La ultraderecha y el odio a las mujeres

La ultraderecha y el odio a las mujeres

Quizás no sea consciente de que ella, Macarena Olona, está ahí, en la tribuna del Congreso, diciendo lo que dice gracias al feminismo que ataca.

Santiago Abascal y Macarena Olona. Europa Press News via Getty Images

¿Cómo se puede odiar tanto a las mujeres como para hacer de la violencia que sufren indiferencia? Y, sobre todo, ¿cómo es posible que ese odio se haya mantenido a lo largo de una historia que ha cambiado en tantas cosas, sin que en ningún momento haya abandonado la misoginia? ¿No se cansan de tanto odiar?

Las palabras de la “portavox” de la ultraderecha, Macarena Olona, podrían estar equivocadas en su planteamiento, de hecho lo están, pero la ira con las que las acompaña no es un error, sino la confirmación de esa estela de odio que enlaza el momento actual con la historia de la humanidad y su violencia contra las mujeres.

Soy consciente de que es absurdo plantearlo, pero es inevitable hacerlo después de verla y escucharla. ¿Cómo es posible que ella, una mujer, haga ese alegato cuestionando la violencia que ella misma reconoce al dar la cifra de las 1.053 mujeres asesinadas por el machismo desde 2003? ¿Por qué no utiliza la tribuna para plantear las medidas que, según ella, necesitan las otras violencias, en lugar de hacerlo para atacar a la violencia de género? 

Pero, como he apuntado, no se trata de un error. Parte de su estrategia es hacer creer que la situación en España es diferente a otros países, y de ese modo reforzar el argumentario de su partido que lo reduce todo a una táctica para montar “chiringuitos feministas”. No tiene en cuenta, por ejemplo, que el último informe de Naciones Unidas sobre homicidios a nivel global (2019), recoge que cada año 50.000 mujeres son asesinadas por esa violencia que se produce en el contexto de las relaciones de pareja y familiares; 3.000 de ellas en Europa. Una cifra global que supone un incremento del 11’1% en seis años, con Europa como única región donde han descendido los femicidios, y lo ha hecho un 9’1%, en gran parte debido a que las medidas españolas que ella critica han sido tomadas como modelo para el resto de los países y para el desarrollo de la normativa común.

Quizás no sea consciente de que ella, Macarena Olona, está ahí, en la tribuna del Congreso, diciendo lo que dice gracias al feminismo que ataca.

Cuando ella sube al estrado y lanza su mensaje, ¿se cree superior al resto de las mujeres, se ve diferente a ellas? ¿Qué piensa de sus compañeros de partido que han sido denunciados por violencia de género, qué opina de sus compañeras que han denunciado violencia de género? ¿Cree que son “feministas con piel de ultraderecha” que se han infiltrado en su formación para atacarla, o que se trata de “mujeres del montón” y, por tanto, “malas y perversas”?

Quizás no sea consciente de que ella, Macarena Olona, está ahí, en la tribuna del Congreso, diciendo lo que dice gracias al feminismo que ataca. Ella está ahí lanzando sus gritos porque otras mujeres fueron calladas por el machismo al que apoya y defiende con sus palabras, su tono y sus gestos. Ella está ahí porque la cobardía de los hombres de su partido hace que no se atrevan a subir y decir lo que ella repite con ese “valor impostado” tan machista… Sólo le ha faltado gritar lo de “¡dejadme sola, dejadme sola!” y habría culminado su vergonzoso mensaje “como un hombre de verdad”.

A lo mejor incluso piensa que resulta original, pero ni siquiera lo es. No debe olvidar que en esa misma cámara se aprobaron leyes como el Código Penal que recogía el uxoricidio, figura por la que prácticamente quedaba impune el homicidio de la mujer, o el Código Civil que obligaba a mujeres como ella a pedir permiso al marido para poder trabajar o viajar fuera de España.

No es sólo odio lo que reflejan situaciones como las que ha protagonizado esta diputada, también hay mucho interés en mantener su modelo androcéntrico de poder, el mismo del que ella sólo es una “pieza más” hasta que sea una “pieza menos” cuando ya no la necesiten, y le digan que se vuelva a casa. El odio es la razón y el instrumento, pero el objetivo es el poder, que es mucho más que lo que da es espacio de gobierno. No lo olvidemos.

Este artículo se publicó originalmente en el blog del autor.