Merche, la chica del coro

Merche, la chica del coro

En la España multicolor de los sesenta y setenta, no había artista que no quisiera salir a cantar con un coro de tres muchachas detrás: El Trío La la la.

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En la España multicolor de los sesenta y setenta, no había artista que no quisiera salir a cantar con un coro de tres muchachas detrás. A Merche, Ana María y Cristina las bautizaron como el Trío La, la, la porque acompañaban a Massiel en la memorable noche del triunfo eurovisivo en el Royal Albert Hall de Londres, pero sus voces sonaron en multitud de éxitos de aquella época. Y no sólo en canciones, también en anuncios, películas y series de televisión. Quizás por colocarse siempre en el centro de del grupo o por la singularidad de sus facciones, para los teleespectadores de la época Merche Valimaña fue la más popular de las tres. Tanto, que acabó convirtiéndose en Merche, la del La, la, la. Uno de los muchos nombres que ha tenido en su vida artística.

“Merche, Merche Valimaña, Merche Macaria, Merche la del trío La, la la, la fea del trío La, la, la… de todas las maneras me llaman –me explica desde su casa en El Puerto de Santa María-.  Ah, y también Mercedes Lavilla, pero escríbelo con uve que si no se ve un poco raro. Cuando hacía covers en los años setenta, utilicé todos esos nombres. Grababa con Juan Carlos Calderón, con Rafael Trabucchelli, con Augusto Algueró, con Waldo de los Ríos, figúrate. También hicimos cosas muy bonitas para Ediciones Paulinas, no sabes la cantidad de salmos que he podido cantar. Muchas veces, en misa oigo un salmo y digo pero si esa soy yo...”.

La oportunidad para salir del coro  y grabar un disco en solitario se la brindó en 1973  Waldo de los Ríos, que había encontrado en el repertorio de su amiga Ginamaría Hidalgo el Romance de María Pueblo, muy apropiado para la voz de Merche, una de las favoritas del compositor. Para la cara b, eligió Verano indio, un tema instrumental famoso, al que él mismo le escribió una letra. Durante algunos años se utilizó como sintonía del programa de Elena Francis. Fue uno de los pocos trabajos en el que, además de arreglista, Waldo apareció como productor.

“Cuando llegó la hora del lanzamiento, empezó a jugar con mi nombre: Merche, Mercedes Valimaña… no me gustan, decía. De pronto, se quedó parado y me preguntó: ¿Tu no tendrás un mote en tu pueblo? Si, en El Puerto me llaman la Macaria porque a mi padre lo apodaban el Macario. Ya está, así te vas a llamar: Merche Macaria. Tengo muy buenos recuerdos de Waldo. Nos queríamos mucho. La noche en que murió, nada más recibir la llamada de Rafael Trabucchelli, me fui paran el Anatómico Forense. Sólo estuvimos cinco o seis personas acompañando el cadáver”.

El disco pasó sin pena ni gloria. Hoy es una pieza codiciada por los aficionados a la música de la época, que rara vez encuentran el nombre de Merche en los créditos de alguna grabación. A veces el anonimato era obligado, como en aquellas cintas baratas de éxitos del momento que se vendían en las gasolineras y en la sección de oportunidades de los grandes almacenes.

  El trío La la la.

“No dábamos a basto a imitar a artistas. ¡Hasta a las Las Grecas! En el estudio nos pusieron el disco y Mariví y yo arrancamos a cantar como ellas. Te estoy amando locameeeeenteeeee –canturrea-. Se me da bien imitar a la gente, me encanta. Hasta hice de Amaya, la de Mocedades. Con Alfonso Santiesteban tuvimos que grabar para un puticlub o algo por el estilo en francés y no teníamos ni idea de ese idioma, pues chapurreando el trabajo quedó estupendo. Lo mismo que para la inglesa aquella que vino a hacer una revista con Juanito Navarro en La Latina. Ella no cantaba una papa, pero yo le grabé la voz imitando a una extranjera que hablaba como podía el español. No sabes lo que me he podido yo reír trabajando”.

Tampoco pudo leer su nombre cuando el tema se hacía popular y llegaba a la lista de los más vendidos. Muchos españoles que se acercan a la cincuentena se quedaron sin saber, por ejemplo, que la pequeña abeja que llamaron Maya, nuestra dulce abeja Maya, era en realidad la Macaria:

“El otro la escuché en los Cachitos de La 2. Estaba planchando con la tele encendida y oigo: En un país multicoloooor, nació una abeja… Por supuesto, dejé todo y me planté delante de la pantalla. En el rótulo decía: Esta canción la grabó una chica llamada Merche Macaria. No sabes la ilusión que me hizo porque, salvo algunos compañeros, nadie sabe que yo doblé a la abeja Maya, a Isidoro y el burro y que en publicidad trabajé con Heno de Pravia, con Corberó, he hecho miles de cosas”.

Aunque estudió piano y canto desde niña, fue precisamente un contrato publicitario y su carácter desenvuelto los que le abrieron las puertas de las principales estudios de grabación  de los sesenta.

“En el Conservatorio escuché que estaban buscando gente para grabar el anuncio de la Coca-Cola de litro. Como era muy lanzada, fui y me apunté. A partir de ahí, empezaron a llamarme de Phillips, de Hispavox… Luego, con otras dos compañeras del conservatorio, nos ofrecieron ir a Londres con el La, la, la. A partir de ahí, ya no paré. Grabamos con Alberto Cortez, con Mari Trini. Esa canción que dice Pero mañana, mañana…  ahí canto yo con ella. También, con Nino Bravo, Manolo Otero, Juan Bau y Perales, en Quisera decir tu nombre. Con Julio Iglesias estuvimos tres años de gira. ¿Te acuerdas del coro con el que arranca Soy un truhán, soy un señor? Pues éramos nosotras, Ana Mari, Mariví, Fernando y yo”.

Aunque nadie se enterara, en 1999 acompañó a Phil Collins en el tema centra de la película Tarzán. Tras su jubilación, no hay programa sobre Eurovisión en el que no la llamen porque quizás sea la artista española que más experiencia tiene en el festival, al que acudió en cinco ocasiones, con Julio Iglesias, Karina, Sergio y Estíbaliz y José Vélez. También acompañaron en 1969 a la representante de Noruega, que quedó en último lugar.

“Allí lo pasé muy bien siempre, incluso tenía una amiga con la que coincidía de año en año. Nos comunicábamos por señas porque ninguna sabia el idioma de la otra.  El La, la, la nos dio la fama. Lo habíamos grabado primero con Serrat. Yo era muy amiga del Dúo Dinámico porque habían venido actuar a El Puerto de Santa María al cine de mi padre. Con Massiel fue otra cosa. Nos alojaron en un hotel bastante cutre a las afueras de Londres,  yo misma compré el corte de tela con el que hice los vestidos que nos pusimos para salir a actuar. Sí, todo fue muy divertido. Ahora no sé qué le pasa a Massiel, no nos quiere ver…”.

A pesar de los años, María Jesús, Merche y Cristina, el Trío La, la, la, siguen siendo buenas amigas. No pueden verse con la frecuencia que les gustaría porque viven a mucha distancia unas de las otras. Pero les gusta recordar aquellos años que, además de representar “una época de oro en la música española”,  trabajaron con grandes artistas, viajaron y, sobretodo, eran jóvenes y se divertían mucho.

“No hay cosa más bonita que dar con la profesión que te gusta. Si, tuve la suerte de ser feliz y de que, encima, ganara dinero. ¿Qué más quería? Los artistas eran fabulosos; algunos triunfaron, otros no, pero cantaban estupendamente, y los arreglistas, Algueró, Calderón, Ibarbia, verdaderos genios. Ahora no conozco a nadie. En los estudios ya no hay grabaciones en directo como aquellas, con treinta músicos o más. En fin, no puedo tener queja de lo que la vida me ha dado: amigos, un trabajo precioso… ¿Lo dejamos aquí? Oye, pues gracias por llamarme. Menos mal, estoy viva. Todavía queda alguien que  se acuerda de mí”.

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).