Mirar al futuro o a un pasado muy negro

Mirar al futuro o a un pasado muy negro

REUTERS

″¿Para qué vamos a andar pisándonos la manguera entre nosotros, si lo que tenemos que hacer es sumar. Lo digo así crudamente”. Quien habla es Pablo Casado. Sinceridad ante todo. ¿Alguien albergaba alguna duda? “Tengan 10 escaños o tengan 40, Vox y Ciudadanos tendrán la influencia que quieran para entrar en el Gobierno”. El líder del PP no muestra vacilación alguna. Está dispuesto a hacerse un Moreno Bonilla, pero con la ultraderecha dentro del Ejecutivo si diera la suma. El salto es cualitativo, sin duda, y va en dirección contraria a lo que siente y hace Europa.

Allí se impone el cordón sanitario a quienes participan del juego democrático mientras alcanzan el poder y cuando lo tienen, se cargan la democracia, la convivencia y hasta los derechos conquistados. Repasen su trayectoria desde que irrumpieron en la escena. Primero fueron los inmigrantes, luego las mujeres, después los empleados públicos y los pensionistas y más tarde los periodistas y las televisiones. Ahora apuntan contra La Sexta y TV3, pero detrás iremos todos.

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Hay en todas las versiones de la ultraderecha europea una enfermiza obsesión por el recorte de derechos, y el de información y opinión, el primero. Aquí no sería distinto. Lo de la unidad de España fue una excusa, lo que en realidad les mueve es el discurso del odio y la intolerancia, extender la desigualdad y silenciar la discrepancia.

Y, a diferencia de cuando llegó Podemos en 2014, no hemos escuchado una voz que clamase desde el Ibex 35 contra el peligro de esta formación política. El miedo ha cambiado de bando, pero aquí todo el mundo calla, naturaliza el fenómeno o le resta importancia. También los medios de comunicación, por qué no decirlo.

A diferencia de cuando llegó Podemos en 2014, no hemos escuchado una voz que clamase desde el Ibex 35 contra el peligro de Vox

Tan responsables son los que en privado, en los enmoquetados despachos, murmuran sobre el peligro que acecha a nuestra democracia y en público callan, como quienes frivolizan o minimizan las consecuencias del auge de la ultraderecha delante de un micrófono.

La responsabilidad es colectiva, si bien la mayor parte recae sobre la derecha tradicional que ha hecho grande con su flirteo y su mimetización del discurso a quienes van por España sembrando la aversión al diferente.

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Casado ya ha descubierto que éste es el partido que quiere junto al suyo y al de Rivera dentro de un hipotético Gobierno, el del discurso del odio, el que propone que durmamos con un arma bajo la almohada para defendernos, el de la homofobia, el del racismo, el del orgullo de un pasado franquista…

¿Aceptaría Ciudadanos compartir la mesa del Consejo de Ministros con Abascal? Todo dependerá de los resultados y el orden que cada cual consiga en el podium. Si Vox se hace con la tercera posición, los de Rivera darían, probablemente, un giro estratégico y aprovecharían la oportunidad para desandar el camino recorrido e igualarse a sus homólogos europeos. Lo que no parece es que en ese caso los naranjas fueran a apoyar tampoco un Gobierno de Sánchez con Unidos Podemos. El bloqueo estaría asegurado. Vuelta a la inestabilidad.

En Bruselas ya se han encendido las alarmas. Y los recientes editoriales del Financial Times y The Economist pidiendo el voto para Sánchez tampoco hablan a humo de paja. Hay pánico a que el neofranquismo entre como un obús en España. Tanto que hasta el tabloide económico de mayor referencia mundial ha defendido la “moderación” de la gestión del líder socialista y alertado que una alianza de las tres derechas aumentaría la crisis territorial.

En Bruselas ya se han encendido las alarmas. Hay pánico a que el neofranquismo entre como un obús en España

A falta de 48 horas para que se abran las urnas, la incertidumbre y el pánico por lo que pueda pasar este domingo van en aumento dentro y fuera de España. Pedro Sánchez ha cerrado su campaña con un claro mensaje al electorado de centro tras afirmar que descarta apoyarse en los independentistas para ser investido. Un compromiso hasta ahora no explicitado por el presidente del Gobierno.

Más allá de estrategias, tácticas o siglas, lo que está en juego el domingo no es sólo la Presidencia de un Gobierno ni las siglas que se hagan con ella. Es mucho más. Es mirar al futuro lleno de dificultades, sin duda, o a un pasado muy negro. Es el Estado de Bienestar o la privatización de los servicios públicos. Esta vez, no. No todos son iguales. Y sólo hay una cosa para parar a quienes creen que España está por encima de los españoles. Es el voto. Nada más y nada menos.