Marie Arana: "Decir que ser bolivariano es ser comunista es ridículo. Todos quieren una parte de la gloria de Bolívar"

Marie Arana: "Decir que ser bolivariano es ser comunista es ridículo. Todos quieren una parte de la gloria de Bolívar"

La escritora, periodista y miembro del Consejo de Eruditos de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos analiza la biografía que escribió sobre el "libertador de América".

La escritora y periodista Marie Arana, en el Hay Festival de Cartagena de Indias de 2020. WMagazín

Por Winston Manrique Sabogal

Nunca, o casi nunca, se logra saber lo que impulsa a una persona a luchar por un objetivo: ideal, egocentrismo, sueño, poder, frustración, solidaridad, soberbia, valentía, resentimiento, responsabilidad, insensatez, rabia, vanidad, locura, gloria… Muchas veces los motivos que esconde el acto en sí no son claros ni siquiera para ellos. Tampoco lo fueron, quizás, para Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco libertador de seis países de América Latina, mecha de la liberación de las colonias españolas hace dos siglos y comodín mentado por diferentes ideologías del presente.

Una persona que traicionó a los suyos, los criollos españoles, en busca de una justicia y terminó traicionado y solo por quienes intentó ayudar. Es Simón Bolívar pasado por un prisma.

Eso es lo que ha hecho Marie Arana (Lima, 1949) en Bolívar, libertador de América (Debate). Un gran fresco personal y guerrero donde quedan claros los momentos decisivos que delinearon su vida y que podrían esconder el motor de su existencia: un niño huérfano de madre, un niño y adolescente educado por esclavos, un joven de vocación ilustrada, un hombre que viajó a Europa y un esposo que pronto enviudó.

Esta biografía que se lee como una novela refleja el Simón Bolívar (Caracas, 1783-Santa Marta, 1830) del imaginario colectivo que puede sonar a maniqueo, para unos; básico, para otros; cliché, para unos cuantos… Pero no es ni una cosa ni otra, porque lo que hace Marie Arana es mostrar de dónde proceden esos diferentes Bolívar, el tejido del cual está hecho ese hombre y prócer latinoamericano. Un retrato que despliega las caras en busca de aquello que las crea. Desde el primer momento de la entrevista, Arana da las primeras pistas:

“Fijar su retrato es un poco difícil. Empezando a escribir sobre Bolívar, sentada en la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, en Washington DC, había mil quinientos libros sobre él. Y lo que quería hacer era algo diferente. Primero quería enseñar a la gente no latinoamericana. Creo que en la figura de Bolívar existe una historia fundamental que nos cuentan mucho del carácter de la gente latinoamericana. Así es que empecé a buscar la materia prima en sus cartas, documentos, crónicas de sus soldados, de lo sacerdotes que viajaban con él. Empecé a buscar el color y la vividez del hombre de carne y hueso. Eso quería buscar. Entonces, es el punto de vista de una novelista. Pero no es una novela, es un libro levantado sobre hechos reales. Si digo media luna hay un sentido y verdad».

La vida de Bolívar es desplegada aquí por una mujer cuyo bisabuelo y tatarabuelo se enfrentaron en bandos distintos durante la independencia liderada por Bolívar.  Marie Arana conoce muy bien al personaje como episodio autónomo de la Historia y como parte del gran mosaico de la vida. Licenciada en lengua y literatura rusas por la Universidad de Northwestern, con una maestría en Sociolingüística en la Universidad de Hong Kong, Arana fue editora de la sección de Libros de The Washington Post, con el que aún colabora, y es miembro del Consejo de eruditos de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.

Hija de padre peruano y madre estadounidense, Marie Arana vive en Estados Unidos desde los 9 años. El germen de esta historia lo relata en uno de los corredores del antiguo Convento de las Clarisas en Cartagena de Indias, en Colombia, convertido en un hotel que acogió, como cada año, las principales actividades del Hay Festival de febrero.

«Recrear ese mundo fue extraordinario. Fue romper la cadena con España que era muy fuerte. Era un mundo de la colonia. Fue algo fundamental lo que nos hizo quienes somos. En Latinoamérica, después de Bolívar, seguimos viviendo en un colonialismo con otras formas porque tras su muerte los blancos, la élite y luego las multinacionales llegaron a sacar y extraer riquezas del continente.

El punto es que Bolívar, como decimos en quechua, era un pachacutec, con él todo quedó cabeza abajo o patas arriba. Haciendo esa revolución se cuenta bastante de él. Buscando al ser humano se ve que hay muchos Bolívar”.

Winston Manrique Sabogal. Su nombre lo usan en beneficio de diferentes ideologías e intereses.

Marie Arana. Ahora dicen que ser bolivariano es ser comunista, es una cosa ridícula porque todos quieren una parte de su gloria. Yo quería encontrar a ese hombre con sus fallos y triunfos y virtudes y sus lealtades. Su lealtad era enorme con quien fue su única esposa. Lealtad a la revolución que le hizo traer una traición tremenda con Miranda. Era un hombre muy impulsivo desde el principio. Yo trato esto con mucha delicadeza. Fue un niño huérfano muy temprano, fue irresponsable, malcriado. Pero su profesor Simón Rodríguez decía que tenía valor y que había que apoyar al niño. Y resultó que ese impulso le sirvió mucho en su vida adulta. Y esa impulsividad también fue su mayor pecado.

Al otro lado de la impulsividad esta su lado soñador. Era esa clase de personas cuyos ideales son más grandes que ellos mismos. Al final de la revolución todos se fueron para su casa con su poder y él siguió batallando. Era un hombre de la Ilustración, pensaba que la única forma de sobrevivir era si todas las colonias se unían y eso es algo que nunca podía seducir a otros que peleaban como él. Bolívar tenía un sueño más grande que la gente alrededor y que no podían comprender. En un lado el hombre impulsivo y al otro el hombre soñador.

W. Manrique Sabogal. En su libro usted pone a Bolívar en una especie de prisma.

M. Arana. Leyendo sus cartas, porque era un escritor grandísimo, era uno de los grandes autores de Latinoamérica, cambió la forma de hablar y escribir. Lo hizo fácil. Tenía sus escriba que tomaban sus cartas, tenía talento y carisma para la palabra. Era el hombre que buscaba que viviera en mi libro.

Otra cosa muy importante con Bolívar es que en él podemos encontrar las dualidades que se pueden ver en su vida. Al principio era una persona de gran ambición y sueños, odiaba a Napoleón; siendo una persona de la Ilustración creía en las libertades del hombre. En sus cartas uno ve que un día habla del triunfo de la batalla y luego en otra carta habla del caballo o de que tiene hemorroides o de que al día siguiente no podrá hacer nada porque debe guardar cama. Puedes ver el compendio de una persona.

W. Manrique Sabogal. Viene de lo soñador que era, de la fuerza interior que posee al margen de la valentía y heroicidades, alguien que cree en algo.

M. Arana. Cree ciegamente en algo. La gente no se da cuenta que en esos días el público se movía de un lado a otro… Y él siempre buscando la lealtad de la gente. Por la fuerza de carácter lo pudo hacer porque él creía que podía reunir todas las razas y que ahí estaba la fuerza de la revolución.

Bolívar, libertador de América llega a España con siete años de retraso, pues Marie Arana lo publicó en inglés en 2013. Un personaje por el que se obsesionó desde niña, pues su bisabuelo y su tatarabuelo lucharon en la batalla de Ayacucho en bandos opuestos y la hija del soldado español terminaría siendo la esposa del combatiente peruano. Y doscientos años después Arana cuenta la vida de ese hombre común en sus antepasados.

W. Manrique Sabogal. ¿Cuándo fue ese primer encuentro con Bolívar?

M. Arana. Mi primer encuentro no fue con la historia en sí, ni siquiera con Bolívar, sino con tres caras que me miraban desde retratos en las paredes de mis abuelos: la joven pálida y melancólica; el general severo con ojos penetrantes y charreteras doradas; el soldado de rostro tierno con el cabello castaño claro azotado por el viento. Se convirtieron en una obsesión, especialmente cuando mi abuela explicó que estos eran mis antepasados, personas reales, figuras que habían jugado un papel en la historia del Perú. El hombre de ojos penetrantes era mi bisabuelo, Pedro Cisneros Torres, que había luchado contra España en la decisiva batalla de Ayacucho. El soldado de cara agradable era mi tatarabuelo, el general de brigada realista Joaquín Rubín de Celis, quien también había luchado en esa misma batalla y fue el primer español en caer en esa desolada meseta andina. La joven melancólica era Trinidad Rubín de Celis, mi bisabuela, hija de ese brigadier español, que no había nacido cuando evacuó Lima con el ejército realista y se fue a las montañas. En un extraño giro del destino, Trinidad se había casado con un soldado que había luchado contra su padre. Muchas generaciones después, fui el resultado.

El hecho de que compartiera la sangre de dos hombres que habían ido a la guerra para matarse unos a otros me fascinó. Esa ironía condujo a muchas preguntas, mucha contemplación y luego a la perplejidad de por qué los peruanos habían llegado a resentir, e incluso a despreciar activamente, al héroe que había cabalgado desde lejos para liberarlos. Comencé a leer todo lo que pude encontrar sobre Simón Bolívar. Con el tiempo, entendí que su vida representaba una ventana perfecta a la historia de un continente”.

Además de la aportación de mostrar diferentes rostros de Bolívar e indagar en el origen de los mismos, está el tono del libro, el ritmo novelado que Arana imprime a la narración. Es la biografía de una vida, un texto completamente humanizado. Una obra que completa y complementa biografías canónicas como las de John Lynch y Gerhard Masur, y las memorias de Ducoudray. Con esa mirada a los orígenes de tantas cosas, Marie Arana pone la figura de Bolívar bajo la luz del presente.

W. Manrique Sabogal. Simón Bolívar fue un gran líder y visionario, hoy con todo lo que está pasando algunos expertos echan en falta personas con gran liderazgo tanto a nivel nacional como global.

M. Arana. Bolívar, como Winston Churchill o Abraham Lincoln, fue un hombre formado por los crisoles de su tiempo, un hombre cuyas habilidades y carácter innatos no fueron evidentes hasta que la pasión y la determinación lo llevaron a la grandeza. Al igual que Churchill y Lincoln, no era un niño particularmente prometedor. Pero las fuertes convicciones de justicia, libertad e igualdad, eventualmente avivaron los fuegos de su ira ante las iniquidades fundamentales del gobierno colonial. Era un gran orador, un hijo de la Ilustración, y sus poderes para persuadir e inspirar se convirtieron en sus mejores armas. Pero, aunque había nacido en una vasta riqueza, era un hombre sin pretensiones, dispuesto a luchar junto a sus soldados, sufrir las privaciones de largas y difíciles marchas, dormir en el suelo junto al más humilde de sus reclutas. Esa conexión humana combinada con una mente brillante y una retórica enérgica lo convirtieron en un líder raro. En los dos siglos transcurridos desde entonces, muchos líderes menores de la derecha y muchos de la izquierda han tratado de ocultarse en su manto. Desafortunadamente, en la actualidad no hay un líder de su estatura, ni ningún presidente que se acerque a la habilidad política de Churchill o la profunda humanidad de Lincoln. Y en un mundo lleno de disturbios y sin liderazgo visionario, las lecciones de Bolívar son especialmente profundas.

Marie Arana está Washington. Vive allí, como todos, este tiempo inédito de la pandemia, de la covid-19, cuyo relato se hace minuto a minuto sin saber nadie cuál es la línea siguiente. Desde allí responde por email a una pregunta sobre este presente de horizonte neblinoso que afecta especialmente al universo del libro.

W. Manrique Sabogal. La pandemia parece que ha precipitado parte del futuro hacia un mundo más digital y reinvenciones varias, mientras que en el ecosistema del libro las librerías parecen tener un horizonte más incierto. ¿Cree que el modelo actual de librerías lo ha jubilado de golpe esta nueva realidad?

M. Arana. En la Biblioteca del Congreso, esta pandemia ha acelerado el cambio y ha forzado una carrera de alta velocidad hacia el mundo digital. Las bibliotecas ciertamente habían comenzado este cambio de terreno antes de covid-19, y se estaban haciendo avances importantes hacia los servicios virtuales, pero ahora el mandato es inmediato. Los programas destinados a atraer a los usuarios a nuestras salas, para llevarlos al corazón de la institución, ahora tienen que cambiar a un modelo virtual. Ver, aprender y experimentar lo que una gran institución cultural puede ofrecer ya no solo puede suceder en espacios llenos de visitantes, enormes festivales, simposios y conferencias desbordantes. De hecho, encuentro los desafíos estimulantes. Estamos aprendiendo que, si hacemos las cosas bien, nuestro alcance puede ser más largo y nuestro público más grande. Uno de los aspectos más emocionantes de esta forzada marcha hacia el futuro es que la tecnología está cambiando con nosotros. Cuando preguntamos cómo podemos llegar mejor a más personas en un mundo virtual, las soluciones tecnológicas se crean para nosotros en tiempo real.