La vida no regalada

La vida no regalada

El fundador de Taller de Músics, escuela de música por la que han pasado Rosalía y Alfred García, narra su vida en esta novela.

Luis Cabrera, autor del libro 'La vida no regalada'.Roca Editorial

Después de la muerte de mi padre, en agosto 2006, mis entrañas se empezaron a alborotar. El duelo fue muy largo y no había manera de calmar el alboroto. Pensé que quizá sería posible aminorar el duelo y así atemperar el dolor, el vacío y la tristeza, si empezaba a escribir a partir de los dos lazos familiares, aquellos que me empujaron a pertenecer a una especie de comunidad de tíos, primos y abuelas, donde se entrecruzaban los mismos apellidos.

Mis dos abuelas eran hermanas, por tanto mi padre y mi madre eran primos hermanos. No es baladí este asunto teniendo en cuenta que en los pueblos andaluces se repetía con ahínco que los hijos de primos hermanos solían nacer con alguna tara, la que achacaban a trastornos de tipo mental o a disfunciones físicas.

El adiós de mi padre me produjo, además, dudas sobre si podía ser la locura la que me atormentaba debido a la extendida estigmatización social por haber nacido fruto de la unión de dos primos.

A mi abuelo materno, como consecuencia de los avatares de la guerra civil española no lo llegué a conocer. Este hecho también me inquietaba sobremanera, dado que nadie de mi familia hablaba de este asunto. Un tabú que me provocaba extrañeza debido a que los otros niños del pueblo sí disponían de los dos pilares: abuelo y abuela. A mi abuelo paterno lo recordaba a pesar de que murió cuando yo tenía tres años. Mi vida se fue desarrollando al calor de mis abuelas, dos hermanas de una familia numerosa que se quedaron huérfanas a temprana edad.

El núcleo del libro La vida no regalada es una introspección familiar donde el protagonista, Lorenzo Almendro —mi alter ego—, trata de averiguar hechos que no acababan de encajar, básicamente la inexistencia de su abuelo materno. Una cuestión no resuelta hasta que sale de la cárcel, recién cumplidos los 18 años.

Ahora bien, el libro no se circunscribe solamente al núcleo. El autor crea una serie de capas que se van superponiendo a partir de la memoria, su memoria. Y en ocasiones la memoria te puede traicionar o puede ser selectiva. La memoria del protagonista deforma la realidad, ya que se trata de recordar cuadros existenciales donde se mezclan las distintas etapas que conforman la vida de cualquier ser humano.

Es por eso que entre estas capas, el protagonista, narra leyendas y mitos que él escuchaba, de chico, en los corros de hombres mayores a los que se acercaba a oír, ver y callar. Quizá por haber sabido mantener esta actitud, jamás nadie de los que participaba en estas tertulias, lo expulsó por tener la osadía de ponerse al lado de los viejos, los que platicaban sobre hechos que podían haber sucedido o no en el pueblo. Lorenzo Almendro hacía el mismo ejercicio cuando las mujeres de edad se juntaban a hablar cuando iban con el cántaro a recoger agua de los chorros del pilar.

El libro relata las fiestas populares en un pueblo de Sierra Mágina (Jaén) en tiempos de la dictadura franquista: las fiestas de Mayo, mes de las flores; la Semana Santa o el día del Corpus; la relación entre los terratenientes y los jornaleros; el papel represor ante los más débiles de la Guardia Civil y los miembros de la Falange, sin olvidar el control mental que ejercían los sacerdotes católicos y los maestros fieles al régimen dictatorial.

Precisamente, la relación entre terratenientes y jornaleros es lo que provoca el destierro que sufre un niño de nueve años que, a pesar de pertenecer a una familia muy humilde, disponía en el pueblo de unos parajes de encanto regados a través de riachuelos y acequias que se nutrían de un abundante nacimiento de agua. Un pueblo a 900 metros de altitud, una tierra de calma a pesar de las calamidades que sufrían los que dependían del humo o del humor de los señoritos. Un lugar donde las estaciones del año alumbraban según el calendario que marca la Madre Naturaleza. Grandes extensiones de olivar en manos de unos pocos pero que ofrecían un colorido y una armonía de sensaciones muy placenteras. A Lorenzo Almendro las circunstancias sociopolíticas lo arrancan de su tierra como aquel que arranca de cuajo a un árbol.

La ciudad de Barcelona acoge en agosto de 1964 a los cuatro componentes de la familia. Los capítulos del libro que se refieren a la capital de Cataluña muestran el recorrido del protagonista.

Un recorrido por etapas. La creación de la Peña Flamenca Enrique Morente en el barrio de Verdum, zona norte barcelonesa, un enclave obrero sin los mínimos servicios para llevar una vida digna. La conexión con los grupos clandestinos antifranquistas. Las luchas vecinales de los barrios colindantes con Verdum: Roquetas, Prosperitat, Trinitat Nova, Trinitat Vella, Ciutat Meridiana, Torre Baró, Vallbona, Guineueta. La estancia de tres días en la comisaría de Via Laietana tras su detención en noviembre de 1972. Sus vivencias en la cárcel Modelo. El portazo político a una organización marxista de corte maoísta y su respiro al encontrar en el mundo libertario el interés y el amor por la cultura y el arte. La experiencia europea, junto a tres compinches, buscándose la vida como músicos callejeros.

Las distintas épocas laborales: bodeguero con 13 años, textil, repartidor de periódicos, distribuidor de libros, entre ellos El pequeño libro rojo de los escolares. Así como lo que marcará los siguientes años de Lorenzo Almendro: la fundación del Taller de Músics en el barrio del Raval. Una entidad que, con el tiempo, se ha convertido en referente de la enseñanza, la promoción y la difusión del jazz, el flamenco y otras músicas populares.

En esta aventura tuvo mucho que ver Petri Palou, la que fue profesora de técnica pianística de Tete Montoliu y Enrique Morente, al que el protagonista conocía y de la que era amigo desde 1970. Los años de trabajo, recitales, giras y seminarios con estos artistas, así como con Mayte Martín, Miguel Poveda, Chicuelo y Juan Ramón Caro. La década de los 80 consolidó el Taller de Músics, pero también la que trajo la destrucción de bastantes familias del Raval por el enganche de sus hijos a la heroína. Años en los que Lorenzo se curtió al comprobar cómo el narcotráfico corrompe las relaciones de los vecinos, crea desconfianza en el entorno y mata a jóvenes.

  Luis Cabrera habla con el cantaor flamenco Miguel Poveda.Roca Editorial

En la novela aparece la denominación Taller de Músics en un par de ocasiones al no querer el autor aprovechar la oportunidad que Roca Editorial le ha ofrecido al publicar el libro. Realizar propaganda y ser oportunista no van con su estilo. En este artículo, sí me permito la licencia de escribir que por las aulas de esta institución han pasado artistas jóvenes como Alfred García, Salvador Sobral, Rosalía, Judit Nedderman, Silvia Pérez Cruz, Pere Martínez y tantos otros. Solo nombro a este ramillete porque quiero destacar a los de la generación más cercana a la fecha que firmo esta pieza y que han adquirido notoriedad popular.

Me hace especial ilusión acabar con una mención que para un andalunyo (injerto no rechazado de andaluz y catalán) es de una emoción grande: el 28 de febrero se celebra el Día de Andalucía. Una celebración que se lleva a cabo porque una parte relevante del pueblo andaluz, durante la transición / transacción política española, salió a la calle reivindicando un referéndum para que Andalucía accediera a tener una autonomía (la conocida como la del 151), similar a la catalana y la gallega. El referéndum se realizó el 28 de febrero de 1980 y el resultado de las urnas concedió a los andaluces el derecho a disponer de las mismas herramientas políticas que Catalunya y Galicia.