Madrid no es marte

Madrid no es marte

Cuatro premisas, una campaña y cuatro mantras que se caen.

Un grupo de personas sentados en la fuente de la Puerta del Sol durante el fin de semana.  Cezaro de Luca / Europa Press via Getty Images

Madrid no está en Marte. Así contestaba el líder de Más País a las preguntas de los periodistas sobre los posibles efectos secundarios de las elecciones madrileñas en el resto de España. Así es. Por más que se empeñe Ayuso, Madrid no es España. Pero qué duda cabe que estos comicios autonómicos tendrán consecuencias más allá de Madrid y así se han vivido como una contienda nacional por varios motivos.

En primer lugar, por la atención mediática. Para los medios nacionales Madrid sí es España y, lo que pasa en Madrid, los medios lo trasladan a dimensión nacional. Será por capitalidad o será por cercanía a los platós y los estudios de radio pero, para la prensa, Madrid es España y para el resto de los españoles es esa cuota de los programas de noticias que nos viene siempre dada sí o sí. Una parte de nuestra dosis de actualidad es Madrid, quieras o no, estés en Castellón o en Jaén.

En segundo lugar, porque el marco electoral era el enésimo pulso entre el PP y el Gobierno de España. El PSOE reta al PP en Murcia y el PP se la devuelve en Madrid. Una plaza estupenda para jugar a ver quien es más “chulo”. Los populares deciden responder a la moción de censura murciana, lanzada por el PSOE con estrepitoso fracaso, batiéndose en duelo contra el presidente con su pieza que se ha opuesto al Gobierno durante el último año sin descanso. Era una batalla nacional que empezó en Murcia, siguió en Madrid y va camino de Andalucía.

En tercer lugar, por sus consecuencias. Se ha hablado del efecto mariposa o de cómo una moción en Murcia ha provocado esto. Pero no acaba aquí, las consecuencias marcarán los próximos meses en el ámbito nacional.

En cuarto lugar, por la entrada de Pablo Iglesias, un vicepresidente del Gobierno nacional, en la campaña. Una constatación de que la batalla iba más allá de Madrid. Un Pablo Iglesias, de salida de la política, irrumpe en la campaña y su primer gesto es pedirle a quien ha liderado cada día la oposición al PP durante los 2 últimos años en la Comunidad, que se aparte. Sin medir que no tenía ya el poder para hacerlo. Lejos de debilitar a Mónica García, la fortaleció.

A Ayuso le dio una alegría, su campaña estaba hecha. Conociendo los niveles elevados de rechazo del líder morado en el electorado de forma transversal, su campaña se redujo a “comunismo o libertad” o, si no quieres a Iglesias en un Gobierno del PSOE, vota a Ayuso. Así se ha producido una movilización y reagrupación de la derecha sin precedentes tras la caída del bipartidismo. Una agrupación que ha engordado sobremanera al PP, ya que con la desaparición de Cs y teniendo a Vox tirado al monte por su derecha, ha logrado parecer más centrado de lo que está.

Se ha producido una movilización y reagrupación de la derecha sin precedentes tras la caída del bipartidismo

Si la campaña a las generales de noviembre de 2019, tras haber engordado a la ultraderecha con la repetición electoral, se redujo a “si no quieres fascismo vota PSOE”, la campaña de Madrid del 4-M dejó al PSOE fuera de foco al reducirse a “si no quieres a Iglesias vota libertad”.

En ese contexto el PSOE, intentando buscar su hueco, ha tenido un comportamiento errático toda la campaña. Primero alejándose de Iglesias, luego acercándose al neoliberalismo económico de Ciudadanos a ver si pescaba ahí, luego de vuelta a la izquierda, luego entrando al trapo con Vox. Hemos visto hacerse públicas las amenazas a los políticos como nunca se había visto, hemos visto nombrar gobiernos antes de ganar, hemos visto un ejército de ministros bajando a la campaña. Han acusado el desgaste y, para haber elegido un candidato soso y tranquilo, la campaña se ha empeñado con ahínco en desestabilizarlo. En la batalla nacional entre el PP y el Gobierno el primero llevaba las de ganar y el segundo las de perder.

Ante este panorama, hay una fuerza verde y moderna que se abre camino. Mónica García llegaba a las elecciones con los deberes hechos y con el discurso hilado. Un partido con caras nuevas y propuestas del siglo XXI, pero con acreditada solidez y experiencia. Más Madrid tiene en su CV la gestión de haber gobernado la capital de Madrid con Manuela Carmena. Una alcaldesa que redujo la deuda a la mitad y abordó el drama de la calidad del aire. Una fuerza política que revalidó su victoria en la capital, aunque no pudo sumar suficiente con un PSOE a la baja, un PSOE que hace más de 25 años que no gobierna en Madrid.

Más País contaba en sus credenciales con un trabajo constante durante el último año en el Congreso de los Diputados de marcarle, desde su modesta posición, el camino al Gobierno con una actuación responsable y a la vez exigente, que ha puesto en la agenda política los temas transversales que apuntan hacia la próxima década, como la salud mental, la reducción de la jornada laboral para poder vivir y conciliar, la precariedad de los jóvenes o la transición verde. Íñigo Errejón, con un pequeño grupo en el Congreso, ha ido esbozando un proyecto de país verde y de justicia social que habla del futuro y de las cosas del día a día que de verdad importan.

Mónica García recoge esa experiencia de Gobierno en Madrid, la construcción del nuevo espacio verde estatal y lo suma a su impecable y contundente trabajo de oposición a Ayuso durante los últimos dos años en la Comunidad, donde esta madre, médica de la sanidad pública, se ha ido construyendo como alternativa al gobierno popular.

Ante una campaña binaria comunismo-libertad, ha habido otros ejes que se han impuesto con fuerza. Uno es polarizar vs generar tranquilidad. Por un lado, el ruido, el agitar odio, de máxima polarización, por otro, hablar en tono tranquilo de las cosas cotidianas. Pero pasado-futuro es lo que me parece más relevante. En una campaña que nace en mitad de una pandemia, con la población fatigada y asustada, han errado quienes han invertido una buena parte de la contienda en hablar del pasado, renunciando a disputar el futuro. Pivotar una campaña en torno al pasado es servir una discusión política desconectada de la realidad y las necesidades de la calle. Una sobreactuación actuada para un reducido público de políticos y medios, al que la ciudadanía no estaba mirando. Y en la elección binaria pasado-futuro, la gente siempre elige futuro.

Pivotar una campaña en torno al pasado es servir una discusión política desconectada de la realidad y las necesidades de la calle

Con estos ingredientes de campaña, son dos las alternativas que han logrado ofrecer una idea más clara de futuro para la gente.

Por un lado, la opción liberal. La libertad de ir a tu bola, sobre todo si te lo puedes pagar, del PP. Una idea de superación de la pandemia, en la que puedes vivir como antes, aunque el virus esté todavía con nosotros, asumiendo que hay riesgos, pero nadie te va a impedir continuar. Una idea que no habla de gestión pública, sino de cómo quieres vivir tú. Conecta con la idea individualista —e insolidaria— del sálvese quien pueda, con esas campañas publicitarias de “lo quieres, lo tienes” y con la necesidad de vida loca tras las rigideces del confinamiento. Una opción que triunfa diciéndote que la política no debería complicarte la vida más de lo necesario.

Por otro lado, la opción verde. La posibilidad de fortalecer una comunidad en la que nos cuidamos juntos, que aborde la transformación económica y ecológica para los próximos 10 años, reduciendo la jornada laboral, dignificando el trabajo, fortaleciendo el sistema de salud que incluye la salud mental, un futuro en el que tener tiempo para cuidar y vivir mejor, en el que poder respirar y en el que solo nos salvamos si nos salvamos todos. Una opción que habla de qué puede hacer la política para mejorar tus cosas del día a día. Es la política que defienden Más Madrid y Más País.

Estas dos opciones han sido primera y segunda fuerza en los resultados. No seré yo quien diga que la gente vota mal o quien desprecie a quienes eligieron al PP. Me preocupa entender sus motivos, no reprender sus decisiones legítimas. Fuesen para tener un mejor futuro o para impedir un futuro peor. Y estas elecciones nos dejan aprendizajes muy interesantes. Además, como viene pasando en los últimos años, cada vez que se abren las urnas se nos caen algunos mantras que ya no sirven.

Cada vez que se abren las urnas se nos caen algunos mantras que ya no sirven

Primero. La unidad de la izquierda ensancha el bloque progresista. Ya no sirve. La suma de los votos de Podemos y Más Madrid por separado es evidentemente más amplia que la que hubiesen conseguido juntos. En un escenario ya consolidado de multipartidismo, a nadie le atrae votar con la pinza en la nariz como hace 10 años. Por eso una propuesta adaptada a electorados distintos es capaz de lograr más movilización que una única opción que no atraiga a muchos.

Segundo. Quien gobierna en una crisis siempre sale reforzado. Ya no sirve. En este caso esto, que valió para Illa, vale para el PP de la Comunidad de Madrid, pero claramente el Gobierno del Estado muestra un fuerte desgaste y desafección tras la gestión de la pandemia que ha generado mucha incertidumbre en la población. El respaldo inicial de la población al Gobierno cuando se enfrentaba a un peligro desconocido ha transitado hacia la incomprensión por los criterios cambiantes, la falta de transparencia en las decisiones, el agotamiento y las ayudas que no llegan.

El respaldo inicial de la población al Gobierno cuando se enfrentaba a un peligro desconocido ha transitado hacia la incomprensión por los criterios cambiantes

Tercero. No hay trasvase de voto entre bloques izquierda / derecha. Ya no sirve. Como se ha demostrado en las votaciones de Madrid, hay votantes del PSOE que se han ido al PP. Este mantra podía funcionar en el bipartidismo, cuando el PSOE era una izquierda moderada y el PP una derecha moderada. Ahora, estos partidos también pagan el precio de los socios que eligen y, por tanto, no es solo su propuesta la que valora el elector sino su pareja de baile, por eso es más complicado.

Ciudadanos ha servido de estación intermedia para el traspaso entre bloques, quizás un espacio verde sirva de camino de vuelta. Porque, cada vez más, la brecha generacional, el eje futuro/pasado, o la cuestión nacional, hacen que las elecciones ya no se entiendan mirando todo bajo el prisma izquierda/derecha.

Cuarto. Lo que pasa en Madrid se queda en Madrid. Ya no sirve. Las consecuencias de las elecciones en Madrid van a tener una gran dimensión en el resto del territorio nacional y los efectos secundarios que se produzcan en el interior de los partidos serán determinantes.

De momento, la primera encuesta de valoración de líderes publicada tras las autonómicas ya pone a Pablo Casado como el líder más valorado en España. Estas mismas encuestas lanzan a Más País como fuerza política que ya apunta grupo verde propio en el Congreso de los Diputados y creciendo. Ciudadanos no desaparece solo en Madrid, sino en toda España, en Valencia ya hay desbandada a la vez que el PP cambia su reina para poder estar en condiciones de intentar hacer jaque al Botànic. Y Podemos, en pleno declive, se ve abocado a una nueva lucha interna por el liderazgo en su próximo congreso nacional, en el que la duda principal no es quién manda, sino qué futuro tiene, o si lo tiene. Ya que son varios los partidos nuevos que no han sobrevivido al cambio de líder.

En el PSOE, tras el fracaso electoral, Susana Díaz vuelve a plantar cara a Pedro Sánchez amenazando su época dorada al frente del partido. El envite susanista va más allá de Andalucía y se alargará al congreso nacional de octubre.

Así que sí, se abren nuevos escenarios, nuevos abismos, nuevas ilusiones, y los efectos de esta campaña van mucho más allá de Madrid.