Macron, a por el cetro europeo de Merkel

Macron, a por el cetro europeo de Merkel

El presidente francés tiene por delante la anhelada posibilidad de erigirse en el líder comunitario de referencia, tras el adiós de la alemana. Pero no será fácil.

Emmanuel Macron y Angela Merkel, durante la conmemoración de armisticio de 1918 en Compiegne, Francia, en noviembre de 2018.Michel Euler via AP

Rompiendo los pronósticos más agoreros, Alemania cierra el año con nuevo Gobierno. Angela Merkel se come el turrón en casa, Olaf Scholz le ha tomado el testigo y el país comienza una senda nueva. También Europa, donde la canciller era considerada la líder indiscutible, hacedora de consensos y ejecutora de presiones a un tiempo, inicia una andadura inédita. ¿Quién sucederá a Merkel en ese papel? Las miradas se posan sobre el presidente francés, Emmanuel Macron, ansioso por quedarse con el cetro. Es el momento que estaba esperando para dar el salto como referente mundial.

Y, sin embargo, no debe hacerse muchísimas ilusiones. Macron no es Merkel. Hoy no hay ni un sólo líder comunitario (tampoco el italiano Mario Draghi, el otro nombre que despunta) tan influyente como la alemana, capaz de dar puñetazos sobre la mesa o llevar de la mano al conjunto de la Unión Europea a políticas únicas en materia de comercio, tecnología, economía común, relaciones con EEUU, China o Rusia. Todo, en un contexto de debilidad y de incertidumbre sobre los valores y misiones de la Unión, sus aspiraciones y planes de futuro, que la convierten en un actor no irrelevante -faltaría más- pero sí incidental.

Macron es un espécimen único en la política europea. Tiene apenas 43 años, es liberal e imprime a sus acciones un ímpetu arrebatado que lo mismo enardece a sus seguidores que causa recelos en sus oponentes. La revista Politico, en su sección europea, lo acaba de incluir dentro de los protagonistas de 2022, dentro de un grupo que denomina “los hacedores”, muy acorde con su visión de Francia, de Europa: “hay que reformar, hay que transformar, hay que mirar al futuro”, repetía en la campaña que lo aupó al Elíseo, en 2017.

“El luchador”, lo llama esta publicación, porque eso es lo que hará en los meses por venir: pelear por mantener la Presidencia de Francia en las elecciones que han de celebrarse en abril, en las que parte como favorito pero en las que no se espera que logre mayorías aplastantes, con la ultraderecha amenazando con la bicefalia Le Pen-Zemmour; y pelear por ser el reemplazo natural de Merkel, el nuevo gran hombre del continente.

Su modelo de Europa

Hasta ahora, Macron ha sido, sin duda, el más europeísta de los presidentes recientes de Francia. Es un convencido de las bondades de la Unión al que no hay que convencer, es él quien adoctrina al resto de los Veintisiete. Ha sido impulsor y principal valedor de medidas de tremenda importancia para la UE en los últimos tiempos, como la creación de la Conferencia sobre el Futuro de Europa, la decisión de emitir deuda conjunta por primera vez en la historia -todo un tabú- para superar la crisis económica generada por el coronavirus y el paquete Next Generation (el plan de recuperación para Europa), con 750.000 millones de euros en fondos o el establecimiento en la agenda del concepto de autonomía estratégica, especialmente enfocado en lo defensivo pero también con vertientes en lo comercial o en lo diplomático.

Con las elecciones a las puertas, el 1 de enero Francia asume la presidencia rotatoria de la UE y se espera que ahonde en estas apuestas y que, en un intento de consolidar su imagen exterior y de ganar puntos de caras a las urnas, Macron trate de lograr avances aunque sean pequeños, aprobaciones, posicionamientos, victorias rápidas que lo refuercen.

Este jueves, en la puesta de largo de esa presidencia, Macron fue mucho más allá de desvelar el nuevo modelo de moneda de dos euros que conmemora el evento y dejó claro que la recuperación económica de la pandemia será su prioridad. “Nuestra Europa debe ser una Europa donde podamos producir, crear riqueza, a la vanguardia de la innovación. Pero una Europa que también debe defender su modelo social porque no tenemos las mismas decisiones colectivas que Asia o Estados Unidos”, defendió, insistiendo en la necesidad de una agenda verde y digital potente.

También tuvo un mensaje para los gobiernos populistas y los críticos con la UE, países como Polonia o Hungría a los que no hace falta citar y que están atacando hoy los valores fundacionales del club comunitario, algo que Macron no soporta, convencido como está de la necesidad de esos pilares firmes, palabras con las que trufa constantemente sus discursos nacionales y europeos. “Hay fuerzas políticas que cuestionan cuál es la base de los valores que han hecho nuestra Europa. Por tanto, debemos pensar en nuevas herramientas, no sólo de sanciones, sino también de estímulo y apoyo. Hay un trabajo político profundo porque debemos también centrarnos en los países que dudan de la realidad o la relevancia de estos valores”, detalló.

Tendrá que hacerse fuerte en estos principios, porque justamente se espera una campaña electoral en la que se esparcirán pestes sobre la UE por parte de la ultraderecha gala, eurófoba donde las haya.

Francia y su presidente afrontan este periodo de liderazgo comunitario en un buen momento para que Macron se crezca. Alemania aún tendrá un Gobierno a estrenar, levantado sobre una compleja alianza tripartita, lo que llevará al canciller, Scholz, a ir con pies de plomo, adaptándose al cargo, a sus socios y a los condicionantes que el semáforo conlleva. Aún así, el socialdemócrata ya ha tenido un primer buen gesto con Francia: el viernes voló al país vecino en su primera visita exterior en el cargo.

“Por ser directos, la pregunta podría ser hasta dónde puede tirar del carro Macron, un hombre que tiene capacidad de influir pero no tanto de transformar, que ha necesitado de Merkel para el impulso definitivo de algunos proyectos y que justo ha visto cómo otros se paralizaban o ralentizaban porque no gustaban en Berlín. Hay que ver cuán reforzado sale de las elecciones, qué logra en su presidencia en estos primeros meses de 2022, cómo respira Alemania cuando eche a andar el Ejecutivo, cómo se conecta con ellos y con Italia, el otro aliado con el que está reforzando lazos... Tampoco hay que olvidar que el partido de Macron (En Marche!) pertenece al grupo de los liberales europeos, que no es ni el poderoso de los conservadores ni el poderoso de los socialdemócratas, con lo que puede estar menos arropado. Puede afianzarse como líder destacadísimo, pero no es el estadista imprescindible que todo lo prevé, lo diseña y lo ejecuta”, explica el investigador de Historia Contemporánea europea Eduardo Gil.

La presidencia rotaroria, resume el experto, le puede servir de “altavoz” para sus planes, pero sus propios asesores, dice, están ya filtrando en la prensa local que no se puede esperar nada de peso y concreto, porque la coyuntura no ayuda, centrados como están los Veintisiete en el coronavirus y los disruptivos del este, y “porque Macron tiene ese fallo de partida: pone énfasis pero no acaba de concretar”. “Es un mal que arrastra desde el inicio de su legislatura”, constata.

El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores hizo una encuesta el pasado septiembre en la que, al hilo del adiós de Merkel, preguntaba a los ciudadanos a quién votarían en unas hipotéticas elecciones a la Presidencia de la UE y los datos fueron claros: la alemana ganaba por goleada, con un 41% de las preferencias de los sondeados, mientras que Macron se quedaba muy lejos, con un 14%. Pasa hasta en la propia Francia, donde el 32% votaría a Merkel y el 20%, a Macron.

Más allá de personalismos -no es lo mismo estar 16 años en el cargo que cinco, no es lo mismo haber pilotado recortes, crisis, refugiados, que haber llegado después-, está el aval del propio país: los encuestados ven en Alemania una potencia “digna de confianza” con una “fuerza integradora” en toda la Unión, papel en el que no se nota a Francia.

El presidente francés “quiere cambiar eso, le pesan los años de líderes menos ambiciosos con Europa y se ha generado un sentimiento de cierta inferioridad o de seguidismo respecto a Alemania que es una losa”, señala Gil. Lo que pasa es que Macron a veces ha expuesto toda su ambición de forma demasiado encendida y ha acabado asustando hasta a los alemanes. Ejemplo: la polémica entrevista que dio a The Economist en 2019 en la que hablaba de “muerte cerebral” de la OTAN o el discurso sobre la refundación de la UE que pronunció en La Sorbona en 2017, apuntando a una reforma de la zona euro o un impulso al presupuesto conjunto.

El lobista francés Ettiene Dion, afincado en Bruselas, reconoce que Macron tiene que “atemperarse” si quiere lograr consensos en Europa y atraer a los demás Estados -que por algo se habla de la “Europa del consenso”-, pero por otro lado señala como fortaleza que, si gana en abril y gobierna sin muchas dificultades, “puede consolidarse como un líder con experiencia, cuando hay muchos Ejecutivos nuevos en este momento”. “Tiene menos rodaje, menos agenda y menos influencia que Merkel, por años, legislaturas y partido de origen, pero aún así será un líder donde no hay muchos”, señala.

“No tendrá el peso alemán para la toma de decisiones o para mostrar sus cartas, porque a Scholz le llevará unos meses asentarse y carece además del carisma de Merkel, y tampoco tiene ya enfrente el no permanente de Reino Unido, tras el Brexit, que impedía que avanzasen sus propuestas. Está por ver cómo se toman los demás países su empeño en ser cabeza de pelotón”, precisa. A su entender, será esencial primero evaluar cómo lleva Francia, lo doméstico, donde empezó con un afán renovador “apreciable”, contestado socialmente luego por crisis como la de los chalecos amarillos, y paralizado al fin por la pandemia.

Los dos analistas consultados coinciden en la necesidad de “robustecer” alianzas con otros países potentes, como la Italia de Mario Draghi, enorme peso pesado europeo desde sus tiempos al frente del Banco Central y susurrador esencial para lograr algunos consensos, o los Países Bajos de Mark Rutte, líder de los llamados frugales (más Austria, Suecia, Dinamarca y Finlandia), países partidarios de reducir las ayudas a los países del sur más afectados por la crisis del covid. “Solo no puede, por mucha épica que imprima a su discurso”, resumen.

En sus apuestas Macron ha encontrado, sobre todo en el último año, el apoyo de una Merkel que sí ha visto en él un interlocutor que la escuchaba, y más aún, la admiraba, no como los presidentes precedentes con los que tuvo que lidiar en Francia. Cuando el actual presidente galo asumió el cargo en 2018, se preparó para trabajar con Merkel, contratando a varios expertos sobre Alemania en su equipo más cercano, con el fin de poder hacer realidad sus visiones políticas europeas: una UE cada vez más integrada, un presupuesto de la zona euro y la idea de una Europa más independiente y autónoma. Sin embargo, el dinamismo del joven mandatario chocó con la nada temeraria política de Merkel. De nuevo, demasiado fogoso.

Sin embargo, fueron respetándose con los meses y el año pasado, ante la pandemia de covid-19, se acercaron mucho cuando impulsaron conjuntamente el fondo de rescate con el que la UE contrajo deudas conjuntas por primera vez. Fue una iniciativa de Macron para la que Merkel trabajó con todas sus fuerzas y que le valió, al fin, la amistad con su homólogo galo. Macron ha lucido ese premio últimamente: en los homenajes a los caídos por las guerras mundiales, en los G-7 o G-20, en las cumbres europeas de Bruselas... Siempre ha intentado estar cerca y, ahora que ha llegado el final político de la alemana, hasta la ha agasajado en casa, como se vio en la recepción popular a gritos de “Angela, te queremos” y “eres la mejor amiga de Francia” en la ciudad de Beaune, el pasado noviembre. Macron hasta la ha condecorado con la Gran Cruz de la Legión de Honor, la máxima distinción que puede otorgar el país.

La luna de miel, como decían algunos medios locales, no ha sido tal en el pasado y con el cambio de canciller se espera que se enfríen un poco las relaciones, por más que Scholz sea del agrado de Macron. Hay que empezar por ver los tiempos: uno ya ha pasado las elecciones, a otro le quedan meses de campaña y hoy los dos mandos no están sincronizados. Y hay cosas que los separan y que serán puntos de debate en la UE en los que se verá realmente si Macron “tira del carro”, como decía Gil.

“Macron quiere integración fiscal y bancaria, completar el mercado único de veras, un seguimiento del fondo de recuperación, un salario mínimo comunitario... y nada de eso convence a los liberales alemanes, por mucho que sean colegas en el grupo europeo Renovar Europa. Y son esos liberales, los del FDP, los que se han quedado con el Ministerio de Finanzas. No será sencillo”, apunta Dion.

Tendrá que hilar fino en política exterior, también. Irritado por quedarse sin contrato militar tras la firma del acuerdo defensivo Aukus de Australia con EEUU y Reino Unido, y a la vista del desastre que fue, en agosto, la salida de tropas occidentales de Afganistán, insistirá en la necesidad de una Europa defensiva más autónoma, con capacidad para tomar sus propias decisiones y apostar según sus intereses, esto es, con más independencia de la OTAN y de Washington. Con Merkel dejó hablado un impulso al avión y al carro de combate europeos y a la vigilancia antiyihadista en el Sahel, misión donde Francia es el referente y en la que participa España.

Su plan pasa por lograr pasos firmes en la nueva Brújula Estratégica, en la que quiere centrar parte de su presidencia temporal, y en mejorar la competitividad de Europa, más que en ir a la carga contra países que son competidores en todas las áreas, como Rusia o China. Tiene que aclarar si se distancia más de la Alianza Atlántica, cómo y cuándo, y cómo media con Pekín o Moscú ante cuestiones clave como el gas, Ucrania o la crisis comercial.

Mucha tarea parece, con los picos de la pandemia de fondo, pudiendo arrojar borrones a su gestión (como a la de cualquier otro líder) en cualquier momento, pero Macron es ese jovenzuelo al que toda la prensa llamaba con paternalismo “ambicioso y valiente” y que se convirtió en el presidente más joven de la República de Francia.