Libros sobre diálogo, confianza y democracia que podrían leer Pedro Sánchez y Pablo Iglesias

Libros sobre diálogo, confianza y democracia que podrían leer Pedro Sánchez y Pablo Iglesias

WMagazín recupera algunos libros sobre cinco ideas esenciales en este debate: confianza, diálogo, política, ética y el riesgo de muerte de la democracia.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en una imagen de archivo. Getty Editorial

Por Santiago Vargas

En un mundo donde todos se ufanan de tener millares de amigos exhibidos en las redes sociales donde explayan sus afinidades, ideas, gustos y teorizan sobre conceptos como diálogo, confianza, respeto, ética y convivencia, dos personas que parecían llevarse bien por el bien de más de medio país son incapaces de practicar lo predicado: Pedro Sánchez, presidente en funciones de España, y Pablo Iglesias, líder de la agrupación política Unidas Podemos. El desencuentro es tal que de no ponerse de acuerdo sobre la investidura presidencial de Sánchez, España volverá a elecciones el 10 de noviembre, las cuartas en cuatro años. El plazo es este martes 17 de septiembre.

Ha sido un verano en que el diccionario ha visto cómo entre los dos políticos el cruce de reproches y acusaciones ha tensado el lenguaje y tratado de sumar definiciones, acepciones y matices sobre palabras y conceptos como diálogo, confianza, desconfianza, ego, humildad, coalición, soberbia, ambición, irresponsabilidad, tozudez, democracia, ética, lealtad, compromiso, irreconciliable, humillación…

En medio de este carnaval lingüístico, etimológico y conceptual, WMagazín recupera algunos libros de filósofos y expertos que reflexionan sobre cinco ideas esenciales en este debate: confianza, diálogo, política, ética y el riesgo de muerte de la democracia. Antes convendría recordar un par de reflexiones de Marco Aurelio en Meditaciones:

Los siguientes son los libros recomendados alrededor de este desencuentro y pasajes clave de estos donde sus autores ofrecen una breve clase magistral:

Diálogo es uno de los conceptos más reclamados en todos los tiempos y en todos los ámbitos. Y hoy, en la era de la comunicación, donde todo debería ser más fácil, el tejido que conecta a unos y a otros es más frágil. Está hecho de remiendos. Es una de las paradojas más tristes y complejas que David Bohm (Estados Unidos, 1917-Inglaterra, 1992) analiza en su libro al ir a las raíces de su historia y fines hasta el proceso que busca hacer realidad el diálogo, la comunicación, la información. Bohm recuerda que dialogar no es hablar por hablar sino que el diálogo explora la mente y la psique humana.

Y lo dijo uno de los físicos cuánticos más relevantes del siglo XX. El siguiente es un fragmento de su libro Sobre el diálogo donde da una pequeña lección sobre las diferencias entre diálogo y discusión:

“El diálogo no sólo puede tener lugar entre dos sino entre cualquier número de personas e incluso, si se lleva a cabo con el espíritu adecuado, una persona puede llegar a dialogar consigo misma. La imagen que nos proporciona esta etimología sugiere la existencia de una corriente de significado que fluye entre, dentro y a través de los implicados. El diálogo hace posible, en suma, la presencia de una corriente de significado en el seno del grupo, a partir de la cual puede emerger una nueva comprensión, algo creativo que no se hallaba, en modo alguno, en el momento de partida. Y este significado compartido es el ‘aglutinante’, el ‘cemento’ que sostiene los vínculos entre las personas y entre las sociedades.

Comparemos esto con el significado de la palabra ‘discusión’, un término que tiene la misma raíz que las palabras ‘percusión’ y ‘concusión’, y cuyo significado es disgregar. El término ‘discusión’ subraya la idea de análisis, de personas que sostienen puntos de vista diferentes y que, en consecuencia, conciben y desmenuzan las cosas también de modo distinto, lo cual, obviamente, tiene su importancia, pero resulta limitado y no nos permite trascender la divergencia de puntos de vista. En este sentido, la discusión se asemeja al pimpón en que las ideas van y vienen y en que el objetivo es ganar o conseguir el mayor número de tantos posible. Tal vez, en un juego de estas características, se apele a las ideas de alguien para respaldar las propias, pero el objetivo, en cualquiera de los casos, es vencer. Éstos son, al menos, los cauces por los que habitualmente suele discurrir una discusión.

El espíritu del diálogo, sin embargo, es completamente diferente porque, en él, nadie trata de ganar y, si alguien gana, todo el mundo sale ganando. En el diálogo no se trata de obtener más puntos ni de hacer prevalecer una determinada perspectiva porque, cuando se descubre un error, todo el mundo sale ganando. El diálogo es un juego al que podríamos calificar como ‘ganar-o-ganar’ (a diferencia de lo que ocurre en la discusión, un juego del tipo ‘yo-gano-tú-pierdes’). Pero el hecho es que el diálogo es algo más que una participación común en la que no estamos jugando contra los demás sino con ellos. (…)

Ahora bien, ¿por qué es necesario del diálogo? Si la gente tiene dificultades para comunicarse aun en el seno de un pequeño grupo, qué no ocurrirá en un grupo de unas treinta o cuarenta personas, a menos que haya un propósito definido o que alguien se encargue de encauzarlo. Esto es así porque cada uno de los participantes sostiene creencias y opiniones diferentes. Y no se trata de creencias superficiales sino de creencias básicas, creencias que giran en torno a cuestiones realmente fundamentales como, por ejemplo, el sentido de la vida, los propios intereses, los intereses de su país o los intereses religiosos, es decir, todo aquello que uno piensa que es importante. Y es que la gente no suele tolerar fácilmente el cuestionamiento de sus creencias más profundas y suele defenderlas con una gran carga emocional. El hecho es que albergamos todo tipo de creencias, no sólo creencias políticas, económicas y religiosas, sino también creencias sobre lo que pensamos que debería hacer un individuo, sobre el significado de la vida, etcétera”.

La confianza es un término al que todas las personas aspiran a dar y recibir. Pero no basta con desearla y/o expresarla. La confianza se gana y está hecha de diversas actitudes reconocibles y de otra que responde a la pura percepción del otro o los otros. La confianza transita por el borde de la duda, siempre, puede ser como un sonámbulo haciendo equilibrismo. La confianza tiene en su ADN la ilusión y por eso mismo está expuesta a la decepción, al desengaño. El filósofo Carlos Pereda analiza el entramado de la cultura de la confianza y la desconfianza. “Apuesta por la cultura de la argumentación o, lo que es lo mismo, de la responsabilidad”, dicen en Herder, su editorial. “La adquisición de la autonomía es un logro complicado pues consiste en descubrir las mejores razones para creer y actuar en cada situación”.

El siguiente es un pasaje del libro Sobre la confianza, de Carlos Pereda:

“Defender la conjetura de una confianza general como bien primario, presupuesto de toda práctica, no implica, defender, que en cualquier circunstancia, cualquier modo de esa confianza es un bien. Por eso es útil atender situaciones cuando la confianza general, pasiva, espontánea no solo se vuelve disfuncional sino que se desmorona, porque han aparecido razones para desconfiar.

No es raro decepcionarse. Peor aun, las decepciones visitan tan en exceso que no solo abruman: paralizan. Pero hay muchos tipos de decepciones. Las personas se decepcionan porque hacen anticipaciones equivocadas o se engañan. A menudo también se decepcionan porque meticulosamente se han engañado a sí mismas. Sin embargo, no es arduo observar cierta asimetría en la producción de las rupturas de la confianza a que se hace referencia con expresiones como ‘nos equivocamos’, ‘nos engañamos’, por un lado, y ‘nos engañan’, por otro”.

“Los ciudadanos son la clave y los grandes ausentes en la democracia representativa”, afirmó Adela Cortina en el acto de apertura de la XXVI edición de la Universitat d’Estiu de Gandia, el 13 de julio de 2009. La Catedrática de Ética y Filosofía Política defiende la “democracia de los ciudadanos” y con unos partidos que realmente se democraticen y piensen antes que en ellos en los ciudadanos a quienes sirven.

El siguiente es un pasaje de la introducción del libro que recoge la conferencia de Adela Cortina:

El pensamiento que guía la reflexión de Cortina tiene que ver con su inquietud sobre cómo establecer el poder del pueblo, si es que se puede seguir hablando del poder del pueblo, y su relación con los ciudadanos, por lo que, no conforme con una simplificación de la democracia en un modelo representativo que suma en una baja o nula participación en asuntos públicos, Cortina aboga por un tipo de democracia comunicativa, en la que el pueblo y su relación con el poder se entiende como un conjunto de ciudadanos, que discrepan desde el punto de vista de sus intereses, de sus preferencias y cosmovisiones, pero están unidos por el diálogo racional por su empeño en intentar pensar y razonar conjuntamente. [Les une] la amistad cívica, el debate público y la apuesta por un intercambio de opiniones, del que pueden obtener enriquecimiento mutuo y la forja de una voluntad en común.

La búsqueda por establecer una democracia desde esta perspectiva lleva a plantear un modelo distinto de democracia que Cortina define como democracia comunicativa (o de los ciudadanos), que difiera de un modelo basado en emociones y manipulación de las mismas (democracia emotiva), o bien en un modelo que se nutra de la sumatoria de los intereses individuales a partir de los cuáles se desarrolla un bien común (democracia agregativa). Cortina vincula la necesidad de fortalecer la ciudadanía dentro de un modelo democrático, con su propuesta de una ética de mínimos en el que la voluntad de diálogo se vuelve una pieza fundamental, así como la autonomía y en un sentido de solidaridad por descubrir en conjunto qué es lo justo y ponerlo en práctica en lo cotidiano”.

Norberto Bobbio (Italia, 1909-2004) fue uno de los filósofos y exponentes importantes del socialismo liberal del siglo XX. Tuvo en la política uno de sus campos de pensamiento y acción que lo llevaron a analizar los problemas políticos contemporáneos a la luz de la mirada de los clásicos. Muchas de esas ideas intentó recogerlas en el proyecto Teoría general de la política pero no pudo. Después Michelangelo Bovero logró reunir las principales teorías de Bobbio del estado y la política. Piezas en las que se habla de democracia, libertad, diálogo, política, paz, guerra,

El siguiente es un pasaje sobre el pensamiento bobbiano:

“Las controversias que desde siempre surgen acerca de los conceptos políticos no son radical­mente insolubles, según Bobbio, justamente porque, en principio, es posible separar el significado ‘emotivo’ —’esencialmente discutible’ en la medida en que expresa adhesión o rechazo, y remite a pasiones, preferencias o ideales— de un significado descriptivo, o explicativo, axiológicamente neutral. La separación de ambos tipos de significado, mediante la reconstrucción en términos puramente descriptivos de los conceptos políticos —y, en especial, de nociones como libertad, igualdad, justicia, democracia y paz, que normal­mente se consideran ‘valores’— no sólo es posible y adecuada para orientarse en la realidad sin verse condicionado por los prejuicios, sino que, en modo alguno, constituye una desnaturalización de tales conceptos. Las definiciones apológicamente neutrales no ‘esterilizan’ los valores o, mejor dicho, no impiden (ni podrían hacer­lo) las opciones valorativas que constituyen una componente esen­cial de la acción política, sino que, por el contrario, contribuyen a hacerla más razonable y sensata”.

La fragilidad del sistema democrático se aprecia en estos tiempos con el alza de los populismos. Los profesores Levitsky y Ziblatt, de la Universidad de Harvard, han estudiado durante dos décadas la caída de varias democracias en Europa y Latinoamérica y creen que está en riesgo. Plantean qué podemos hacer para salvar la democracia porque esta se va erosionando en sus diferentes frentes e instituciones. Sugieren salidas en el camino hacia el autoritarismo y los populismos.

El siguiente es un pasaje de Cómo mueren las democracias:

“Todas las democracias albergan a demagogos en potencia y, de vez en cuando, alguno de ellos hace vibrar al público. Ahora bien, en algunas democracias, los líderes políticos prestan atención a las señales de advertencia y adoptan medidas para garantizar que las personas autoritarias permanezcan marginadas y alejadas de los centros de poder. Frente al auge de extremistas o demagogos, protagonizan un esfuerzo conjunto por aislarlos y derrotarlos. Y si bien la respuesta de las masas a los llamamientos de extremistas reviste importancia, más importante aún es que las élites políticas y, sobre todo, los partidos políticos actúen de filtro. Dicho sin rodeos, los partidos políticos son los guardianes de la democracia”.

Dicha esta advertencia, Levitsky y Ziblatt ayudan a identificar a estas personas autoritarias, a cómo identificarlas y cómo mantenerlas a raya, pero antes recuerdan:

“Por desgracia, no existe ningún sistema de alerta anticipada infalible. Muchas personas autoritarias pueden ser identificadas fácilmente antes de llegar al poder. Su historial no deja lugar a dudas: Hitler había liderado un putsch fallido; Hugo Chávez había encabezado un alzamiento militar que concluyó en fracaso; los ‘camisas negras’ de Mussolini perpetraban violencia paramilitar; y, en la Argentina de mediados del siglo XX, Juan Perón ayudó a dar un golpe de Estado fructífero dos años y medio antes de postularse como presidente del país. Ahora bien, los políticos no siempre revelan la magnitud de su autoritarismo antes de ascender al poder. Algunos se adhieren a las normas democráticas en los albores de sus carreras y las abandonan posteriormente. Piénsese, por ejemplo, en el primer ministro húngaro Viktor Orbán”.

La pregunta, entonces, es ¿cómo se identifica el autoritarismo en políticos que no tienen un historial antidemocrático evidente? En este punto los dos investigadores se remiten al politólogo Juan Linz, nacido en la Alemania de Weimar y criado en plena Guerra Civil española que como profesor en Yale investigó cómo mueren las democracias y en su libro La quiebra de las democracias (1978) “recalca la función de los políticos y demuestra que su actitud puede apuntalar la democracia o hacerla tambalear”.

A partir de este trabajo de Linz, Levitsky y Ziblatt concibieron cuatro señales de advertencia conductuales que aunque pueden parecer obvias a la luz de los acontecimientos de estos dos últimos años vale la pena dejar claras y que, escribe, “Deberíamos preocuparnos en serio cuando un político:

 

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