Manuel Jabois: "Soy partidario de la mentira para propiciar una convivencia armónica"

Manuel Jabois: "Soy partidario de la mentira para propiciar una convivencia armónica"

El periodista gallego publica su primer libro de ficción, 'Malaherba'.

JEOSM

Ni escritor atormentado, ni periodista ‘intensito’, ni articulista acomplejado por escribir de todo, incluso de Sálvame (Telecinco). Manuel Jabois tiene muchas etiquetas: es lo bueno de que te lean “para lo que sea”. Y si es desde la discrepancia, mejor. Eso sí, “nadie te puede odiar más de lo que te odias tú mismo”, apunta.

El gallego de 41 años presenta su primera novela, Malaherba (Alfaguara). La historia de un chaval de 15 años narrada por un chaval de 15 años. El libro es todo lo que se espera de Jabois: perfectamente imperfecto. Y eso no puede ser mejor.

Aunque no es un escritor atormentado y puede que los intensos sean realmente quienes le leen (en función de cómo lo hagan), el periodista aprovecha esta entrevista con El HuffPost para hacer un buen psicoanálisis. Y de paso, habla de periodismo (sin complejos), de televisión, de postureo, de las obsesiones, de las primeras veces y de la infancia, que es el germen de ese “miedo tan jodido que se nos crea dentro” y en la que “no hay segundas oportunidades”. Y aunque cuente “cosas oscuras”, ese no es “su estado natural”.

¿Vas por la vida como un escritor de alma torturada?

Me lo he pasado muy bien escribiendo, disfruto mucho. No escribo con el alma torturada ni busco explorar ningún pecado. Si estoy mal, no escribo. A veces me río de lo que escribo y eso es malo... digo, ‘hostia, qué bueno esto’.

¿Te gustas?

No, cuando pasan los días ya no me puedo leer, me caduca muy pronto el gustarme. Nunca estoy muy orgulloso durante mucho tiempo de algo que he hecho, siempre creo que puedo ser mejor. Cuando te hablan del éxito, del reconocimiento... nunca me he creído ni la mitad, porque el hecho de pasarlo bien y poder vivir de eso es lo importante.

¿No te lo crees ni un poco? Muchos jóvenes que quieren ser periodistas se fijan en ti. 

Que se fijen en mi forma de contar las cosas me hace mucha ilusión. Yo no he hecho la carrera de periodismo y me enorgullece que se fijen en mí, pero no me enorgullece tanto que quieran ser columnistas. El columnismo es mi área de servicio, me gusta reportajear, escribir crónicas. Una chica que esté estudiando periodismo no puede pensar ‘quiero ser columnista’.

Te gusta reportajear pero este libro es literatura... ¿Es cierto que llevas 25 años escribiendo una historia de ficción?

Llevo 25 años empezando un libro. La primera frase de este la escribí hace un año, estaba en un taxi y me puse a pensar (tenía tiempo porque no funcionaba la máquina de la tarjeta). Se la enseñé a mi pareja y me dijo ‘parece un microcuento’.

Ay... ¿como los de Mónica Carrillo?

No... no, no sé, pero vamos, no escribo microcuentos. Sabía que esa frase estaría en algún lado y que era el buen comienzo de una novela. Pero vamos, estuve un año sin saber la segunda frase. Antes del verano de 2018 empecé a pensar que quería contar esa historia y me puse en marcha en octubre. La tuve que escribir de corrido porque tengo cero disciplina, yo trabajo sobre plazo. Desde que lo entregué, estuve atormentadísimo por no poder tocar nada, con ralladas sobre cómo mejorarlo. La voz narrativa es la de un chico de 15 años. Hay cosas que pueden estar mejor narradas, pero está hablando un crío de 15 años. Hay algo bonito en esta naturalidad de escribir. Me da vértigo leer cosas que no recuerdo haber escrito, así que no voy a abrir el libro en mucho tiempo. Me da mucho pudor.

A ver, esto sí que es un poco de escritor atormentado...

No, son inseguridades, tiene que ver con que nunca estoy satisfecho ni piso suelo firme. He aprendido a convivir con eso y estoy orgulloso porque ha sido un trabajo psicológico de años, pero convives con esa insatisfacción. Eso o tirarte por una ventana. Tiene algo de perfeccionismo, aunque las cosas perfectas no me gustan. He llegado a pensar si era una pose.

Nadie te puede odiar más de lo que te puedes odiar tú. Joder, vaya psicoanálisis.

¿Si era postureo?

Sí. Poco a poco. No estoy defendiendo nada bien la novela, ¿no? Lleva un día en la calle y me encanta lo que se dice. Es esta forma tan mía de no quererme. Cuando te encuentras con cualquier clase de insulto dices ‘buf, lo que tienes que aprender de mí, de lo que puedo destruirme a mí mismo, de lo que me puedo insultar a mí mismo y de mis miserias que yo conozco y vosotros no’. Nadie te puede odiar más de lo que te puedes odiar tú. Joder, vaya psicoanálisis.

Bueno, pero siempre has dicho que te gusta que te lean desde la discrepancia.

Yo escribo para que me lean. Me encanta que me lean. Eso de escribir y meterlo en un cajón por pudor, no. Que te lean para lo que sea, aunque no gustes. Me daría miedo gustar a todo el mundo o no gustar a nadie. Que no te confundan estas cosas tormentosas que te he contado.... yo esto no lo cambio por nada. Ese no es mi estado general, aunque no sea Mr. Wonderful.

O sea, no vas a escribir nunca autoayuda.

No, yo necesito hablar y que me escuchen, pero no creo en los manuales que te puedan mejorar la vida.

La literatura también puede servir de autoayuda en función del momento en el que leas determinado libro.

De hecho, lo que me ha convertido en periodista son los libros. Leer y tener la suficiente experiencia en la ficción como para poder superar las cosas en la realidad. Los libros te anticipan el mundo. Leía cosas que después me pasarían en la vida. Ya las conocía por los libros: el amor, la enfermedad, el desamor, las drogas, la amistad... Los libros te educan, te enseñan lo que puedes hacer y lo que no.

Los libros te anticipan el mundo. Leía cosas que después me pasarían en la vida. Ya las conocía por los libros: el amor, la enfermedad, el desamor, las drogas, la amistad...

A determinadas edades, ¿no corres el riesgo de no entender las historias? 

Claro, pero te vas formando un criterio. Y si la novela es buena no significa que sea moralista, pero sabes captar el mensaje. La literatura me ha enseñado mucho, le debo mucho.

No escribes de autoayuda, pero sí de política, de deportes, escribes ficción... ¿No quieres abarcar mucho?

No, lo hago porque he hecho de todo en 15 años, vengo del periodismo local. He hecho crónicas de bodas, sucesos, cultura, política municipal y aprendí a adoptar un tono en función de lo que estuviese cubriendo. Es la mejor escuela de periodismo que existe. Es brutal. Aquí a veces tengo algún miedo, porque estoy como flotante. He escrito sobre los 10 años de Sálvame, sobre el debate de las elecciones generales... pero porque el lector va buscando tu mirada. Luego, cuando salgo a la calle y veo cualquier historia intento hacer algo diferente, no en clave de investigación porque no soy experto y no tengo fuentes. Pero eso es lo que más me gusta: preguntar, llamar al telefonillo y que te digan ‘no queremos hablar’. Ese periodismo de asalto, que es incómodo, es el que te calienta las venas. Traficar con esa información: tengo esto, dame esto. Ese tipo de cosas que la gente purista no entiende.

¿No hay complejo en escribir de los 10 años de Sálvame?

Tendría reparos en desvelar una intimidad de alguien, meterme en el mundo rosa no lo voy a hacer nunca. Pero hablar de un fenómeno televisivo y social, sí. Mucha gente se escandaliza, pero yo no. Me interesa más un periodismo que otro, obviamente, pero el impacto que ha tenido ese programa en la vida, en la política, en el fútbol, es brutal, ¿no?

El periodismo de asalto, el que es incómodo, es el que te calienta las venas. Traficar con esa información: tengo esto, dame esto. Ese tipo de cosas que la gente purista no entiende

También has dicho alguna vez que la tele proyecta una imagen centrada en el espectáculo. 

La televisión resta trascendencia a cualquier mensaje inteligente. Es injusto. Tiene que ver el contexto, la política televisiva que se sigue para atrapar al espectador. Es un cebo. Solo he salido en televisión de vez en cuando, nada que me queme, he estado unos meses con Xabier Fortes y ahora con María Rey. Cuando he salido en pantalla me conocía más gente y me decían ‘tú sales en la tele’, pero no saben lo que haces. Te conviertes en un personaje. Se quedan con cuatro clichés y te encasillan. Prefiero que me conozca una persona entre un millón porque me lee a que me conozcan mil porque salgo en la tele. Qué me importa salir en la tele, si en la tele sale cualquiera.

Xabier Fortes, otro periodista gallego, y sois muchos. ¿Qué tenéis los gallegos?

No soy muy partidario de hacer distinciones. Sí me da un poco de pena, por mí el primero, no hacer más periodismo o cultura en gallego. Se desguarnece muchísimo. No hay casi publicaciones en gallego en nuestra tierra, no hay una potencia de difusión de medios como en Cataluña. Tampoco hay una plataforma o un estímulo. Me da rabia. Mi lengua materna no es gallego, es otro de los estigmas que tenemos. Cuando era pequeño, te hablaban en castellano para abandonar esa lengua. Era como ‘si vas a ser alguien, tienes que hablar el idioma de quienes son alguien, el castellano’. En el colegio, en los ochenta, cuando a alguien se le escapaba el gallego pensabas ‘de dónde vendrá, de la aldea’. Venía alguien de Madrid y te hablaba con un verbo compuesto y flipabas, pensabas que debía ser de una familia de la hostia. Estas cosas son muy ridículas. Tienes que crecer para darte cuenta de ello.

El impacto que ha tenido 'Sálvame' en la vida, en la política, en el fútbol, es brutal

Te han colgado la etiqueta de ‘intensito’. ¿Lo eres?

Creo que no. De hecho, a veces tiro de frivolidad y de humor negro, y pienso que si se entiende va a ser peor. No me tomo las cosas en serio, en general escribo columnas para que la gente se lo pase bien. La mía no es la palabra de Dios ni de un señor columnista que le va a decir a ustedes las verdades del pueblo. De hecho, a veces me leo a los cuatro días y digo ‘qué mierda es esta’. A lo mejor, los que me ven así, se refieren a artículos de la vida cotidiana, o del amor... Recuerdo que escribí uno sobre los cuernos, en base a una conversación con un colega, con mucho humor y retranca: pues hubo unas tesis de la hostia, revistas hablando de eso, me escribió gente que lo había dejado con su pareja preguntándome mi opinión sobre su historia personal. Yo flipaba.

Conclusión: ¿Los intensos somos los demás?

No lo sé, a veces se lee así y se toma en serio. Claro que pienso lo que escribo en el artículo, pero la forma de contarlo era una forma muy disparatada. A veces haces las cosas sin pretensión y hay mucho revuelo con las interpretaciones; y otras veces vas de intenso y no lo consigues. Puedo tener algo de intenso, no te digo que no. De hecho, te he soltado una chapa super intensa al principio. Depende de mi seguridad al hablar. Normalmente estas chapas me las cortan enseguida.

Bueno... también tiene algo de intensidad que digas que todos escribimos sobre nuestras obsesiones. ¿Con qué estás obsesionado?¿Qué hay de ello en el libro?

La obsesión más clara que tengo sí que es super intensa: las primeras veces. Hay una reflexión de una amiga sobre si podemos recordar las primeras veces que dijimos cada palabra. Este libro va de recordar cada palabra con el sentimiento expresado: la primera vez que tuviste miedo. El tiempo y el espacio. La magnitud que le damos. Es el mundo de un chaval de 15 años, esa obsesión del momento en el que quieres repetir el primer beso que te diste con alguien, eso es una pasada. Cómo es eso de meterle la lengua en la boca a alguien. De hecho, mi primer beso se produjo en unas tinieblas, porque si me da vergüenza ahora besarme con alguien imagínate con 13 años. Ya no voy a desvirgarme otra vez. Esas emociones no vuelven a ser las mismas, como la primera vez que hice manitas, que fue en el colegio. Era como follar. Era increíble, el corazón me iba a 200.

La televisión resta trascendencia a cualquier mensaje inteligente. Qué me importa salir en la tele, si en la tele sale cualquiera

Y con tanto pudor, ¿te da vergüenza que lo lean?

Me da mucha vergüenza, soy muy pudoroso, pero son las obsesiones, especialmente el miedo. Hay una clase de miedo que una vez que lo sientes no se va nunca. Cuando se acaba la infancia en la que todo es felicidad, te das cuenta de que no todo es así. Las relaciones en el colegio, cuando ves que tu amigo de repente se lleva mejor con otro, o cuando eres testigo de bullying... Te empiezas a dar cuenta de que se crea un miedo dentro muy jodido. Cuando teníamos seis años, la clase se metía con un niño. De repente, recuerdo que con 15 años pensaba: joder, ¿por qué yo no hacia nada? Y lloraba. No participaba, pero no actué. Era el timidito. Es la infancia. Muchas veces, no hay segundas oportunidades en la infancia. Solo los que tienen más suerte la tienen. Salvo que veas la luz... Y  no es exculpar a nadie. El responsable del que hace el mal es el malo.

Últimamente hablas mucho de la mentira, de cómo utiliza la emoción y aquí has hablado mucho de emociones. ¿Me has mentido en algo?

Desgraciadamente no, y venía pensando ‘tengo que encontrar alguna trola para protegerme’. Soy partidario de la mentira para propiciar una convivencia armónica.

O sea, que esa frase que escuchamos tanto en los realities como si fuera una gran virtud, lo de ‘soy muy sincera, te lo digo todo a la cara’, no va mucho contigo, ¿no?

Eres un miserable si dices todo a la cara. Pero no, no te he mentido. Igual luego lo leo y digo que todo son trolas.