Más decisivos que nunca
Silueta de un hombre en la madrileña plaza de Colón. ASSOCIATED PRESS

Ya estamos en plena campaña electoral, y este no es un artículo para pedir el voto, es obvio cuál es mi preferencia y que no soy ni imparcial ni equidistante, tan solo son unas líneas para la reflexión desde la óptica progresista ante las semanas que tenemos por delante.

¿Cómo va a ser esta campaña? ¿O cómo vamos a dejar que sea los y las ciudadanas? ¿Va a valer todo? ¿haremos como que no nos damos por aludidos ante las barbaridades y transgresión de las normas básicas de convivencia política y ciudadana? ¿O habrá algún tipo de reacción o plante político o ciudadano? En realidad, quizás la pregunta que como elector o electora y no candidato sea más sencillo contestar es: ¿Cómo vamos a enfrentarnos a esta campaña, con apatía, desilusión e incredulidad, o con entusiasmo y como una oportunidad de cambiar las cosas? Probablemente entusiasmo sea demasiado pedir a una sociedad muy golpeada por los recortes y retrocesos producidos en la crisis, pero con algo de alegría y curiosidad sí estaría bien escrutar las diferentes propuestas.

Casi sin haber empezado este periodo ya tenemos un buen puñado de propuestas de esas de las que Serrat diría “si no fueran tan dañinas nos darían lástima” por parte de la derecha en cualquiera de sus tres formatos. Y no hago diferencias partidarias porque ya casi da igual quien haga la propuesta, Pablo, Albert o Santi, los unos contaminan a los otros, y a efectos electorales son como ese viejo dicho castellano “tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”. Para empezar las derechas han ofrecido propuestas para construir una sociedad en un futuro próximo donde los no nacidos ya son inscritos para una plaza escolar, donde hay un  retroceso en la interrupción voluntaria del embarazo, hay acceso a las armas a la americana, se legaliza la prostitución y los vientres de alquiler, se cuestiona a las mujeres víctimas de violencia de género, se impide una ley de eutanasia, se baja el salario mínimo interprofesional, se recorta el sistema de pensiones y se privatiza la educación y la sanidad… Esto para empezar, ¿quién sabe lo que nos reservan para la traca final? Sinceramente no me quiero imaginar criando a mi hija en una España así, insolidaria, clasista, machista, homófoba, retrógrada, cutre y al grito de sálvese quien pueda. La derecha está renunciando a ser una opción para quienes quieren elegir futuro y convivencia, ya no por lo que han hecho en el pasado, que en el caso del PP se resume en corrupción y recortes, sino por lo que dicen que van a hacer.

Estas son unas elecciones donde los indecisos son más decisivos que nunca. Y donde sobre todo las mujeres no podemos permitirnos equivocarnos.

La campaña tiene sus ecos en las plazas, en las cafeterías, en las paellas del domingo con amigos y familia… ¿Y si elevamos el listón de la calidad del debate? ¿Y si desterramos de nuestra esfera las consideraciones a propuestas y actitudes egoístas que destruyen el bien común? ¿Y si no les hacemos la campaña a costa de indigestión o náusea? En este tiempo se trata de elevar la altura del debate público, esgrimiendo las normas básicas del debate democrático, en las formas y en el fondo de los conceptos.

En estas semanas como elector o electora podemos hacer varias cosas: desconectar y dejar a “cada loco con su tema”, que es una opción respetable y entendible pues el clima acompaña, o prestar atención con espíritu crítico y elegir con conocimiento de causa. Estas son unas elecciones donde los indecisos son más decisivos que nunca. Y donde sobre todo las mujeres no podemos permitirnos equivocarnos. Despreciemos las opciones que nos hacen peores como sociedad, que nos enfrentan, que destruyen el Estado de bienestar, buscan la desigualdad y nos meten en el túnel del tiempo.

Solo quería hacer una reflexión, pero al final quizás en el fondo estoy pidiendo el voto. Feliz campaña electoral.

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