‘Los Remedios’, ¿está en nuestros barrios la raíz de lo que somos?

‘Los Remedios’, ¿está en nuestros barrios la raíz de lo que somos?

Una obra y tres jóvenes valores que el Centro Dramático Nacional trae a la pequeña Sala de la Princesa del señorial Teatro María Guerrero.

Escena de 'Los Remedios'.Luz Soria / CDN

Los Remedios es la obra en la que Fernando Delgado-Hierro explora hasta dónde llega en él la influencia del lugar donde vivió, de su infancia y adolescencia y de su familia. Qué hay de ellos en el adulto en el que se ha convertido. Lo hace con humor y con inteligencia, y con la colaboración de su amigo Pablo Chaves, que le acompaña en escena autoexplorándose también, bajo la dirección del también actor Juan Ceacero.

Una obra y tres jóvenes valores que el Centro Dramático Nacional trae a la pequeña Sala de la Princesa del señorial Teatro María Guerrero. A los que ha sacado del barrio de Usera, donde esta obra triunfó hace dos temporadas en la Sala Ex-límite, y colocándolos en el centro de la capital. A la vez que los sitúa en el centro del debate teatral.

Un debate tan candente como lo es el de la autoficción, en el que, en esta cultura tan española, todo el mundo se posiciona. A favor o en su contra. Con ese frentismo que tanto practican los políticos porque es, simplemente, cultura española, también en el mundo de las artes y las ciencias.

Esta obra es autoficción. Sí. Construida a partir de los recuerdos de sus dos actores protagonistas, el autor y su amigo. Construida a partir de su barrio, sus familiares y de ellos mismos. Autosometiéndose a estudio y a una observación que no es despiadada, pero tampoco autocomplaciente. Buscando la raíz de lo que son y de lo que sienten ahora que son adultos.

En esa búsqueda ponen bajo la lupa a los abuelos, los padres, los hermanos, los compañeros de colegio, los profesores, los orientadores escolares. Personas y personajes que solo ellos dos son capaces de ponerlos en escena.

Como a las primeras personas que fueron capaces de despertarles el amor y el deseo sexual, descubriendo que no es lo mismo. Amores y deseos inconfesables, independientemente de la orientación sexual, como corresponde a una sociedad pacata y fuertemente religiosa, o imbuida de religión, aunque sea de manera supersticiosa.

Crean así escenas que, si se las despojase de lo más específico —como puede ser un nombre, un lugar—, muchos espectadores podrían suscribir como propias. Porque lo más interesante de esta búsqueda tan personal, tan localizada en el barrio de Los Remedios de Sevilla y de unas biografías, es que transcienden esos pequeños mundos. Esas neuras individuales de artista. De tal forma que el público se siente concernido por lo que sucede en escena. Es más, puede llegar a identificarse y recordar(se) lo ridículo que fue.

Y, también, de lo risible que era, pues es una reflexión que se hace con mucho humor. Un humor que se mueve entre el humor negro de la Zaranda, con esos abuelos, y el blanco de Los Morancos, con esa orientadora escolar o esa muchacha andaluza de caseta que solo quiere bailar, ligar o viceversa. Estos dos personajes interpretados por Pablo Chaves que hacen pensar “¡Tiembla Dani Rovira!”

  Escena de 'Los Remedios'.La Dalia Negra / CDN

Se muestra así esa relación telúrica que existe entre dos compañías que son tan opuestas en planteamientos escénicos. Asumiéndolas, digiriéndolas y sintetizándolas de una manera que será aceptado con agrado por el público masivo, el de cejas altas y por la crítica a secas y l sesuda. Y, mostrando, una raíz más de este espectáculo y de sus creadores, de las muchas que buscan y encuentran en escena.

Unos creadores que se saben de Los Remedios. Chicos de barrio bien de Sevilla. De colegio de curas, situados frente a los de las chicas de barrio, que eran de monjas, y de caseta de feria. Andaluces por los cuatro costados sin pretenderlo y sin mostrarlo, porque simplemente lo son. Solo hay que ver lo bien insertado que está ese nazareno que sacan en escena, tan pertinente para esta Semana Santa en la que no podrán sacar los pasos.

Chicos, muchachos que se han convertido en adultos y se atreven a mirar a su reciente pasado. Donde es cierto que encuentran dolor, el de crecer. El de hacerse unos individuos desconocidos para sí mismos. Un dolor surgido de esa extrañeza que les permite hacer comedia de sus vidas para regocijo del público desprejuiciado, no posicionado ni enfrentado.

Ese público que busca en el escenario la vida que late en presente. En el presente de estos artistas en el que circula una sangre que se bombea, en parte, desde un pasado doméstico, como la escenografía y el vestuario que usan, y reciente al que no tienen miedo de mirar a los ojos. Lo hacen sin dramatismo y preguntándose si eso que fuimos es lo que somos.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.