¿Medir la democracia?

¿Medir la democracia?

El mundo cerró 2011 con menos democracia que el año anterior. Mientras caían Gadafi o Mubarak, en los países europeos se recortaban derechos, bajaba la confianza en los gobiernos y asomaban el populismo y la protesta social.

La primavera árabe tiró del pedestal a varios tiranos de corte clásico: mano hundida en bolsillos sin fondo, dedo en gatillo, pelo teñido y un ego concentrado en los labios, torcidos hacia abajo en una terrible curva de arrogancia. Puede que sus pueblos tengan por delante años o décadas de pruebas y tensiones, o que sus aparatos represivos no terminen de caer, tumbados en el aire como la estatua de Sadam Husein. Pero los tiranos en sí acabaron en el exilio, la cárcel o bastante peor.

Sin embargo, según el Índice de Democracia 2011 elaborado por Economist Intelligence Unit, el mundo cerró 2011 con menos democracia que el año anterior; dice el estudio que sólo un 11,3% de la población mundial vive en una "democracia completa" (25 países capitaneados por los nórdicos), luego está la "democracia defectuosa" (37,1%), los "regímenes híbridos" (22,2%, en claro crecimiento) y por último los "regímenes autoritarios", que gracias a China forman el grupo más numeroso (37,6% de la población mundial).

Entre los paradigmas de Noruega y Corea del Norte, los expertos analizaron 60 indicadores por país para medir cosas como el pluralismo, las libertades civiles o la participación política, una masa de conceptos compleja y vulnerable, cambiante, sensible a la crisis, a la corrupción; mientras caían Gadafi o Mubarak, en los países europeos se recortaban derechos, bajaba la confianza en los gobiernos y asomaban la cabeza el populismo y la protesta social. El estudio afirma que "en 2011 la caída [en los estándares democráticos] estuvo concentrada en Europa". La fundación Freedom House opina lo mismo en su último informe: "Por sexto año consecutivo los países que empeoran [su índice de libertad] sobrepasan a los que mejoran", debido también a que autocracias como China o Rusia reaccionaron a los vientos árabes con más policía.

De un lado se aflojan las correas en un efecto dominó parecido, salvando enormes distancias, al que barrió los fascismos de Europa del Sur (gracias más bien a la simple biología), los comunismos de Europa Oriental y las juntas militares de América Latina; del otro lado la presión económica estrecha los márgenes democráticos sin que nadie sepa cómo tirarla del pedestal, o rebajarla, o por lo menos localizar su mueca de arrogancia: ¿en unos labios curvos? ¿En las alturas bursátiles o en el Bundestag? ¿En los aeropuertos vacíos, la destrucción de derechos sociales y los porrazos de los antidisturbios?

Lejos de la nebulosidad financiera y las responsabilidades múltiples, este panorama pendular entre democracia y dictadura todavía ofrece casos de dominio clásico, directo, casi carnal, levantados alrededor de caras y manos concretas como las que gobiernan los "-estanes" de Asia Central, aquella extensión vastísima y clánica que excita el hambre de sus vecinos y emite una generación de conquistadores cada varios siglos. Poco se sabe de ellos y de sus estructuras, bañadas en petróleo o enchufadas de gas, pues habitan lejos de las metrópolis, cultivan el hermetismo soviético y son útiles para los grandes intereses; aunque esperen, quizás, a ser alcanzados por su propia primavera.

Este blog dedicará una serie de brevísimos "perfiles oscuros" a quienes rigen los aledaños de Rusia. Próxima y primera entrega de la serie: Nursultán Nazarbáyev, el guerrero de Kazajstán.