¿Por qué tenemos miedo de las enfermedades mentales?

¿Por qué tenemos miedo de las enfermedades mentales?

Sea un asunto familiar o no, el instinto de evitar hablar sobre enfermedades mentales impide que muchas familias traten este tema, como si fuera algo de lo que avergonzarse y no algo genéticamente inevitable. Ya sea una hija adolescente con un trastorno alimentario o el suicidio de un padre. Cuanto menos se hable, peor.

Puzzle head brain concept. Human head profile made from brown paper with a jigsaw piece cut out. Choose your personality that suit youleolintang via Getty Images

Esta semana, en parte gracias a los 15 millones de dólares de crédito por parte del Congreso estadounidense, el Consejo Nacional de Estados Unidos para la Salud Mental ha lanzado una campaña para informar sobre cómo identificar emergencias en personas que padecen enfermedades mentales o que abusan de sustancias y qué se puede hacer para ayudar. Es como una clase de primeros auxilios en el ámbito de las enfermedades mentales.

Se trata de una iniciativa importante y necesaria, principalmente porque, en lo que respecta a enfermedades mentales, la ayuda no es una respuesta natural, por desgracia. Según el Consejo Nacional de Estados Unidos para la Salud Mental, la gente suele alejarse o evita presenciar una emergencia de este tipo. La mayoría piensa que es un asunto "personal" o "familiar". Normalmente tienen miedo a intervenir o a acercarse, por eso no lo hacen.

Aun así, cuesta imaginarse una reacción similar en otros contextos médicos: que alguien resbale y se caiga cruzando una calle muy transitada o que a alguien le dé un ataque al corazón o se desmaye en una tienda y que nadie se pare a ayudar.

Sea un asunto familiar o no, ese instinto de evitar hablar sobre enfermedades mentales impide que muchas familias que se han visto relacionadas de alguna manera con este mundo hablen de ello, como si fuera algo de lo que avergonzarse y no genéticamente inevitable. Ya sea una hija adolescente con un trastorno alimentario o el suicidio de un padre. Cuanto menos hablemos sobre las enfermedades mentales, peor será. Y, si no estamos dispuestos a ayudar a gente que está sufriendo, más miedo tendremos.

La polémica sobre el control de armas y las enfermedades mentales, en la que los políticos de derechas culpan a los enfermos mentales por los incidentes relacionados con las armas, no ayuda a que los pacientes hablen sobre sus enfermedades mentales ni a que se les ofrezca ayuda. Hace poco, Donald Trump afirmó que la violencia con armas de fuego es "un problema de enfermedades mentales. Si hay enfermos mentales que pasan desapercibidos, harán cosas que parecen imposibles". Así, sin más, culpaba de forma irresponsable a los enfermos mentales de la violencia con armas.

Aunque su argumento es erróneo -la gran mayoría de los incidentes violentos con armas los cometen personas que no padecen ninguna enfermedad mental-, es parte del problema. No es de extrañar que la gente esté preocupada. También es preocupante la estigmatización de las enfermedades mentales -definirlas como peligrosas y como algo que hay que temer-: sólo conseguirá aislar a aquellos que sufren y evitará que les llegue la ayuda que necesitan. Según un estudio realizado en 2013 por el Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health, los esfuerzos realizados por afirmar que todos, o casi todos, los incidentes de violencia por armas son perpetrados por enfermos mentales sólo sirven para señalar aún más a aquellos que las sufren.

La campaña del Consejo Nacional de Estados Unidos para la Salud Mental "Be 1 in a Million" (algo así como "sé único") busca reducir el estigma a la vez que pide a los ciudadanos que colaboren ayudando a personas con falta de recursos y que no cuentan con los medios adecuados. Se puede considerar esta iniciativa como una continuación del programa "Mental Health First Aid" (primeros auxilios para la salud mental), que ya ha instruido a 500.000 personas -entre ellas Michelle Obama- para reconocer y responder ante problemas relacionados con las enfermedades mentales valorando, escuchando, tranquilizando, animando y apoyando a aquellas personas con ideas suicidas, que estén sufriendo un ataque de pánico o que muestren síntomas del trastorno por estrés postraumático. El objetivo de la iniciativa es que la gente sepa reconocer síntomas de adicción, de depresión o de trastorno alimentario para después apoyar a los que los sufran de la mejor manera posible. Se trata de ayudar a que esa gran mayoría de población supere el miedo a involucrarse. Estas medidas pueden salvar la vida a personas con enfermedades mentales o no.

Un representante del Consejo Nacional de Estados Unidos para la Salud Mental declaró al Washington Post: "La verdad del asunto es que es más probable toparse con alguien que esté sufriendo una crisis provocada por una enfermedad mental que por una emergencia relacionada con la salud física. Es verdad: uno de cada cuatro estadounidenses padecerá enfermedades mentales o sufrirá algún tipo de adicción. Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, el suicidio es la décima causa de muerte en Estados Unidos. Demasiadas personas sufren en silencio: de los casi 62 millones de estadounidenses que padecen algún tipo de enfermedad mental, únicamente un tercio de ellos acudió a un profesional el año pasado.

La parte de la historia que no suele contarse es que todavía queda esperanza para aquellos que sufren. Se sabe que, aunque debiliten, las enfermedades mentales no tienen por qué ser discapacidades crónicas. Muchas personas que padecen estas dolencias -incluidas las que han experimentado alucinaciones, psicosis o instintos suicidas- han conseguido llevar una vida normal. Lo único que tenemos que hacer es dejar que la vivan. Tener miedo no les ayuda. Hay que tener miedo a lo que pase si no se les ayuda.

Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros

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