Los ideales del Partido Popular Europeo para el 26-M

Los ideales del Partido Popular Europeo para el 26-M

Estos son los cimientos ideológicos del grupo que aspira a repetir como el más votado del Europarlamento y en el que se integra el PP español.

Manfred Weber y Pablo Casado, en un acto celebrado en España el pasado enero.Manfred Weber / Twitter

En el Parlamento Europeo existen hoy ocho grupos políticos, frente a 28 países socios. Como una representación nación a nación y formación a formación sería imposible de cuadrar, los distintos partidos se ven abocados a aliarse, a sumar fuerzas y a unirse bajo paraguas comunes, los de quienes comparten una misma manera de ver el mundo, un programa similar. A España le corresponden 59 escaños de los 705 que tiene la nueva Eurocámara, reducida tras el anuncio de salida del Reino Unido, el bucle del Brexit.

De cara a las elecciones comunitarias del próximo 26 de mayo, en El HuffPost hacemos repaso del ideario esencial de cada uno de estos grupos, y comenzamos con el Partido Popular Europeo (PPE), el mayoritario, con 216 de una Cámara que, hasta ahora, tenía 751 parlamentarios. Su líder es Manfred Weber, de la alemana Unión Social Cristiana de Baviera (CSU). Este bloque cuenta con 14 miembros de la Comisión Europea, incluido el presidente Jean-Claude Juncker, y siete en el Consejo Europeo, además también de su presidente, Donald Tusk.

De cara al 26-M las cosas pintan bien para los azules. Las primeras proyecciones de voto publicadas por la Eurocámara apuntan a que el Partido Popular Europeo seguiría siendo la fuerza mayoritaria, con 183 diputados, pese al aumento de los populismos. Según estos pronósticos, los socialistas obtendrían 135, los liberales 75 y la suma de los euroescépticos puede superar los 150.

“Todos los partidos que lo integramos compartimos los valores de la libertad, la igualdad, la solidaridad, la justicia y el pluralismo como principios de nuestro ideario común, defendemos la Democracia, el Estado de Derecho y el respeto por los derechos humanos como base de la convivencia en paz y libertad y consideramos la persona como eje y destino de toda nuestra acción política”, explica el PP español en uno de sus documentos de campaña. Ellos son la cuota patria en el seno del PPE, que alberga también a la CDU de Angela Merkel o a los Republicanos de Francia.

El PPE presenta sus planteamientos sin dobleces ni medias tintas: el aglutina a lo que tradicionalmente llamamos la derecha europea y por eso es partidario de las bajadas de impuestos, de “reducir el gasto público innecesario”, del impulso empresarial (más créditos, menos burocracia) y la seguridad como garante del progreso. Las políticas sociales no ocupan mucho espacio en su imaginario.

Economía, empresa e inversiones

“Ahora queremos impulsar un programa de reformas para el futuro de Europa, a fin tanto de mejorar la competitividad, para que haya más crecimiento y puestos de trabajo, como de recuperar la confianza de los ciudadanos europeos. El mercado único es el instrumento idóneo para alcanzar este objetivo: hay que aplicar la normativa existente y aprovechar la potencia del mercado único digital”, dice directamente Weber en la presentación de su grupo.

El PPE es defensor del mercado único europeo porque “mejora la competitividad” y apuesta por la reindustrialización del continente. “Europa debe mejorar su competitividad industrial evitando una excesiva carga reglamentaria a sus empresas”, explica en su web. La agenda digital y la política energética común son otras de sus grandes apuestas, junto a la “reindustrialización”. “Europa debe mejorar su competitividad industrial evitando una excesiva carga reglamentaria a sus empresas”, sostiene: menos papeleo, más agilidad.

En sus bases está la creación de un “entorno favorable para las pymes, facilitando mejores condiciones legales para la creación de nuevas empreaas y su financiación”, con acceso a créditos con tipos de interés similares y asequibles en toda la Unión e “instrumentos de financiación modernos como el capital riesgo, el crowdfunding o los bonos, así como condiciones de acceso a la financiación y a las licitaciones públicas equivalentes a nivel nacional y europeo”.

Entre sus metas está la de crear un marco que permita a las empresas invertir más en investigación y desarrollo. Ese marco ya existe, es el Marco Financiero Plurianual (MFP), que ellos quieren centrar en innovación, inversión, creación de empleo y crecimiento económico.

  Un trabajador de la planta de trenes de alta velocidad TGV, en la factoría de SNCF Technicentre en Bischheim, Francia. FREDERICK FLORIN via Getty Images

El matiz social de este sistema económico apenas está apuntado en sus principios. Sostiene que la “conciencia social” sumada a “los principios de un mercado dinámico” son las que han garantizado “estándares de vida altos y beneficios sanitarios y sociales para todos los ciudadanos europeos necesitados. El empleo, el crecimiento y el comercio son los tres pilares de la Economía Social de Mercado”, insiste.

En esta línea, hace su ligera alusión a una política esencial como la sanitaria. “La UE tiene que apoyar las políticas de salud preventiva de los ciudadanos europeos, en concreto aquellas destinadas a mantener una vida saludable”, señala. Del modelo público, como el español, tan valorado por los ciudadanos, no hay defensa. “El esfuerzo conjunto de la UE debe dirigirse a reducir la cargas financiera y social de las enfermedades no transmisibles como el cáncer”, concluye.

“La disciplina presupuestaria no es un capricho”

Lo dejan claro desde el título de uno de sus epígrafes. “La economía social de mercado necesita unas finanzas públicas saneadas” y si Europa quiere mantener un buen nivel de protección social, “necesita cuanto antes una consolidación fiscal”. Su clave: recortar en lo “superfluo”, una palabra muy repetida por Weber.

Reducir el “gasto público innecesario”, dicen sin poner ejemplos, es una “condición para impulsar las inversiones y el crecimiento económico”. El presupuesto de la UE representa menos del 1% del PIB europeo para sus 500 millones de habitantes y debería ser “flexible” para que Europa pueda financiar sus políticas, insisten.

“Un nuevo sistema de recursos propios haría más transparente la financiación de la UE y serviría para que los Estados miembros fueran plenamente responsables de la buena gestión de los fondos comunitarios”. añaden. Ahora, un 80% de ellos se distribuye a nivel nacional, pero se responsabiliza de su vigilancia de la Comisión Europea. Entienden que con una mayor responsabilidad de las regiones la limpieza sería mayor.

  Una voluntaria instruye a un refugiado durante un taller de la iniciativa Arrivo Berlin para ofrecer salidas laborales a los recién llegados. Hannibal Hanschke / Reuters

Libertad y control

Para que ese modelo económico prospere se requiere de libertad y de control. Las dos cosas, según de qué hablemos, con complementarias. El PPE defiende la libre circulación en la UE como un principio “básico” de la Unión, pero en el que no puede haber espacio para los “abusos”. “Sólo así podremos lograr nuestro objetivo de simplificar y aumentar la movilidad laboral en Europa”, afirman, primando nuevamente el cariz laboral, el económico, no el social.

La inmigración aparece bajo el prisma de la mano de obra y la puerta abierta a los refugiados tiene condiciones. “Europa debe ofrecer protección a refugiados políticos y aquellos que huyen de guerras civiles. Para cumplir esta responsabilidad humanitaria, la UE debe establecer un sistema común de asilo que puedan aplicar sus estados miembros”, sostienen. Refugiados como los económicos, ambientales o sanitarios no estarían dentro.

Para darles acogida, apuestan por un sistema común en los Veintiocho, en el que se ponga a los nacionales por delante. “Europa necesita desarrollar una política común de asilo e inmigración en la que los Estados miembros puedan priorizar el acceso de los ciudadanos europeos a sus mercados laborales a la par que aumentan las ayudas dirigidas al desarrollo y a la ayuda humanitaria”.

“La UE no puede tolerar ni el fraude ni el dumping social. Los inmigrantes legales son bienvenidos al mercado laboral, pero debemos combatir los abusos y distinguir entre refugiados y migrantes económicos”, dicen claramente, reduciendo las oportunidades de quienes buscan, sencillamente, un futuro mejor. Apuestan por la repatriación o devolución de quienes “residen ilegalmente, para respetar la ley internacional y europea”.

Es llamativo que estas limitaciones al movimiento de migrantes y refugiados venga seguida, inmediatamente, de sus medidas sobre seguridad, centradas en combatir “el crimen organizado, la corrupción, las organizaciones terroristas y las dedicadas al tráfico de personas”. Una vinculación que no es nueva y ha sido denunciada, por ejemplo, en estudios como este de la Fundación Por Causa.

A su entender, “poner fin al crimen organizado y al tráfico de seres humanos es la mejor fórmula para evitar las tragedias de esas personas y de ayudar a los países pequeños y los países del litoral europeo que afrontan el problema de la inmigración en primera línea”, una apuesta previa a la acogida en Europa.

“Queremos hacer más seguras las fronteras europeas. Creemos que Europa debe aumentar los recursos financieros, humanos y técnicos destinados a esta tarea al tiempo que refuerza el papel y las competencias de la Agencia de Fronteras Exteriores”, el Frontex. Su visión de las migraciones es más policial que de acogida o de cooperación con los países de origen. Bloqueo en el mar y en fronteras terrestres como las españolas y devoluciones.

No obstante, piden a los socios que, en su compromiso para erradicar la pobreza extrema en 2030 como pide la ONU, se mantenga la UE como principal proveedor mundial de ayuda al desarrollo. “La UE debe conceder esta ayuda de forma prioritaria a los países que respeten las reglas del buen gobierno, los principios democráticos y los derechos humanos”.

En el apartado más social, los populares europeos añaden su defensa de la igualdad de la mujer, centrada en el fin de la brecha salarial y de la “violencia de género”, como la denominan, un cajón desastre de breve desarrollo en el que se añade la protección de la infancia y de las minorías.

 
  Viktor Orban, en una comparecencia en el Parlamento Europeo. Reuters

Un verdadero líder mundial...

El compromiso europeísta del PPE está fuera de toda duda. No sólo confían en Europa sino que quieren más Europa. Incluso han tenido cismas sonados en su propio seno porque algún aliado -léase Hungría- sacaba los pies del tiesto y trataba de ir por libre respecto de Bruselas en materias como inmigración. El Fidesz de Viktor Orbán ha sudo suspendido parcialmente al considerar que sus posiciones eran incompatibles con el ideario democristiano de la principal familia política conservadora del continente.

“Una Europa fuerte”, “con voz potente”, “un faro en Occidente”, “una locomotora de cabeza”, “protagonista y no secundaria”... Son algunos de los términos que Weber usa para resumir que Europa debe ser “un verdadero líder mundial” y no dejarse arrastrar por superpotencias como Rusia o EEUU (países con los que hay relaciones muy dispares entre los países que componen este grupo parlamentario). ¿Cómo se consigue llevar la voz cantante? Tomando las decisiones por unanimidad, defienden. 

Las materias en las que no debe haber disenso, enumeran, son las que pongan en riesgo los derechos humanos, la democracia o los principios fundamentales de la UE y las que tienen una “dimensión exterior, como la política de desarrollo, de inmigración, de seguridad, de lucha antiterrorista, de ampliación y de comercio”.

Hablan de una Unión de la Defensa, pero no claramente de Ejército Europeo, aunque justo entre los más conservadores es una idea que atrae (Merkel y Macron, a cuyo partido el PPE le tira los tejos desde hace años, son los que tiran de este carro), y también de seguridad e independencia energética, “para evitar que la energía se utilice como arma política contra ella”.

“La Asociación Transatlántica, uno de los pilares de la paz tras la Segunda Guerra Mundial, basado en valores e intereses comunes compartidos, ha estado sometida a altibajos a corto plazo, pero a largo plazo los principios de la colaboración entre la UE y EEUU como socios afines continúan siendo válidos y cruciales. Iguales principios son válidos para un sistema abierto y multilateral de comercio libre y justo”, recalcan unas formaciones cuya cercanía a Washington es generalizada.

En esa línea, defienden una diplomacia al servicio de su modelo de comercio mundial, “tan libre y tan justo como sea posible”, aumentando las exportaciones por estos lazos y abriendo nuevos mercados.

La UE, concluyen, “debe continuar su política de acuerdos de asociación a medida con los países vecinos, basados en el principio de más por más: cuanto más refuercen la democracia y el imperio de la ley esos países más obtendrán de la UE”, recuerdan.

Defienden que Bruselas ayude a “estabilizar” diferentes regiones vecinas y a “atraer” esos países hacia Europa “frente a los continuos intentos de desetabilización de Rusia para restaurar su influencia sobre los países de la antigua Unión Soviética”. Todos tenemos Ucrania en la cabeza ante semejante alusión.

En cuanto a una posible ampliación de la Unión, que aplauden como “una de las historias de éxito de la UE”, advierten de que “las futuras adhesiones tendrán que tener en cuenta el pleno respeto a los criterios de Copenhague y la capacidad de la UE para contar con un nuevo Estado miembro”. Es lo que se exige siempre, unas líneas rojas que comparten la inmensa mayoría de formaciones, de todo el arco parlamentario.

“De cara a los países del Sudeste de Europa, apoyamos el cumplimiento de los compromisos acordados en Salónica (2003), en los que se determinaron las condiciones en las que estos países podrán participar en el proceso de ampliación”, señalan. Es una carrera de fondo en la que aún no se ve ningún candidato a cruzar la meta en breve.