¿Mujeres viajando solas?

¿Mujeres viajando solas?

Viajar solas nos unió, porque al hacerlo descubres y te descubres, y te empodera tanto que se vuelve adictivo.

La autora en la cima de la montaña de colores en Perú.

″¿Con quién vienes?” era la pregunta a la que más le temía durante las cinco semanas que viajé sin ningún acompañante por el sureste peruano.

Sin importar lo que a la vista es obvio, la gente cuestiona, así que la pregunta indeseada no tardó en llegar. Aterrizando en Lima, donde hice escala para irme a la ciudad imperial del Cuzco, una mujer americana que esperó sentada en un sillón junto a mí me preguntó quién me acompañaba. Confieso que mi corazón palpitó con nerviosisimo y varias ideas surgieron en mi mente, incluso pensé inventar algo como “mi amiga está en el baño”, pero qué importaba lo que pensara la anglosajona si al final muy probablemente no la iba a volver a ver. Entonces, con expectativa de su reacción, le respondí “sola”. Se sorprendió y en lo que pareció un gesto de agradecimiento hacia mi respuesta honesta me confesó que,aunque ella deseaba viajar sola no creía que fuera capaz de hacerlo. “Me da miedo”, me dijo.

Entonces la inseguridad que sentía por no tener a nadie a mi lado durante el viaje se convirtió en un símbolo de fortaleza y orgullo. La americana de casi 40 años me hizo ver que no cualquiera puede irse a viajar sola, hay algunos factores determinantes que influyen en esta decisión. Pero el principal es qué tan dispuesta estás a estar contigo misma por un periodo prolongado tiempo. En mi caso, es así como acaricié una libertad sumamente disfrutable.

Cuando nadie te acompaña en la travesía no hay compromisos ni negociaciones. No hay que ‘pactar’ con alguien más o planear con un compañero o compañera de viaje, te despiertas a la hora que quieras para hacer lo que tu desees ese día, arreglas tu propio itinerario, visitas lo que a tu gusto se ajusta y únicamente tu antojo dicta lo que comes.

Viajar solas nos unió, porque al hacerlo descubres y te descubres, y te empodera tanto que se vuelve adictivo.

Sentarme en los cafés de la ciudad imperial, pedir un té de muña (la menta andina) o una bebida de hoja de coca, visitar un museo y pasar horas ahí se convirtió en un ejercicio de observación profunda, tanto al exterior como al interior, con el que es inevitable conocerte mejor.

Conocí a mujeres de todo el mundo viajando solas y con diferentes opiniones e incluso posturas contrarias a lo que esta actividad exigía. Mientras recorría la plaza de armas de la ciudad del Cuzco, Elena Benedetti, oriunda de Roma, se me acercó y por décima vez en dos semanas me preguntó si estaba sola. Mi respuesta afirmativa la emocionó bastante, tanto que comenzó a hacer planes conmigo para los siguientes dos días en los que estaríamos en el mismo lugar. Para ese momento, yo no sólo estaba acostumbrada a estar sola sino que lo buscaba y disfrutaba de esta soledad. De pronto compartir los alimentos con alguien más o pasar más de cinco horas con alguien a mi lado se sentía extraño.

Pero la italiana no se sentí igual, al contrario: quería compartir el tiempo con las personas que encontraba. Extrovertidas, ambas, nos entendimos sin mayores dificultades.

Cada día conocía al menos a una mujer quien, como yo, había decidido hacer este viaje sola.

  .Grupo de mujeres (entre ellas, la autora del post) viajando solas en Cuzco, Perú. Agosto, 2019

Pero nueve de nosotras coincidimos una madrugada de agosto en un camión que nos llevaría a recorrer más de seis horas de montaña. Cerca de las 10 de la mañana paramos a desayunar, y ahí estábamos las nueve viajeras, la más joven tenía 17 años y la más mayor 37 años. Bocanadas de independencia y autonomía aventurera. Nos juntamos a hablar de nuestra experiencia. “Me encanta”, les dije. Solo dos mujeres de ese grupo éramos primerizas en el arte de viajar solas, así que escuchamos a las que llevaban años haciéndolo. Por ejemplo Sophie, quien aseguró no poder viajar acompañada, pues viaja sola desde los 18 años. Esa noche tuvimos una cena tres de las mujeres que viajamos solas y conversamos por horas como si fuésemos amigas de años. Viajar solas nos unió, porque al hacerlo descubres y te descubres, y te empodera tanto que se vuelve adictivo.

Las mujeres que deciden emprender un viaje solas cada vez son más, lo que ha dado pie a sitios electrónicos y empresas que organizan viajes de mujeres que gustan de viajar solas.

Y es que una vez que te atreves a probarlo querrás más.

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