Las herramientas del amo

Las herramientas del amo

¿Podremos dejar de jugar a creer que el dogma es la solución para todos los males que el patriarcado nos plantea?

Imagen de archivo de la portavoz socialista en el Congreso, Adriana Lastra. Pool via Getty Images

“Las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo.”

Audre Lorde

Los tiempos de la política y los debates líquidos hace tiempo que llegaron para quedarse. Liquidez dialéctica que se impone frente a la solidez de los argumentos y frente a la libertad para expresar las propias opiniones sin ser molestado o perseguido por ello, tal como recoge el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. En una sociedad abonada a la viscosidad argumental, no debería parecernos extraño que se usen las redes sociales como arma contra “el disidente”, como forma de señalamiento público para que las hordas enfurecidas se encarguen de hacer el resto. El uso de las redes sociales y medios de comunicación como forma institucionalizada de persecución a las ideas, en muchos casos envuelta de violencia más o menos explícita. 

El pasado 11 de agosto, en medio de una pandemia sanitaria, la portavoz socialista en el Congreso de los Diputados, Adriana Lastra, decidió que lo verdaderamente relevante en estos momentos era recordar que la vicepresidenta de la Generalitat Valenciana, Mónica Oltra, en el año 2017 se posicionó a favor de regular la gestación por sustitución en España siguiendo un modelo de donación inter vivos. Para esto, Adriana Lastra decidió usar Twitter para recordar que el PSOE nunca jamás legalizará lo que ella llama “explotación reproductiva”, y lo hizo con la noticia de que Oltra se posicionó a favor de la gestación por sustitución en 2017.

Oltra, por su parte, le respondía que “es triste ver como una diputada del Congreso trata así un debate con tantas aristas”, y animaba a Lastra a leer su posición y, si lo consideraba, rectificar su tuit.

Mónica lo consideraba triste. Yo, además, considero que Lastra ha demostrado que le importa muy poco la sororidad, que prefiere poner a una mujer que no piensa como ella en el centro de la polémica con tuits descontextualizados y arrogándose una superioridad moral sobre la cuestión que no le pertenece. Lo que hizo Lastra es, sencillamente, señalar a una mujer que discrepa de su visión política y apuntarla como potencialmente peligrosa para los objetivos feministas. Lo que hizo Adriana Lastra es usar su posición de poder como portavoz parlamentaria del partido del Gobierno para señalar a Mónica Oltra como el enemigo. Adriana Lastra debería revisar si está utilizando la violencia simbólica, el señalamiento público y el intento de arrinconar al disidente, todas herramientas del patriarcado, para nominar en este caso a Mónica Oltra como el enemigo. Dice muy poco de la sororidad (y de la capacidad argumental) de Lastra. Sobre todo porque Lastra no se ha pronunciado sobre los socialistas portugueses, mayoritariamente a favor de la regulación de la gestación por sustitución, o de los laboristas británicos o canadienses, que promovieron la regulación en sus respectivos países. En materia de gestación por sustitución, posición que comparte con Vox, el Foro de la Familia o Hazte Oír, a Lastra lo que le interesa es señalar a otras mujeres que disienten de su posición política: señalar a países, presidentes de gobierno como Trudeau, o a partidos políticos de su misma familia política ya es otra cuestión.

Y, para seguir sumando, el domingo 16, el diputado por el PSC José Zaragoza decide, de la nada, sumarse a este planteamiento y recordarnos que, además de la gestación subrogada, el PSOE también está en contra de despenalizar la prostitución, en contra del hiyab o en contra de “el transgenerismo”.

A nadie se le escapa que es una campaña artificialmente diseñada por el partido socialista para confrontar con otros partidos de la izquierda y para intentar separar a las personas feministas entre buenas y malas, indicando el camino del “buen feminismo”, que a la vista de las actuaciones de algunos dirigentes socialistas, debe ser aquel que utiliza el matonismo tuitero para imponer las propias posiciones, sin debate y sin ganas de escuchar a nadie. Por lo visto, el buen feminismo para el PSOE es aquel que niega la capacidad de agencia de las mujeres o aquel que niega que las mujeres trans sean mujeres, contraviniendo así todas las resoluciones y pronunciamientos de Naciones Unidas, incluida ONU Mujeres.

No puedo sino que reiterar mi cariño y mi apoyo a Mónica Oltra, pero no por el hecho de estar más o menos a favor de una u otra posición concreta, sino porque no tolero que se utilicen posiciones de poder o influencia para intentar aplastar la disidencia o los pensamientos que no casan con el propio. Es justo denunciar que una mujer que señala a otra por pensar diferente está más cerca de representar la causa patriarcal, siempre dogmática e implacable con las disidencias, que la causa feminista, que abraza los debates no violentos y no señala como malas feministas a otras compañeras por pensar distinto (y mucho menos por expresarlo). Es justo denunciar que una mujer que señala a otra públicamente por pensar diferente está utilizando diligentemente las herramientas del amo.

¿Podremos dejar de jugar a creer que el dogma es la solución para todos los males que el patriarcado nos plantea?

Las cuestiones que afectan a los cuerpos están (y deben estar) en la agenda de los feminismos. Y debemos abordarlas desde espacios de debate no violentos. Cuestiones como el trabajo sexual, la gestación por sustitución o las disidencias sexuales merecen debates honestos en torno a la capacidad de agencia o la autonomía de los cuerpos.

El debate sexo-género se está convirtiendo, por otra parte, en una manifestación más de la cultura patriarcal, donde parece que la violencia se utiliza más que la razón para defender las propias posiciones. Ni el sexo es categorial y dicotómico ni el género es dimensional y líquido; ni el sexo es solo biología ni el género es solo construcción social. Ni el género es un invento patriarcal ni el sexo es una categoría natural.

¿Podemos debatir las cuestiones que atraviesan a los cuerpos con más rigor? ¿Podremos dejar de jugar a creer que el dogma es la solución para todos los males que el patriarcado nos plantea? ¿Acaso pensamos que la salida a toda esta naturalización de los roles pasa por aferrarnos a la biología como un nuevo dios? ¿Acaso pensamos que la violencia es la herramienta que deben utilizar los feminismos para convencer? ¿Acaso pensamos que señalar al disidente es la mejor manera de conseguir sociedades más igualitarias?