La ultraderecha y la "masculinidad criminal"

La ultraderecha y la "masculinidad criminal"

Las mismas voces que hoy acuden a ETA recordando los terribles atentados y sus 864 muertes, niegan la violencia de género.

Santiago Abascal, líder del partido ultraderechista Vox, en el Congreso durante la moción de censura a Pedro Sánchez. Europa Press News via Getty Images

El razonamiento es sencillo, si la misma ultraderecha que niega la violencia de género y habla de violencia intrafamiliar, llama al Gobierno de la nación “Gobierno criminal” bajo el argumento de no haber hecho lo suficiente para evitar las muertes por la pandemia, la pasividad e inacción de tantos hombres ante la realidad social de la violencia de género, incluso intentando encerrarla en espacios definidos, como la familia o lo doméstico para que no se pueda ver con sus características propias, debe llevar a concluir que es consecuencia de una “masculinidad criminal”.

Las mismas voces que hoy acuden a ETA y sus “herederos” recordando los terribles atentados y sus 864 muertes a lo largo de 40 años, niegan la violencia de género que sólo en las relaciones de pareja y en 17 años ha asesinado a 1065 mujeres. Y mientras que la violencia terrorista se percibe con la gravedad que corresponde y el rechazo social es generalizado,  ante la violencia de género la sociedad se muestra distante y pasiva, hasta el punto de que sólo un 1-3% de su población considera que se trata de un problema grave (Barómetros del CIS).

Siempre hemos hablado de la “complicidad” de quienes han callado y mirado hacia otro lado ante la violencia de género, pero la responsabilidad de los hombres que se protegen en la distancia y en la invisibilidad para no hacer nada es mayor en el momento actual, y lo es por tres razones esenciales: Por un lado, porque mantienen la pasividad necesaria para que otros sigan actuando de forma violenta; por otro, porque se está produciendo una reacción contra las iniciativas a favor de la igualdad y la erradicación de la violencia de género que se beneficia de esa inacción; y en tercer lugar, porque los ataques contra esas iniciativas se hace en nombre de los hombres, es decir, presentándolas como un ataque a “todos los hombres” y mandando el mensaje de que con ellas se criminaliza a los hombres. 

Las mismas voces que hoy acuden a ETA recordando los terribles atentados y sus 864 muertes, niegan la violencia de género.

Ante estas circunstancias la responsabilidad de los hombres es mayor, no sólo porque la neutralidad no existe, sino porque, como hemos indicado, desde las posiciones machistas utilizan a todos los hombres para defender y proponer sus medidas particulares, que perpetúan el modelo de injusticia que otorga “privilegios criminales” a los hombres, puesto que esos privilegios están construidos sobre un modelo de sociedad levantado sobre una desigualdad que limita los derechos de las mujeres, y se sustenta sobre una violencia contra ellas que actúa como realidad o como amenaza.

Los hombres no podemos quedarnos al margen de esta situación que nos convoca doblemente: por coherencia ciudadana y democrática, y por alusiones directas, puesto que el machismo utiliza el argumento falaz de que la igualdad y las medidas contra la violencia de género van contra todos los hombres.

Si no nos desmarcamos de esos planteamientos estaremos dándole validez con nuestra asunción, y es algo que no sólo no debemos permitir, sino que debemos evitar de manera activa.

El machismo utiliza el argumento falaz de que la igualdad y las medidas contra la violencia de género van contra todos los hombres.

El conocimiento que hoy tenemos sobre la violencia de género, sus características, raíces, sus terribles consecuencias… y la constatación de que se trata de una conducta defendida y amparada por el machismo y los machistas, hasta el punto de intentar impedir cualquier iniciativa directa dirigida a su erradicación, como vemos en el discurso de la ultraderecha, exige el compromiso de los hombres, de todos, y su responsabilidad en cualquier circunstancia.

Porque hoy la responsabilidad exigible a los hombres es doble: lo es por acción, cuando las conductas actúen contra las normas de convivencia que nos hemos dado; y lo es por omisión, cuando no se actúe contra esa “masculinidad criminal” que deja que la realidad siga caracterizada por la injusticia social de la desigualdad y su violencia de género.

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Aunque parezca extraño, soy Médico Forense, también Profesor de Medicina Legal de la Universidad de Granada, Especialista en Medicina Legal y Forense, y Máster en Bioética y Derecho Médico. He trabajado en el análisis del ADN en identificación humana, el análisis forense de la Sábana Santa, y en el estudio de la violencia, de manera muy especial de la violencia de género, circunstancia que llevó a que me nombraran Delegado del Gobierno para la Violencia de Género en el Ministerio de Igualdad. Los artículos que publica aquí también aparecen en su blog, pero tiene otro blog, donde escribe sobre la vida desde un ángulo mucho más literario.