Los retos que afrontará la nueva Europa tras el 26-M

Los retos que afrontará la nueva Europa tras el 26-M

Marco financiero, unión monetaria, Brexit, refugiados, ultraderecha, guerras comerciales, modelo de defensa, cambio de hora... Muchas tareas para los eurodiputados y la Comisión.

Rawf8 via Getty Images

Más de 419 millones de ciudadanos estamos llamados este domingo a votar, a elegir qué Unión Europea queremos, cómo la queremos, con qué valores, apuestas, ideología. Con cuánto corazón. Cuando cunde la desgana y el desinterés hacia lo comunitario, cuando hay buitres revoloteando alrededor de la bandera azul de estrellas, es momento de recordar que en Bruselas nacen más del 70% de las normas que rigen nuestras vidas, día a día, que la UE es nosotros y, por eso, hay que estar atentos a lo que en ella se debate.

Mucho trabajo tienen por delante los europarlamentarios que salgan de las urnas este 26-M y los comisarios que luego conformen el gobierno del club comunitario: el bienestar de sus ciudadanos, los dineros, su lugar en el mundo... Unas políticas que se tienen que abordar sin poner en peligro sus principios fundamentales, en un momento de enorme presión de los mercados y de la ultraderecha, por ejemplo.

El primer reto de la IX legislatura, aunque parezca lejano para los votantes, es el de la propia gobernabilidad de la UE. Sin eso, nada viene después. Habrá que negociar mucho para lograr mayorías en el Europarlamento, la Comisión Europea y el Consejo de Europa. La suma estable de populares y socialistas de los últimos años va a desaparecer este domingo, con una mayor fragmentación, el ascenso esperado de los liberales y los antieuropeos de Matteo Salvini o Marine Le Pen. La diversidad ideológica, que puede ser buena para el debate, complica los acuerdos globales.

Una vez que las cuentas salgan, tocará gobernar y legislar. El Parlamento Europeo (PE) se plantea cinco grandes apuestas para la legislatura que ahora comienza: la reforma del marco financiero, la de la unión monetaria, la del asilo, el Brexit y el cambio de hora.

Marco financiero, unión monetaria y Brexit, mucho Brexit

Sobre el primero, el marco financiero, habrá que empezar a trabajar de inmediato. En su primera sesión plenaria tras los comicios, el 2 de julio proximo, el PE deberá acordar en detalle los presupuestos y marco financiero (MFF) de la UE para el periodo 2021-2027. Este presupuesto incluirá partidas destinadas a la PAC, Fondos Regionales, Investigación, Erasmus o Defensa, explican.

Transformar el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) en un Fondo Monetario Europeo debe servir, añaden, para tener “mayores responsabilidades y competencias ampliadas dentro de la legislación comunitaria”. Es una prioridad, insisten. El MEDE cuenta hoy con un fondo de rescate de 750.000 millones de euros y se creó “fuera del marco comunitario por un tratado intergubernamental como último reaseguro para la liquidación conjunta de bancos quebrados en la zona euro”. Ahora toca mejorarlo.

En problema, ante ambas apuestas, es que la economía de la Eurozona está encallando tras años buenos, sin que haya nada firme de estos dos proyectos, positivos, que nacieron al calor de la recuperación, tras la crisis. Cuando, además, se espera otra recesión para 2020 y el desempleo puede empezar a subir de nuevo. El mayor escollo por ahora es el nivel de riesgos que cada estado está dispuesto a asumir.

  Theresa May y Jean-Claude Juncker se saludan antes de la cumbre de líderes de la UE celebrara en Bruselas el pasado 22 de marzo.EMMANUEL DUNAND via Getty Images

Sobre el Brexit, el escenario sigue siendo confuso, demasiado abierto y caótico. Tras la decisión de ampliar el plazo para la salida del Reino Unido de la Unión Europea hasta el 31 de octubre, Londres ha tenido que participar a regañadientes en las elecciones (de hecho, las celebra mañana mismo) y habrá que ver qué lectura se extrae de los resultados. El Parlamento Europeo ya ha aprobado la exención de visados para ciudadanos de Reino Unido, y prepara una batería de medidas para paliar el impacto de un Brexit duro, sin acuerdo.

Ayer mismo, la primera ministra, Theresa May, anunció un nuevo plan, que contempla la posibilidad de un segundo refrendo sobre el divorcio. Bruselas insiste: “el camino a seguir está por completo en manos británicas” y no habrá más prórrogas. Entre otras cosas, no se lo pueden permitir, hay mucho por hacer para estar siempre enredados en el mismo bucle. Recuerden, quienes empezaron esto tienen reservado un lugar especial en el infierno.

¿Qué hacemos con los refugiados?

Por ejemplo, apremia la situación de los refugiados. La crisis de 2015, dice el Europarlamento, demostró “la necesidad de armonizar los criterios de asilo de la UE”, por lo que es urgente debatir unos estándares conjuntos para la solicitud de asilo en todos los Estados Miembros. Las imágenes de los desplazados cruzando el continente o muriendo en sus aguas aún pesa en la conciencia de los mandatarios europeos, pero poco se ha hecho. Se pusieron soluciones-parche, como el criticado acuerdo que convirtió a Turquía en cancerbero, pero el flujo no se detiene; absolutamente infernal es la ruta ahora desde Libia hacia Italia o Malta y el retomado camino por el Estrecho de Gibraltar.

Hoy por hoy, no hay consenso sobre el tema ni perspectivas cercanas de lograrlo, por más que los principales grupos lo lleven en su programa. El actual Reglamento de Dublín II debe reformarse para racionalizar las peticiones de asilo y también se deben revisar las condiciones de la conocida como Tarjeta Azul, una autorización de residencia y trabajo para extranjeros altamente cualificados. Más que un cambio de rumbo, más humano, más claro, lo que se teme es una vuelta de tuerca en posiciones amenazantes para los que escapan.

Mientras, los países de la frontera sur afrontan las llegadas y los del centro y el norte dilatan las soluciones, lo que alienta discursos racistas o xenófobos como los de la Liga Norte italiana. Cuando partidos que ponen el “nosotros” por delante del “ellos” llegan al poder, se bloquean los puertos a la sencilla asistencia humanitaria, como pasa ahora, que no hay quien salve a los migrantes y refugiados en el Mediterráneo, porque no hay permisos para ONG y la Operación Sofía de la UE está desmantelada en la práctica.

África va a ser un “objetivo prioritario” de cooperación, sostiene Bruselas. Sus ministros de Exteriores están preparando un plan de acción para mejorar sus oportunidades, fijar población y reducir la pobreza. La jefa de la diplomacia comunitaria, Federica Mogherini, justo ha visitado estos días el Cuerno de África. La Unión trabaja de forma activa para fortalecer su asociación con una región con la que”comparte muchos intereses comunes, desde abordar el cambio climático hasta impulsar la inversión, gestionar mejor la migración y crear oportunidades para los jóvenes”. Según datos de la Comisión, más de un millón de africanos han solicitado asilo en Europa desde el 2010.

  Un migrante rescatado en el Estrecho de Gibraltar espera para desembarcar en el puerto de Málaga, el pasado 6 de enero. Jon Nazca / Reuters

El quinto reto que plantea el Europarlamento es el cambio de hora, troncal para la economía, la conciliación y la calidad de vida. “Los Estados Miembros de la UE deberán decidir si terminar o no con el cambio de hora estacional, manteniendo el horario de invierno o el de verano, a partir de marzo de 2021. El Parlamento Europeo ha pedido que los distintos países se coordinen entre ellos para garantizar que el Mercado Único no se vea perjudicado”, explican. 

La Comisión Europea tenía intención de acabar con este cambio en abril del presente año, pero quedaban demasiados flecos pendientes. “Tenemos que estar seguros de que esta abolición del cambio horario estacional no tiene consecuencias para el mercado interior, especialmente si cada Estado miembro va a estar en un uso horario diferente”, resumió en el último debate el vicepresidente del Grupo Popular Europeo, Esteban González Pons.

La inmigración, según los últimos Eurobarómetros, es la principal preocupación de los europeos, seguida del terrorismo, cuando en las anteriores elecciones (2014), los dos primeros puestos los ocupaban la situación económica y la falta de empleo.

Valores en peligro

En un documento más amplio (que puedes encontrar al final de esta noticia), el Parlamento Europeo añade otros asuntos sobre los que estar pendientes en los próximos cinco años: la transformación digital, la inteligencia artificial, la movilidad, el medio ambiente... Todos necesitan, de base, una UE fuerte, con valores sólidos. El reto del respeto al estado de derecho es esencial para que todo lo demás no se desmorone, cuando ya se ha caído más de de una cornisa.

No son pocos los dirigentes que están presionando para acabar con algunos de esos valores esenciales, como el respeto a la legislación internacional, la protección de libertades individuales como la de expresión y la independencia judicial. Es lo que hacen Hungría y Polonia, por ejemplo, cuando se saltan disposiciones esenciales sobre fronteras, inmigración o justicia, gobernados como están por nacionalistas de derechas convencidos de que Europa debe ir a menos.

Se ha tenido que recurrir ya al artículo 7 del Tratado de la UE, por el que se intenta frenar a los países que van contra valores básicos como la separación de poderes, pero no les amedrenta. Algunas naciones (Alemania, Bélgica) quieren un blindaje mayor, porque se avecina un desembarco de eurófobos.

Como añaden desde Solidar, una plataforma que agrupa a 60 ONG de 29 países, “los nacionalistas dicen que quieren proteger a los ciudadanos contra las amenazas globales pero, de hecho, sus políticas económicas están totalmente centradas en los dogmas neoliberales, que ha demostrado ser la herramienta más poderosa de la guerra de clases para unos pocos contra muchos. Pregunte a los trabajadores de Austria o Hungría sobre su legislación reciente para trabajar más por menos. Esto es injusticia social que va contra los valores de justicia e igualdad”.

  Viktor Orban, primer ministro de Hungría, en un discurso ante el Parlamento Europeo de Estrasburgo, el pasado septiembre. FREDERICK FLORIN via Getty Images

La entrada de los que abogan por reducir el papel de Europa, señalan en esta entidad, puede ser un caballo de Troya para las instituciones, rompiéndolas desde dentro y acabando con un modelo que ya distaba mucho de ser realmente social. Como explica la Agencia EFE, podría producirse una involución, con iniciativas que pueden quedarse en el limbo o fracasar. En materia social, podrían frenarse definitivamente medidas como nuevas normas de conciliación laboral y familiar o una directiva de cuotas de mujeres en la dirección de empresas públicas y privadas.

En lo económico, puede atrancarse la unión bancaria, con la que se espera evitar futuras crisis de deuda en la Eurozona como la que azotó a la UE en 2008, y también la garantía de la libre competencia para evitar monopolios y prácticas desleales. La CE ha dictado más de una decena de decisiones en los últimos años contra gigantes digitales como Google.

Los anti-Europa quieren que las capitales asuman de nuevo competencias que hoy son comunitarias y esa visión nacionalista, en momentos de desorientación o incertidumbre, puede conquistar muchos apoyos este domingo, y más en un contexto de alta abstención, de hasta cien millones de electores.

Fuertes en el exterior

Fuera de nuestras fronteras, la UE también corre el riesgo de diluirse. Tanto mirar hacia adentro debilita. En estas octavas elecciones comunitarias toca elegir, también, el modelo de política exterior que queremos. Hasta ahora, la apuesta es clara: multilateralismo y libre comercio. Dependiendo de los votos, la cosa puede variar.

Algunos hablan de nueva Guerra Fría, y aunque suene exagerado, lo cierto es que la alianza transatlántica ha alcanzado en estos años su punto más bajo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Está claro que en estas décadas de cooperación europea ha habido desencuentros entre las dos orillas del océano, la europea y la norteamericana (por los compromisos en la OTAN, por políticas proteccionistas, por maneras distintas de ver las cosas, como en la guerra de Irak), pero la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha acentuado desencuentros que se creían superados y ha sacado del desván viejos fantasmas.

“De repente, el que creíamos que ha sido nuestro gran aliado desde

el fin de la Segunda Guerra Mundial, ahora aparece como que ya no lo quiere ser (...). Hasta ahora Estados Unidos era un aliado y un protector militar y

un socio geopolítico, y ha dejado de serlo”, reconocía esta semana el El HuffPost el candidato socialista a las europeas y ministro de Exteriores español, Josep Borrell.

Una de las cosas que no gusta a Trump es la apuesta de Francia o Alemania por crear un ejército europeo, un proyecto nunca afinado por estas naciones pero que recoge un espíritu muy claro: “Europa debe tomar su destino con sus propias manos”, en palabras de la canciller Angela Merkel. La “autonomía estratégica” defiende que la UE se libere en cuestiones de Defensa de las exigencias y conveniencias de EEUU, que es quien lleva décadas marcando el paso.

Hay choques por la financiación de la Alianza Atlántica o por el pacto nuclear con Irán, pero también preocupa mucho el papel de Rusia. Hasta hace relativamente poco, la influencia rusa en el Viejo Continente se centraba sobre todo en la demanda europea de energía; los países que más dependen de ello han sido más suaves con Moscú. Ahora se añade un nuevo papel, triple: el de posible inversor en estados con gobiernos euroescépticos, el de gigante de las redes que influye y puede interferir incluso en procesos electorales y el de amenaza defensiva, al romperse el Tratado de control de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, por sus siglas en inglés). que mantenía con Washington. Por este documento, de 1987, Europa ha estado protegida de las cabezas atómicas de Rusia. Ya no más. Comenzará una nueva carrera armamentística que deja a la UE en una situación delicada entre las grandes potencias.

  Donald Trump, durante una rueda de prensa en Bruselas tras la cumbre de la OTAN del pasado julio. Yves Herman / Reuters

Y luego están las guerras comerciales. Europa está también entre dos aguas, China y EEUU. El mayor mercado único mundial apuesta por tratar con todos y promover negocios de forma cada vez más libre y ágil, cuando desde Washington se propugna el aislamiento y el proteccionismo.

Según un estudio del European Policy Centre (EPC), un centro de analistas independiente radicado en Bruselas, la UE tiene por delante nada más y nada menos que la obligación de “ocupar su lugar en un nuevo orden mundial que está emergiendo”, frente al nacionalismo radical de Pekín y Washington. Una voz propia que aún apenas es audible. “La UE debe seguir siendo la defensora de la apertura, pero también pedir a sus socios internacionales que respeten absolutamente las leyes y especialmente el sistema de comercio internacional”, advierte.

Hasta ahora, las diferencias importantes en este campo se resolvían en la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero los dos gigantes han obviado esta fiscalización y hacen la guerra por su cuenta, en busca de beneficios. Bruselas quiere seguir cumpliendo con el regulador, pero el riesgo es que se instale ya un recelo y una pérdida de confianza que lleve a un toma y daca bilateral, a cara de perro. La UE, dicen diarios como el Financial Times, debe intentar equilibrar la situación, evitar que se siga rompiendo el juego.

Eso será bueno para todos, pero de nuevo el problema es de “voz propia y firme”, que no la tiene. Hay ya países que, incluso en secreto, están posicionándose, por ejemplo, en la llamada Nueva Ruta de la Seda, haciendo acuerdos con China por su cuenta. Son Grecia, Italia, Portugal...

Los europarlamentarios que salgan de las urnas el domingo tienen la obligación de responder a todo esto. Nos va la vida que conocemos y disfrutamos en ello.

Diez temas para estar atentos en 2019 (UE) by Anonymous VEU9TMsZzD on Scribd