Lecciones aprendidas del rescate de Julen desde el punto de vista de un ingeniero

Lecciones aprendidas del rescate de Julen desde el punto de vista de un ingeniero

Las probabilidades de fracaso y de accidentes y pérdidas humanas durante el rescate fueron, desde mi punto de vista, demasiado altas.

Imagen de archivo de las tareas de rescate de Julen. Europa Press News via Getty Images

Por Víctor Yepes Piqueras, catedrático en el área de Ingeniería de la Construcción, Universitat Politècnica de València:

Durante trece días, buena parte de las sociedad española estuvo pendiente del rescate del pequeño Julen Roselló en el municipio malagueño de Totalán. La importancia del tema obliga a tomar posición sobre un asunto en el que en nuestro país tiene mucho que hacer al respecto. Se trata de cómo afrontar una emergencia difícil cuando hay vidas en juego.

Voy a aprovechar la experiencia del dramático suceso para extraer algunas lecciones aprendidas que, espero, alguien tenga a bien aplicar.

El pasado 24 de septiembre de 2019, en la Escuela de Ingeniería de Caminos de la Universidad Politécnica de Valencia, Ángel García y Mauricio Delgado impartieron una conferencia sobre aspectos técnicos y humanos del rescate de Julen. Ambos integraron un reducido grupo de ocho ingenieros de caminos que, junto al operativo montado al efecto, colaboró con las tareas de rescate.

Explicaron con mucho detalle las circunstancias que supuso esta tragedia, y todos los presentes nos emocionamos al escuchar el relato. Se trató de una obra de ingeniería civil humanitaria sin precedentes, en la que resaltó la importancia de los procedimientos constructivos en la resolución del problema.

El resultado fue que la ingeniería demostró su vocación de servicio público y su capacidad técnica.

Sin embargo, los riesgos tomados fueron excesivos.

El rescate fue un acto de coraje personal y técnico. En el momento y lugar preciso se juntó un grupo de personas que, de forma voluntaria, asumió una responsabilidad por encima de lo exigible y se jugó su prestigio profesional y el de toda la profesión.

Aun así, acometieron un trabajo descomunal, de elevadísima complejidad técnica y con una presión desmedida por parte de los medios de comunicación y del público. No era para menos.

Justo aquí está el meollo del problema sobre el que quiero reflexionar: en este caso, único, se tuvo la suerte de contar con un grupo muy especial de técnicos que difícilmente se podría repetir en otro caso parecido. Que unas personas como Ángel, Mauricio y el resto del equipo (Brigada de Salvamento Minero de Asturias, Guardia Civil, empresas voluntarias, etc.) dejaran todo para meterse en la boca del lobo fue una gran suerte para todos.

Pero eso no puede ser en un Estado moderno como España. Se pudo rescatar (desgraciadamente, ya sin vida) el cuerpo del niño, pero las probabilidades de fracaso y de accidentes y pérdidas humanas durante el rescate fueron, desde mi punto de vista, demasiado altas.

Analicemos con mayor detalle el problema desde la distancia en el tiempo y la independencia que supone no haber participado directamente en esta crisis.

Rescates, inundaciones, accidentes, incendios, terremotos, crisis alimentarias, epidemias y atentados son solo algunos ejemplos de hechos extraordinarios que, desgraciadamente, presentan una mayor recurrencia. Estas crisis se alejan de los casos habituales a los que nos enfrentamos los técnicos todos los días, por difíciles que estos sean. Se puede caracterizar este tipo de crisis, sin pretender se exhaustivos, por lo siguiente:

  • El tiempo para resolver la crisis es extremadamente limitado, pues hay vidas en juego.
  • Se pueden perder más vidas en la resolución del problema que en la propia crisis.
  • La crisis aparece en cualquier parte, por lo que los medios físicos y humanos para resolverla pueden no existir o tardar en llegar.
  • La resolución técnica del problema es compleja, pues no se tienen todos los datos necesarios para tomar decisiones. Tampoco hay tiempo para obtenerlos.
  • Es necesaria la participación de distintos tipos de profesionales, a los que se les debería exigir una gran competencia y experiencia en su campo.
  • Se deben tomar decisiones rápidamente, sujetas a un elevado grado de incertidumbre y asumiendo riesgos que en otras circunstancias serían inaceptables. Se trabaja con coeficientes de seguridad inferiores a los normales.
  • Es difícil coordinar una crisis si no existe una jerarquía clara en el mando de la operación y en la toma de decisiones. Los factores psicológicos pesan sobre los responsables, sobre los que cae toda la gravedad de la toma de decisiones y sobre los que se ejerce una presión insoportable. Suelen acabar con estrés postraumático.
  • Suele existir una presión muy importante que, incluso, suele terminar en un espectáculo mediático debido al gran interés social despertado.
  • La comunicación con los medios de comunicación es clave en la crisis. Es necesaria la transparencia, la prudencia y la veracidad de lo que se comunique.

¿Qué se debería hacer para aumentar la probabilidad de éxito en la resolución de una crisis? De la lectura de los anteriores puntos se pueden extraer algunas recomendaciones, algunas de las cuales es muy posible que ya se encuentren en marcha:

  • Se debe trabajar en protocolos de actuación que reduzcan drásticamente las incertidumbres en la toma de decisiones.
  • El Estado debe asumir la responsabilidad, desde el primer momento. No se puede delegar en el altruismo de unas personas, sobre todo cuando pueden existir responsabilidades civiles o penales.
  • Se debe inventariar un conjunto de máquinas especiales y medios técnicos considerados “estratégicos” en la resolución de este tipo de crisis. Deben estar geolocalizados, siempre disponibles en caso de emergencia y con acuerdos previos con las empresas correspondientes. El uso de maquinaria estratégica no puede depender de la buena voluntad de las empresas.
  • Se debe realizar un listado de expertos en temas especiales que puedan ponerse a disposición inmediata de las autoridades. Su trabajo sería siempre de asesoría, no de toma de decisiones, que recaería sobre el Estado.
  • Tanto los recursos técnicos como humanos necesarios podrían provenir de otros países. Se requeriría una estrategia conjunta de emergencias a nivel europeo, o incluso de mayor nivel para casos muy excepcionales.
  • Se debe incluir, dentro de la Unidad Militar de Emergencias, o del cuerpo que así se considere oportuno, ingenieros y técnicos expertos en diversos campos, con una formación técnica muy sólida y específica en la resolución de crisis.
  • Es necesario un procedimiento administrativo de urgencia que resuelva la contratación inmediata de medios y empresas, con las cautelas necesarias, pero sin que entorpezca la resolución de la crisis.
  • Resulta clave una comunicación directa, transparente, profesional, prudente y veraz de lo que está ocurriendo en cada momento. Esta competencia es difícil y debe aprenderse.

Este artículo no estaría completo si no conociéramos, de primera mano, lo que opinan Ángel y Mauricio. Coinciden, básicamente, con lo que yo he expuesto, aunque su opinión es de primera mano y, por tanto, más valiosa que la mía. Su opinión se ha podido conocer a través de numerosas entrevistas y conferencias que han impartido.

Creo que algo hay que hacer. En las conversaciones mantenidas con Ángel y Mauricio se habló de implicar a las universidades en la realización de algún máster o curso sobre estas materias. Es un buen comienzo, pero no suficiente.

Una versión de este artículo fue publicada en el blog de la UPV del autor.