'Lisístrata' y 'Las bacantes', comedia y tragedia en la Grecia actual

'Lisístrata' y 'Las bacantes', comedia y tragedia en la Grecia actual

Dos montajes que atraerían a cualquier aficionado al teatro.

'Lisístrata'. Elina Giounanli

Han coincidido en Atenas dos montajes contemporáneos de dos clásicos griegos. Lisístrata de Aristófanes montada por el Teatro Nacional de Grecia que está de gira y se ha podido ver en el Teatro de Piedra de Atenas y Las bacantes de Eurípides producido por People Entertainment Group que se ha podido ver en el mítico Odeón Herodes Atticus a los pies de la Acrópolis. Dos montajes que atraerían a cualquier aficionado al teatro, sobre todo por ver cómo los griegos, vapuleados por las crisis mundiales que se suceden, enfrentan a sus clásicos hoy. Una experiencia similar a la que tuviese alguien que fuera a España y tratase de ver cómo se afrontan los clásicos del Siglo de Oro desde una perspectiva actual.

Lisistrata es una divertida comedia, muy de hoy en día. Las atenienses hartas de que sus maridos estén dedicados a la guerra en cuerpo y alma (y, es de pensar, de que cumplan con algo rapidito y se vayan) deciden hacer una huelga de sexo hasta que firmen la paz con sus archienemigos los espartanos, los griegos de la polis de al lado, para que nos entendamos.

Un terreno que escenográficamente se ha representado como un lugar lleno de cráteres que irán siendo ocupados por los distintos personajes, desde la que dirán sus parlamentos, normalmente enmascarados. Y también serán ocupados por grandes cantidades de ropas usadas, dejadas en el suelo, abandonadas, una bonita y sutil metáfora de la guerra (consumista) en la que estamos. No usando la máscara del covid, sino unas máscaras teatrales muy atractivas que, a la salida, como hay que pasar al lado del escenario el público no puede evitar el acercarse a tocar aquellas que los actores dejaron en el escenario cuando salieron del mismo y dejaron de ser sus personajes. Máscaras tan bonitas como también lo es el vestuario. Contemporáneo, con color, algo boho-chic excepto para Lisístrata que en ese estilo tiene el vestido de una mama mediterránea entrada en años y en kilos y con la misma fuerza.

  5f5406032400004b0c921c34'Las bacantes'

Aunque si destaca por algo esta obra es por su elenco. Comandadas por la carismática Vicky Stravopoulou que se nota que es querida por el público. Y también destaca por su dirección. Muy contemporánea y algo intervenida por Odysseas Papaspliopoulos, que llega incluso a salir a escena, cuando, los díscolos actores, le siguen en su forma de hacer para irsele tres pueblos más allá, y llegar a incluir algunos versos de Lorca o a pasarse con la defensa y aplicación del teatro físico que, según una de las actrices, les pide el director. En este juego teatral llegan hasta justificárselo y discutírselo, tanto que tiene que llamarlos al orden.

El caso es que ellos se lo pasan bien y el público también. La gente que ha acudido a este teatro a las afueras de Atenas, en la zona de Petrópolis, que exige desplazarse específicamente aquí, se ríe a mandíbula batiente. Con estas mujeres que decidieron, en un mundo de hombres libres (pues solo si eras hombre eras ciudadano de la polis con derecho a voto), ejercer sus derechos y cambiar el mundo, el mundo griego.

Las bacantes es un texto más extraño. Para empezar, se trata de una tragedia, el terrible castigo que Dionisos, el dios del vino y la alegría, infringe a Penteo, el rey de Tebas, por revelarse frente a sus bacanales, unas fiestas de desfase total de drogas (que entonces era el vino), sexo y rocanrol, para que se entienda hoy en día. Aunque lo que le molesta al rey es que las mujeres tebanas se entreguen a las orgías, lo diga quien lo diga ¡vamos hombre! ¿eso donde se ha visto?

No importa que un sabio visionario como Tiresias, un intergénero, le avise. Tampoco que le avise su padre. Ambos, ya mayores, y pasados de vuelta, le recomiendan que se entregue a la fiesta para no molestar ni enfadar al dios. Tampoco sirve que el propio Dionisios, presentado como un don nadie, un extranjero cualquiera, trate de avisarle. El rey se ha obcecado en doblegar al dios y este planificará para él y su familia un terrible castigo que los convertirá en la burla de todos y una lección para esos que se burlan.

Una obra que tiene un comienzo impresionante con un dios que sale desnudo al escenario a decir su texto y que se le viste de forma estrafalaria con un pantalón, un vestido, una gabardina y una corbata de payaso, larga y grande. Al que George Kposidas sabe darle una prosodia, una forma de decir, totalmente divina y dionisiaca. Un acierto de dirección y una más que perfecta interpretación.

Unos actores que tienen que lidiar con la idea de su director de convertirlos en personajes o payasos salidos de los circos o de Joker, la aclamada y exitosa película de Todd Phillips. Una idea que de puro inorgánica para el texto, al menos como está aquí ejecutada, y obligados a seguir adelante con ella, dificulta tanto la presencia de los actores en escena como la tragedia.

Porque igual que comedia no significa hacer reír, o no solo, la tragedia, exige drama. Y en Las bacantes de Hristos Sougaris, el director, quiere jugar a la gracieta, que hace bien y hace reír, pero indispone al silencio intenso, a la tensión, que exige lo que se está viendo, lo que sucede en escena. Esa obcecación de los hombres por hacer lo que no se puede hacer y además es imposible, por muy caprichoso que sea lo natural o lo divino. Esa tragedia que se vive una y otra vez estos días, que de alguna manera, la sociedad actual la promueva y con ella la frustración (freudiana o no) y la ansiedad y las patologías que pueden acompañarla.

Y es que nada tiene que ver con la actualización de los trajes o de las maneras de actuar. La coincidencia en el tiempo de estos dos montajes lo ponen de manifiesto. Ambos actualizados en las formas. Pero difieren en lo que esas formas contienen. El primero, Lisístrata, es una inteligente reflexión de lo que nos pasa a partir de un clásico. Un clásico que permite el juego con los roles contemporáneos, lo más tópico. Lo que, a su vez, permite al director, ridiculizar lo actual, sin insultarlo, sin banalizarlo. Consciente de que es un debate que está ahí. Que se produce día a día, de la igualdad de sexos y géneros (incluidos los teatrales).

Bonitas lecciones griegas, las que siguen proporcionando sus clásicos. Hermoso ver cómo se baten el cobre en esta tierra con todo su acervo cultural.

Algo que, en el segundo caso, más preocupado por buscar imágenes, crearlas, a la forma contemporánea, se olvida de contar la tragedia y lo que de enseñanza o educación tiene para sus contemporáneos. Y, a medida que pasa la obra, se disfruta con la música del conocido Stefanos Korkolis, muy adecuada y bien ejecutada por él en directo. De lo mejor de la función porque ha entendido cuál es su rol en el teatro (para otro rol, como músico solista, ya hace una apertura musical). Se disfruta con ese Tiresias que recorre el escenario con un paraguas sobre el que cae agua, claro. Pero pone al espectador en un nivel meramente estético y, algunas veces, en un espíritu de comedia, que le impide sufrir y empatizar con Penteo, el rey protagonista empeñado en negar al dios, sus órdenes. Le impide conocerse y enfrentarse a sí mismo, solo le agrada, le complace, y esta obra no va de eso.

Pues la desgracia de Penteo es un poco la nuestra de cada día. En este mundo en el que vivimos en tierra de nadie, donde las cosas no suceden como queremos, ni se cumplen nuestras expectativas como dice el escritor Alejandro Gándara en un corto vídeo filosófico que acaba de publicar. Tan solo suceden y nosotros tenemos que hacer lo que podemos, incluso lo que nos dejan, si no queremos morir en el intento.

Bonitas lecciones griegas, las que siguen proporcionando sus clásicos. Hermoso ver cómo se baten el cobre en esta tierra con todo su acervo cultural. Verlos divertirse como atenienses, como hombres y mujeres libres que se consideran, y, a la vez, verlos sufrir, empeñados en negar a los dioses, a los que mandan, y a sus mandatos. Aunque se los lleven por delante y con ellos a las madres que les trajeron al mundo y a los que les sobrevivan. El teatro y sus dos caras para celebrar a Dionisios, el dios del teatro. La comedia y la tragedia griegas.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.