria frente al aparato, cuando aun se consideraba una líder de segunda fila, se consumó en junio de 2015, a resultas del proceso de nominación del candidato del KMT a las presidenciales de enero de 2016. Entonces, Hung, la única postulante, supo vencer la inhibición activa del aparato oficial, inclinado a facilitar su fracaso para obligarse a sí mismo a decidir in extremis un candidato afín. A la postre, no obstante, pese a contar con los apoyos formales necesarios, una conferencia extraordinaria del partido consiguió retirarla de la carrera en una maniobra inédita que catapultó a Eric Chu, alcalde de Nueva Taipei y presidente de la formación tras el fiasco de las municipales de noviembre de 2014 que precipitó la dimisión de Ma Ying-jeou. El fracaso de Chu ante Tsai Ing-wen le obligó también a dimitir.

Hung Hsiu-chu no oculta sus credenciales. Abierta partidaria de la reunificación y de un tratado de paz con el continente, su discurso rompe con la tradicional ambigüedad del KMT. La apuesta por el principio de "una China, una interpretación" se aleja del oficial de "una China, dos interpretaciones" que junto al Consenso de 1992 concreta el binomio discursivo principal de la formación nacionalista en materia de relaciones a través del Estrecho.

Hung apuesta por el diálogo PCCh-KMT y por mantener viva la cooperación interpartidaria en un contexto políticamente muy complejo para ambas formaciones tras la apabullante victoria del Minjindang o PDP en las presidenciales y legislativas de enero. Algunos atribuyen sus malos resultados a esa recíproca fraternidad que le acercaría al continente si bien al elevado precio de distanciarse del sentir mayoritario en la isla.

Entre inercias del pasado e inquietudes del presente, Hung simboliza para unos el enrocamiento del KMT en su pasado, mientras que para otros simboliza el único futuro posible para Taiwan.

Pero el principal reto para la primera mujer al frente de los destinos del KMT en toda su historia consiste en mantener unido el partido. Cabe reseñar que la abstención rondó el 60 por ciento y que los riesgos de enfrentamiento con el aparato y con los sectores partidarios de la taiwanización estarán al orden del día en los próximos meses. Una nueva elección deberá realizarse en julio de 2017.

La victoria de Hung le facilita al PDP su descalificación como "prolongación taiwanesa" del PCCh. Sin duda, Hung se merece la victoria por su esfuerzo. A Beijing le conviene en lo inmediato; otra cosa es de cara al futuro si el objetivo es recuperar poder e influencia en las instituciones de la isla.

Este segundo triunfo de Hung Hsiu-chu abunda en la reordenación del mapa político taiwanés, una reestructuración que podría afectar a todos los segmentos y orientaciones, ya hablemos de fuerzas tradicionales o emergentes, de los espacios unionista o independentista. Todos se encuentran ante el dilema de interpretar adecuadamente los sentimientos y aspiraciones de la juventud taiwanesa y la sociedad en su conjunto que decidieron irrumpir con protagonismo propio en la primavera de 2014 con el llamado Movimiento Girasol.

Entre inercias del pasado e inquietudes del presente, Hung simboliza para unos el enrocamiento del KMT en su pasado, mientras que para otros simboliza el único futuro posible para Taiwan a la vista de la irreversible emergencia de China y el "interés vital" que para Beijing representa la reunificación.