Madrid: Esperanza y futuro

Madrid: Esperanza y futuro

Podemos se desploma como un castillo de naipes.

Manuela Carmena e Íñigo Errejón.Getty Editorial

Son muchas las idas y venidas y las alteraciones que ha vivido la política nacional, e incluso internacional, desde aquel 15 de mayo que todo cambió para siempre. Sin embargo, de distintas maneras y formas, el hastío por lo de hoy y el anhelo de la gente por un mañana mejor sigue ahí. Paradójicamente, Madrid protagoniza hoy la esperanza de las ganas de cambio surgidas en aquel 15 de mayo de 2011.

La ilusión que desbordaba el 15M se canalizó a través de Podemos en las elecciones europeas de 2014. Podemos sobrepasó de largo las previsiones más optimistas e irrumpió en la Eurocámara con 5 Eurodiputados. Desde entonces la ilusión y la posibilidad de un cambio que pusiera las instituciones al servicio de la gente despuntó, hasta tal punto, que se ganaron plazas clave como Madrid y Barcelona, algo que hasta entonces podría haber parecido impensable. Y fue precisamente la ilusión lo que convertía en realista alcanzar lo que parece inalcanzable. La realidad es que los cielos no se toman por asalto, sino que al cielo solo se llega con mucha ilusión. Tanto es así, que en las generales del 20 de diciembre del 2015 el cambio rozó convertirse en la segunda fuerza política del Estado, acariciando, realmente y no desde la mendicidad, como ahora, la entrada en el Gobierno.

La ilusión hay que cuidarla, los anhelos de la gente no pueden meterse en un frasquito de formol. Desde aquel 20 de diciembre de 2015 un sin fin de desatinos y calamidades, marcadas por la personalidad de un liderazgo tóxico y acomplejado, al puro estilo de Nerón, han acabado por incendiar Roma en vez de acentuar la dinámica de creciente seducción ilusionante capaz de dibujar ese futuro que todos queremos. Así, cada vez que se abren las urnas, la formación morada pierde votos.

Iglesias apostó por una fórmula antigua, la de la suma de siglas en una coalición con Izquierda Unida, en un intento de llenar de naftalina una ilusión que podría apolillársele. Como muchos ya alertamos, la ilusión de la gente no se puede meter en un armario con fórmulas antiguas que nunca funcionaron. No se multiplicaron los votos, ni siquiera se sumaron los de ambas formaciones; la ocurrencia costó la pérdida de un millón de votos. Así, errequeerre hasta hoy. Un millón y medio de votos más perdidos en la generales del 28 de abril de 2019 que han dejado a Podemos como una formación testimonial que mendiga ministerios para sobrevivir. El resultado del pasado domingo 26 de mayo no puede ser más catastrófico. Podemos se desploma como un castillo de naipes. El derrumbe es, además, el producto de haber castrado las potencialidades derivadas del buen resultado obtenido en las autonómicas y municipales de 2015 para la vertebración y ensanche territorial de la formación; claro, había que cercenar toda posibilidad de que algo brillase que no fuese Galapagar. Tampoco ha ayudado la regresión ideológica discursiva en torno a un lenguaje y una puesta en escena del izquierdismo más rancio, antiguo y alejado de las mayorías que recuerda al predicador en el desierto que se desgallita jactándose de su superioridad moral, esa izquierda eternamente víctima, la del formol y la naftalina.

En la cada vez más reducida dirección de Podemos reina una máxima: Estás conmigo o contra mí, aunque eso signifique renunciar a aquello de poner las instituciones al servicio de la gente.

Madrid, uno de los buques insignia de las fuerzas del cambio, ha evidenciado que en la cada vez más reducida dirección de Podemos reina una máxima: Estás conmigo o contra mí, aunque eso signifique renunciar a aquello de poner las instituciones al servicio de la gente. Por eso no se dudó en pedir el voto para una candidatura que a todas luces no alcanzaría representación, con el único objetivo de provocar un pequeño trasvase de voto y un desconcierto que derivaría en cierta desmovilización, clave para restar opciones a la única candidatura con capacidad de asegurar una alcaldía progresista. Así ha sido. Esta actitud de lo más infantil y acomplejada de la dirección de Podemos implica preferir romper lo que se considera un juguete que ya no estaba exclusivamente en sus manos.

Los anhelos por un mañana mejor, con servicios públicos de calidad y unas instituciones al servicio de la gente, no son un juguete de exclusividad de un grupo reducido de personas ebrias de naftalina. Pese al deseo de algunos, Madrid, junto con la ciudad de Cádiz, es el territorio donde las fuerzas del cambio han resistido mejor el envite reaccionario y donde el PSOE, ese partido que a sus 150 años de historia ha sido capaz de presentarse, y de lejos, como más moderno que Unidas Podemos, ha obtenido un resultado más modesto. Madrid se ha convertido en un símbolo de esperanza para todos aquellos que queremos un país feminista y sostenible, donde la justicia social y los cuidados sean la bandera para acabar con las desigualdades en definitiva, un país hermoso en el que vivir.

Más Madrid ha ganado las elecciones en el Ayuntamiento, después de cuatro años de gestión, no exenta de dificultades, valiente, arriesgada y atravesada por palos en las ruedas que no venían, precisamente, desde fuera. En la Comunidad se ha obtenido también un resultado muy notable, evidenciando que, pese a ser una marca de reciente creación y excluida de los debates televisivos y sin autorización para colgar un solo cartel en las calles, Más Madrid se ha mostrado como la única fuerza política, que alejándose de las etiquetas y de los purismos, es capaz de apelar directamente a la ciudadanía, no solo presentando soluciones reales a sus problemas, sino también evocando el sentimiento de esperanza e ilusión por el cambio heredero del 15M. En Madrid se ha articulado una alternativa de mayorías con capacidad de dibujar ese mañana de igualdad, feminista y sostenible que todos queremos. Los miles de balcones que lucían orgullosos las banderolas con las caras de Manuela e Íñigo evidencian que se ha creado sentido de pertenencia y comunidad. Mucha gente, también, ha lucido en sus solapas pegatinas y chapas de Más Madrid con la sensación de quien lleva consigo un complemento que imprime y refuerza con emoción las convicciones de un mundo mejor en una comunión armónica entre los ámbitos privados de la vida y el sentir político. Eso se respiraba en Madrid estas semanas.

En Madrid se ha articulado una alternativa de mayorías con capacidad de dibujar ese mañana de igualdad, feminista y sostenible que todos queremos.

Carmena ha ganado las elecciones en la capital y Errejón ha logrado irrumpir con una fuerza más que notable, presentándose como el mascarón de proa del futuro de las fuerzas del cambio en todo el Estado. El 26 de mayo en Madrid simboliza una perspectiva de futuro, optimista y épica, con capacidad para mantener abierta la brecha del ciclo político que se inauguró con el 15M y trascenderla definiendo un horizonte verde, sostenible y hermoso. Vamos a recuperar las instituciones y a mejorar la vida del conjunto de la gente y lo vamos a hacer como mejor sabemos, ensanchando con ilusión, con cariño y con esperanza, levantando las banderas que nos identifican como pueblo, con la justicia social, el feminismo, el desarrollo sostenible y la solidaridad como pilares. No hay duda, hay proyecto popular.

Ana Terrón, diputada en las Cortes Generales en la XI y XII legislatura.