Marlaska, el hombre de seguridad en tiempos de pandemia

Marlaska, el hombre de seguridad en tiempos de pandemia

Así es y vive estos días el ministro del Interior.

MarlskaEfe

El antaño bullicioso Paseo de la Castellana es un desierto ahora. Los insoportables pitidos de los coches han desaparecido, apenas se cuelan en el recinto del Ministerio del Interior algunos ruidos de pájaros o de los semáforos. Esos escasos minutos en los que no está trabajando Fernando Grande-Marlaska pasea con sus tres perros dentro de los recios e hipervigilados muros de lo que en su día fue el palacete de los condes de Casa Valencia.

El ministro del Interior es una de las piezas clave para controlar la pandemia y el país durante estos extraños días. Forma parte del reducido grupo de autoridades “competentes” bajo la dirección del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. De los pocos que accede al búnker de Moncloa junto a sus compañeros Margarita Robles (Defensa), José Luis Ábalos (Transportes, Movilidad y Agenda Urbana) y Salvador Illa (Sanidad).

Grande-Marlaska (Bilbao, 1962) sólo se mueve de su departamento para ir a La Moncloa. Algunas veces bromea que cuando acabe todo esto cree que su coche sólo sabrá ese camino. Su misión es fundamental: garantizar la seguridad en una situación límite y de estado de alarma, con todo el país confinado y con las fronteras terrestres cerradas. 

Jornadas sin fin

Sus días no tienen horario ni fin, como comentan desde su entorno a El Huffpost. Son jornadas “muy largas”, él ya estaba acostumbrado a no tener fines de semana. “Es lo habitual en su trabajo, y con especial intensidad ahora”, explican desde el Ministerio del Interior. Un departamento en el que sólo está en la sede el equipo mínimo, el resto teletrabajando. Allí Marlaska despacha constantemente con su jefa de gabinete, Rocío García, siempre respetando las distancias y todas las medidas de seguridad. El resto de reuniones se hacen por videoconferencia.

Se toman precauciones máximas después de que hayan dado positivo algunos de sus colaboradores más cercanos durante estos días como los directores adjuntos de la Policía Nacional, José Ángel González, y de la Guardia Civil, Laurentino Ceña, ambos miembros del comité de expertos y técnicos que se reúne a diario.

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La sensación que tiene Marlaska y su equipo es que la sociedad está respondiendo y cumpliendo las durísimas medidas acordadas por el Gobierno bajo el estado de alarma. El tema de las sanciones no corresponde ni al 1% de la población española, con 47 millones de personas. La mayoría, según han explicado la Guardia Civil y la Población, se deben a desobediencia a los agentes de seguridad. Y prestan mucha atención también a los colectivos vulnerables, explican fuentes de Interior. Esa reacción de la gente para bien, señalan, se ve también en aspectos como la reducción del tráfico del 93%. Resaltan desde el Ministerio también que en disminución de desplazamientos en grandes ciudades España es el primer país del mundo.

El ministro se afana estos días en el mensaje de que la gente no se relaje con las medidas

El análisis que hacen estos días en el Ministerio es que está empezando a doblegar la curva y que los “sacrificios” pedidos a la gente ya están teniendo un “reflejo real”: “La gente está siendo muy responsable”, añaden las fuentes del departamento.

Una cosa obsesiona también a partir de ahora al titular de Interior: no se puede bajar la guardia, hay que lanzar el mensaje constantemente de que no se puede relajar la gente respecto a estas medidas.

Una pandemia con un Gobierno de coalición formado hace apenas tres meses. Pero Marlaska ya formaba parte del Ejecutivo desde la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa vía moción de censura. Fue uno de los fichajes estrella del socialista y causó sorpresa a muchos. Un juez mediático de la Audiencia Nacional, que se encontraba en la órbita conservadora como vocal en el Consejo General del Poder Judicial.

Antes de nombrarlo ministro, Sánchez lo tanteó para la Alcaldía de Madrid

La moción pilló por sorpresa a muchos, incluso al propio Sánchez. El hoy presidente le tenía echado el ojo a Marlaska tiempo atrás y apenas unas semanas antes de arrebatarle La Moncloa a Rajoy había llamado al juez con una tentadora oferta: ser el candidato del PSOE al Ayuntamiento de Madrid. No tuvo que responderle porque unos días después todo cambiaba y le proponía hacerse con Interior.

Entonces se enfrentó durante ese año y medio a dos principales retos: la situación de inestabilidad en Cataluña e intentar limpiar las cloacas policiales. Fueron días muy complicados después de la sentencia del procés, con las calles de Barcelona ardiendo a escasas semanas de unas elecciones generales. Marlaska consiguió salir indemne de aquella gestión y desde su Departamento se pone en valor la “coordinación” que se ha conseguido con los Mossos desde que está en Interior. En el segundo tema, también consideran que se ha conseguido pasar esa etapa de oscuras sombras y actividades delictivas que tenían como pivote a Villarejo.

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Pero Marlaska quería un impulso cuando se formó este Gobierno de coalición con Podemos, partido que había sido muy crítico con él en temas como los CIE, la política migratoria y la retirada de medallas a Billy ‘El Niño’. Recién renovado su cargo en enero, el ministro soprendía con una importante remodelación de la cúpula ministerial cesando a la que había sido su secretaria de Estado de Seguridad, Ana Botella, y al director general de la Guardia Civil, Félix Azón. Buscaba un equipo a su medida y subía de escalafón Rafael Pérez, el juez cordobés que había sido su jefe de gabinete hasta entonces. También cesaba a su hasta entonces jefa de prensa, Mar Hedo.

El actual equipo, como señalan fuentes de Interior, está “muy engrasado”: la coordinación es “constante” y está “funcionando”. Marlaska es muy exigente consigo mismo y también con todos sus colaboradores, como reconocen fuentes de su entorno.

Los suyos dicen que soporta muy bien la presión y que es afable hasta en los momentos más duros

“La silla que ocupa está sujeta a unos condicionantes propios del cargo. Interior es Interior. En otros ministerios hay picos, suben y bajan, pero este Ministerio siempre está arriba”, reconoce un asesor. “Dentro de la tensión propia, son muchas horas de trabajo y dedicación, es una persona acostumbrada, su forma de ser posibilita que pueda aguantar bien”, apostilla. Los que trabajan con él señalan que el trato “es exquisito en las distancias cortas”: “en los momentos de tensión el ambiente no es infernal, es afable, se lleva bien la presión”. Otras de sus válvulas de escape es estar con su marido el poco tiempo que puede y correr en una cinta. Siempre pensando cuándo podrá volver a hacer alguna caminata por la montaña.

Un ministro que también es implacable cuando algo no le gusta y que no tolera las deslealtades, como pasó con el coronel de la UCO de la Guardia Civil Manuel Sánchez Corbí por la filtración de una comunicación interna en la que se informaba de que se había agotado la caja de fondos reservados de esta unidad.

Sus enemigos en el mundo de la judicatura dicen que siempre ha ido a lo suyo, que ha hecho malabarismos entre partidos y que tiene una ambición desmedida

En el mundo judicial también se acuerdan bien del hoy ministro, una figura que causaba amores y odios dentro de sus compañeros. Ese avispero llamado Audiencia Nacional, son sus rencillas y enemistades. Fuentes judiciales que piden anonimato señalan que siempre ha ido “muy a lo suyo, estuvo con el PP, siempre con malabarismos, tiene una ambición desmedida”.

A pesar de esa cercanía anterior al Partido Popular, Marlaska se ha acomodado bien en los círculos socialistas y ha tenido buen recibimiento entre las estructuras y bases del partido. No tiene carné, pero ha sido número uno en las listas a las elecciones por Cádiz, se le ve cómodo en actos de partido y participa con dirigentes socialista en manifestaciones como el 8-M y el Orgullo Gay.

Actos masivos que no se verán en meses, con una calles vacías sin fecha. España, a las órdenes de seguridad de Marlaska.