Los Mitos, aquellos chicos de Bilbao

Los Mitos, aquellos chicos de Bilbao

En el verano de 1969, en España y varios países se tarareaba el estribillo pegadizo de 'Es muy fácil'. El grupo que la interpretaba había tenido una carrera meteórica.

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De regreso de una actuación en Pamplona, Alberto Cortez le comentó al productor Rafael Trabucchelli:

-¿Sabes? He escuchado a unos chicos de Bilbao que cantan estupendamente…

Trabuccelli se le adelantó:

-Ya los hemos contratado, vendrán a grabar dentro de unos días. 

Apenas un año después, en el verano de 1969, en España y varios países se tarareaba el estribillo pegadizo de Es muy fácil, una canción optimista que invitaba a cantar y a olvidar las penas porque siempre “es mejor ver la vida como venga”.

El grupo que la interpretaba, Los Mitos, había tenido una carrera meteórica. Algunos de sus componentes, formaron hacía 1966 en el seno de la Escuela de Ingeniería de la capital bilbaína, una formación llamada Los Tañidores. Llegaron, incluso, a grabar un disco, Cerrado por balance, con la discográfica Tempo. Las expectativas que despertaron fueron tan buenas que algunos de sus componentes decidieron marcharse a Madrid a probar fortuna en la música. Otro, José Ignacio Millán, prefirió quedarse para terminar la carrera.

No había pasado ni un mes desde que se fueron, cuando varios amigos hablamos de formar otro grupo aquí. Óscar Matía, Carlos Zubiaga y José Antonio Santiesteban “Tony Landa” contactaron conmigo, y con Paco García hicimos un quinteto. Debimos elegir entre varios nombres: Los Tañidores, Los Secretos y al final nos decantamos por Los Mitos, que parecía el más adecuado. Esto fue en 1966, tenía 22 años -duda al repasar las fechas. Empezamos a tocar en un sitio que se llamaba Seis estrellas en diciembre. Al parecer, alguien que nos había escuchado y estaba en contacto con Rafael Trabucchelli en Hispavox, nos propuso que preparáramos una maqueta. Ese fue el salto, desde diciembre a abril. Cuatro meses. Grabamos varias canciones y eligieron dos para el primer sencillo: Cuando vuelvas y Coge mi mano.

En ese momento, Hispavox es el epicentro de la música española. Por los pasillos de la discográfica los cinco chicos de Bilbao se cruzan con otros grupos, Los Pasos, Los Payos, Los Pekenikes, Los Ángeles, y con artistas como Raphael, Miguel Rios, Mari Trini o Waldo de los Ríos, que incluso les arregla algunos temas.

“Aquél Estudio 1 de Hispavox era enorme, cada instrumento tenía una cabina para que no se mezclaran los sonidos… Con Trabucchelli se trabajaba muy cómodo. No dejaba de decirnos que todo iba muy bien, nunca nos echaba ninguna bronca, dominaba muchos instrumentos y era un pianista enorme. No le hacía falta ensayar para tocar. Le cantábamos alguna canción nueva y a los diez minutos estaba tocándola al piano. A Waldo, en cambio, casi ni le tratamos. Él grababa su parte, nosotros la nuestra y luego se mezclaba todo pero no coincidíamos. En cualquier caso, el resultado siempre nos sorprendía: de cantar nuestros temas con los cuatro instrumentos en directo a comprobar cómo sonaba el disco con violines y metal había una diferencia brutal. Así empezamos a aprender el oficio, casi medio año después teníamos otro disco grabado, y sonando en todas las emisoras del país, un representante y galas a la vista”.

En el verano del 69, el de la llegada del hombre a la Luna, se escucha con insistencia Es muy fácil. Las ventas se disparan. En poco tiempo se convierte en disco de oro en España y otros países. Incluso United Artists lo edita en Estados Unidos con algún cambio en su portada. La foto de Los Mitos aparece recortada sobre la bandera del arco iris.

“Intentamos imprimir un sonido alegre, optimista a nuestro repertorio. No teníamos muchos problemas, no hacíamos canciones protesta. La idea que surgía la trabajábamos en el local de ensayo, en Deusto, y de ahí al estudio. No nos complicábamos la vida, la cosa era hacer temas que gustaran a la gente y pudieran tararearla. No pretendíamos sentar cátedra. En la discográfica todo el mundo se volcaba con nosotros. Incluso el propio José Manuel Vidal Zapater, el presidente de la compañía, hizo la letra de una de nuestras canciones, una adaptación de un tema de Gershwin titulada La vida es una canción. Vidal Zapater la firmó con su seudónimo J. M. Pater. A Trabucchelli le había gustado cuando se la cantamos en inglés pero a los pocos días nos mandó a Bilbao la letra en español por correo. No había wasap entonces”.

En pleno éxito, Tony Landa, el vocalista, decide emprender su carrera en solitario. Con nuevos solistas, el grupo bilbaíno graba tres o cuatro singles por año. Alguno, como Mírame, suena con insistencia en 1972. A partir de ahí, la fama del quinteto empieza a decaer.

Nuestro último disco salió en el verano de 1975, Pussycat c’est la vie y Tiempo de amar, compuesta por mí. El 6 de enero de 1976 tocamos por última vez. Carlos se había incorporado a Mocedades, Óscar estaba la mili y me había quedado yo sólo con cuatro componentes nuevos. Aquello ya no marchaba como al principio y decidimos dejarlo. Llevábamos casi ocho años cantando, no podíamos seguir tocando como cuando teníamos veinte. Había gente joven que lo estaba haciendo mejor. Es la ley de la vida, habíamos llegado al final. Era mejor dejarlo”.

José Ignacio Millán, que había descubierto la música en el seno familiar, inició una nueva etapa en su vida, lejos de los escenarios y los estudios de grabación.

“Mi hermano tenía una tienda de alta fidelidad y televisores y me incorporé al negocio. Me dediqué a la familia, a mis hijos, no terminé la carrera. Nos volvimos a reunir otra vez, pero ya no era lo mismo. Ahora, la música es una jungla. O eres muy bueno, o es mejor que te despidas. ¿Que si siento nostalgia del escenario, del estudio de grabación? Naturalmente, pero no había otra alternativa. Todo el mundo en su profesión llega a sentir esa nostalgia. Ahora, me gusta juntarme con los amigos, tocar un poquitín la guitarra y cantar. Cuando suena bonito, cuando lo haces bien, sin querer destacar, es algo muy bonito. Canto de todo, me encantan los boleros y la bossa-nova. El mundo va cambiando. Cada tipo de música es para una época de la vida. Todos los días hay cosas nuevas”.

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).