¿Razones para manifestarse contra el racismo y el odio? No caben en un 'post'

¿Razones para manifestarse contra el racismo y el odio? No caben en un 'post'

La Asamblea Antirracista de Madrid convoca este sábado a una manifestación contra las violencias racistas y los discursos de odio. Sobran los motivos.

Manifestación contra el racismo en Madrid, el 15 de noviembre de 2020.Oscar Gonzalez/NurPhoto via Getty Images

Este artículo iba a ser el ‘clásico’ de los ‘X motivos por los que todavía hoy hace falta manifestarse contra el racismo y el odio’, pero hacer una lista así resultaría algo absurdo. Absurdo cuando la mayoría de los delitos de odio en España se producen por racismo y xenofobia; absurdo cuando se mata al grito de “moro de mierda”; absurdo cuando una persona negra tiene 42 veces más posibilidades de que le pare la Policía; absurdo cuando un partido político presente en las instituciones utiliza a menores migrantes no acompañados como arma arrojadiza en una campaña electoral y amenaza con deportar a un candidato político nacionalizado español sólo por ser negro; absurdo cuando una maestra de infantil tiene que explicar a los padres de un alumno que se puede ser gitana y tener estudios; absurdo cuando el 42% de los mensajes en redes que hablan sobre migrantes tienen un claro contenido de odio; absurdo cuando a una persona nacida en España le toca asumir que nunca será considerada española sólo por ser negra; absurdo cuando muchas otras personas nacidas en España siguen sin poder votar aquí porque todavía esperan la nacionalidad; absurdo cuando se estima que 800.000 personas viven en el limbo de la ‘ilegalidad’ por no poder regularizar sus papeles en España. Entre otras cosas. 

Las personas migrantes y racializadas ya se han cansado de contar sus ‘anécdotas’ en las que una vez les llamaron sudaca, o Conguito, o en el Metro les gritaron ’vete a tu país’. “Las actitudes racistas no son excepciones; no es porque esa persona [el agresor] tenga problemas de salud mental o sea una maleducada, o porque le falte viajar, como dicen a veces; es porque la estructura sobre la que se ha desarrollado la sociedad, su educación, leyes, e instituciones, tienen ideologías racistas”, explica Marita Zambrana, presidenta de SOS Racismo Madrid

Por todo esto y por mucho más, la Asamblea Antirracista de Madrid convoca este sábado, 13 de noviembre, a una manifestación contra las violencias racistas y los discursos de odio en la capital. La elección de la fecha no es casual. Tal día hace 29 años, un grupo de jóvenes de extrema derecha —entre ellos un guardia civil— mató a Lucrecia Pérez, una mujer migrante dominicana, y el suyo se convirtió en el primer asesinato por racismo y xenofobia reconocido en España. La mataron por “extranjera, negra y pobre”, sentenció el juez del caso.

“El de Lucrecia no fue en realidad el primero, ni tampoco el último”, denuncia Zambrana. Entre el colectivo antirracista pesa todavía demasiado la muerte de Issa M., de origen ghanés, que el pasado 5 de noviembre murió tiroteado por la Policía en el madrileño barrio de Villaverde. El hombre, con problemas de salud mental, se paseaba con un cuchillo a las puertas de un centro de salud. La escena acabó de forma trágica: la Policía disparó varias veces a Issa después de que este, según los agentes, intentara atacar a uno de ellos.   

“La sociedad española tiene un problema de racismo”

Para Giovanni Collazos, miembro de la Asamblea Antirracista de Madrid, la muerte de Issa es algo “sintomático”. “Si hubiera sido una persona blanca, no habría pasado”, sostiene este poeta peruano con más de dos décadas en España. A Collazos también le parece sintomático que “los españoles blancos” se indignen y “salgan a protestar” cuando se produce un caso parecido en Estados Unidos, pero no cuando tiene lugar dentro de las fronteras patrias. “La sociedad española ve el racismo en otro continente, pero cuando ocurre aquí no reaccionan, no se indignan, les cuesta”, señala Collazos. 

Igual que la gente empieza a entender que vivimos en un sistema machista, le cuesta mucho entender que el racismo también es algo estructural
Marita Zambrana, presidenta de SOS Racismo Madrid

“La sociedad española tiene un problema de racismo”, coincide también Marita Zambrana. “Es una sociedad racista, pero porque el sistema y el mundo en el que vivimos está bajo parámetros racistas”, apunta. Precisamente otro problema que tiene la sociedad es no reconocer su condición racista. “Cuando lo decimos, la gente se molesta, no reconoce que están siendo racistas”, exclama Giovanni Collazos. “Igual que sí empiezan a entender que vivimos en un sistema machista que permite una desigualdad entre hombres y mujeres, les cuesta mucho entender que el racismo es también algo estructural”, opina Zambrana. Y de ahí los ‘yo no soy racista, pero’ o los ‘cómo voy a ser racista si tengo un amigo negro’.

Un racismo “cotidiano” y otro “institucional”

Tanto Zambrana como Collazos distinguen claramente entre dos tipos de racismo: por un lado, el “cotidiano”, el de los gestos y las ofensas del “día a día” (que “la gente agarre su bolso con fuerza” cuando tiene a una persona racializada al lado en el Metro o escuchar un “moro”, “gitano” o “sudaca” en cualquier conversación de bar, cita Collazos); por otro lado, el que se enmarca bajo un paraguas “institucional y estructural”. “El racismo es un grito en la calle, pero también es el político que en el Congreso suelta un discurso completamente racista y xenófobo legitimado por muchos medios y muchísima población”, explica Zambrana. 

  Manifestación contra el racismo institucional en la Puerta del Sol de Madrid, el 6 de junio de 2021. Jesus Hellin/Europa Press via Getty Images

Habiendo vivido 12 años en España, Marita Zambrana considera que el discurso racista no ha cambiado en este tiempo. “Las mismas cosas que escucho ahora las escuchaba entonces”, dice la presidenta de SOS Racismo, de origen boliviano. Tanto ella como Collazos creen que la diferencia radica en que ese mismo discurso aparece ahora aún más validado en medios de comunicación y a nivel político. Zambrana observa que los migrantes se han convertido en el comodín preferido de la extrema derecha, que tan pronto acusa a los “inmigrantes ilegales” de un delito falso, como señala a los menores migrantes no acompañados como responsables de que las pensiones sean bajas

Es muy fácil convertir a la persona migrante o racializada en el enemigo. El discurso del miedo funciona muy bien, sobre todo en momentos de crisis

“Somos un arma muy utilitaria”, afirma Zambrana. “Es muy fácil convertir a la persona migrante o racializada en el enemigo, y ese discurso del miedo funciona muy bien, sobre todo en momentos de crisis o en épocas convulsas. Las personas migrantes siempre somos las que quitamos el trabajo, las que invadimos el país, las que nos llevamos las ayudas, las que saturamos el sistema de salud”, enumera la activista. “Desde siempre se ha dado a entender que si el sistema no funciona correctamente es porque estamos los inmigrantes. O que el inmigrante, o el gitano, o el musulmán, es el delincuente, el machista, el que va contra los valores hegemónicos europeos”, lamenta Zambrana. “Siempre somos esa otredad que el español blanco europeo no quiere ser. Y ahora este discurso se ha politizado mucho”, concluye. 

Cómo ser antirracista

Cuando a Giovanni Collazos se le pregunta cómo ser antirracista, admite que la cuestión es compleja, pero ofrece un primer paso: “Reconocer que se es racista”. “La gente tiene que empezar a cuestionarse si está siendo racista: quizás con alguna frase, con algún gesto…”, dice. “Tiene que haber voluntad de deconstruirse. La gente no se da cuenta, pero las palabras también duelen. Es agotador tener que estar explicando o corrigiendo a cada rato a blancos españoles por cosas que son racistas”, señala el poeta y activista. 

Otro gesto en la lucha antirracista puede ser asistir a la manifestación de este sábado y allí celebrar, como dice la escritora Gabriela Wiener, que “todos los días hay algo intentando matarnos, pero seguimos vivas, y no hemos perdido las ganas de luchar”.

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es