Los muertos de la Guerra Civil siguen muy vivos

Los muertos de la Guerra Civil siguen muy vivos

Calvo Sotelo, Pasionaria, Largo Caballero… Los nombres de la Guerra Civil citados, manipulados y tergiversados resuenan en la tribuna de prensa del Congreso.

Disturbios en las calles de Madrid, en los albores de la guerra civil de 1936. (Photo by: Universal History Archive/Universal Images Group via Getty Images)Universal History Archive via Getty Images

Calvo Sotelo, Pasionaria, Largo Caballero… Los nombres de la Guerra Civil citados, manipulados, tergiversados los hechos históricos, resuenan en la tribuna de prensa del Congreso. La soledad del resto de las tribunas de invitados aumenta el eco de los fantasmas. Los diputados de Vox han arrastrado a Calvo Sotelo y Pasionaria a base de la manipulación de la historia que ejercen sin pudor. Largo Caballero, cuya estatua amaneció en Madrid hace tres días con las pintadas de “Asesino” y “Rojos no”, ha sido citado por el vicepresidente Pablo Iglesias contra la portavoz del PP Cuca Gamarra. Hay más ejemplos, pero dan tanta tristeza que con estos bastan.

Todo ello aderezado con la sordidez de los insultos y las descalificaciones, nauseabundas y ocultas bajo las mascarillas, envalentonados. Lo que convierte a muchas de sus señorías -especialmente a algunas de las del PP que están en la última fila y necesitan hacer méritos para regresar a primer plano y competir con los de VOX- en personajes hirientes, que generan tristeza y miedo. ¿De qué van estos tipos cuando la gente se está muriendo ahí afuera? se preguntan los periodistas, los diputados -que los hay- que no entienden este frentismo, esta confrontación aberrante, que profundiza el deterioro de la democracia, ya de por sí tocada.

Ha sido Pablo Casado quien ha calificado de “reforma a la polaca” los cambios legales que planean PSOE y Podemos. Cuando el PP se negó a apoyar una resolución del parlamento europeo sobre la deriva autoritaria de los gobiernos polaco y húngaro hace solo unos meses, alineándose así con la extrema derecha y al margen del grupo popular europea al que pertenece. Es esa sombra de democracia a la polaca, a la húngara, la que se extiende sobre este Congreso que vio regresar a Pasionaria del exilio, hablar con Fraga, practicar algo tan lejano como “consenso”. Qué atrás quedan aquellas trompetas. ¿Qué pensarían si oyeran hablar a un partido de extrema derecha neofascista, que acusa al primer Gobierno de Coalición de “atizar el rencor entre los españoles” o de “dar un golpe contra el Estado de derecho” como ha espetado Abascal a Pedro Sánchez?.

Es el mundo al revés, triste, desasosegado, porque en la Cámara esta mañana han tenido que pasar más de 40 minutos para que estos señores que se sientan en sus escaños hablaran de la pandemia. La primera mención, la de la diputada de ERC Mireia Vehí, que ha enviado un abrazo a las víctimas de la COVID. Y luego a lo suyo, a los independentistas que volverán a tomar las calles en Cataluña en cuanto la pandemia lo permita.

Los minutos avanzaban y el espectáculo denigrante crecía. “Machista”, “al Supremo”, “anda, curra un poquito” le lanzaban a Pablo Iglesias desde las filas de la derecha y la extrema derecha.  Y el vicepresidente no rebajaba ni un decibelio su tono de desprecio y prepotencia intelectual. Pablo Casado, camuflado bajo la mascarilla, trataba de digerir el ninguneo a que ha sido sometido por Santiago Abascal y el propio Pedro Sánchez, cuando el presidente se ha dirigido a él durante las respuestas a Abascal; o cuando, graciosamente, Abascal se ha dirigido a Casado llamándole Sánchez.

El ambiente enrarecido, viscoso, lamentable no paraba de aumentar-hoy Sánchez se ha quedado también durante las preguntas a la vicepresidenta Carmen Calvo- y la sensación de estar dentro de una burbuja tóxica, alejada de lo que pasaba unos metros más allá, en las calles, en este país donde la pandemia sigue contagiando y matando, se hacía insoportable. Hasta que no le ha tocado el turno a Inés Arrimadas aquí no se ha hablado de COVID-19, solo de insultos, golpes de Estado, acabar con el Gobierno, frentismo, polarización. Pero tampoco sirve la equidistancia, porque no todos son iguales. El Gobierno se ha equivocado en la gestión de la pandemia, pero es la sordidez de la pelea entre Vox y PP, entre Santiago Abascal y Pablo Casado, lo que ensucia más el ambiente.

La que se avecina 

“Si esto produce tristeza, espera a ver lo que va a pasar aquí la semana que viene” comenta Ana Oramás, la diputada canaria con muchas tablas ya en esta casa. Pocas. veces ha visto un deterioro como el actual -y ha presenciado unos cuantos- tan lejos de las preocupaciones de los ciudadanos, tan aberrante. Y es que la semana que viene, 21 y 22, amenaza la moción de censura de VOX al Gobierno, que en realidad va a ser una moción de censura a Pablo Casado, porque no tiene ninguna posibilidad de salir adelante pero sí de seguir con la escenificación -cada vez más real- de la España polarizada, del frentismo, de los bandos. Y de un Pablo Casado aferrado al cuello de Isabel Díaz Ayuso, el ariete contra Sánchez que puede terminar hiriendo al propio Casado.

El presidente del Congreso y ex lendakari, el socialista Patxi López, está menos compungido que otras señorías y plumillas. “Esto lleva así tiempo, hace meses que proliferan los insultos. Y cada día es peor” explica. Es así desde que llegó el Gobierno de coalición. Como Oramás, López tiene claro que la semana que viene esto va ser un espectáculo lamentable si nadie lo para. No va a haber forma de hacerlo.

Gabriel Rufián se ha llevado la mano a la cara unas pocas veces durante la Sesión de Control. Con más intensidad, en ese momento en el que Inés Arrimadas se ha vuelto a la derecha y se ha referido a los “independentistas y a los asesinos” -por HB se entiende- con los que pacta el Gobierno. A Arrimadas y Rufián solo les separa el pasillo, están en el mismo nivel en las escaleras. Rufián ya advirtió ayer que la semana que viene, con la moción de Vox, esto iba a ser peor si cabe. Y no está sorprendido del excesivo protagonismo que el Gobierno ha concedido a Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid que le roba plano a Casado. “No creo que Pedro Sánchez haya engrandecido a Ayuso, Madrid es Madrid y el personaje ha sido creado por el PP de Casado”. Cosas que pasan.

Afuera, en el patio debajo del puente que une ambos edificios, hay más periodistas que diputados, lo habitual. Los portavoces van saliendo, a veces se paran ante el micrófono. Y de fondo, siempre juntos, agrupados en este patio y en los pasillos del Congreso, las señorías de Vox. No es una metáfora. Es una realidad, van juntos a todos los lados.