Así elige el cerebro nuestro voto

Así elige el cerebro nuestro voto

Entrevista con el profesor Diego Redolar, de la UOC, experto en neuropolítica, que indaga en la suma de información y emoción que nos hace optar por cada papeleta

Blablo101 via Getty Images

El domingo, 10-N, irás a votar, ya lo habrás hecho por correo o te negarás a hacerlo. Cuando eliges participar, cuando seleccionas la papeleta de un partido por encima de otro, entran en juego complejas combinaciones que son las que, al final, marcan tus actos. Eso es lo que estudia la neuropolítica, los mecanismos cerebrales que nos llevan a la toma de decisiones. Suman la información previa, la ideología, los valores, la posición económica, la cultural, y también las percepciones y las emociones.

Diego Redolar, profesor de estudios de Salud en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) e investigador de su Cognitive NeuroLab, explica en qué consiste esta joven línea de estudio, muy jugosa para las formaciones, porque conectar con las mentes del electorado es, claramente, su meta final.

Profesor, ¿qué es la neuropolítica?

Es una rama de investigación bastante novedosa. En la neurociencia, vemos que los datos que recabamos desde los diferentes estudios cada vez tienen más aplicabilidad en diferentes ámbitos, como la economía o la toma de decisiones, y la política no escapa a ello, especialmente en lo que se refiere al voto. Lo que hacemos es tratar de entender cómo el cerebro nos ayuda a tomar las decisiones importantes. Hoy en día es una de las áreas más vírgenes de la neurociencia, porque hay aún muy poco cuerpo de conocimiento para hablar de una línea potente. Los primeros estudios datan de 2012, pero estamos avanzando.

Hasta ahora, la neuropolítica y el neuromárketing político nos sonaban poco, y relacionados con algo oscuro, con el mal uso que dio a esos datos Cambridge Analytica. ¿Es sólo una vía de conquista, de más poder?

No. Obviamente, yo soy académico y a nosotros lo que nos interesa es el conocimiento, cómo está funcionando el sistema nervioso y cómo se explican las conductas o la cognición del ser humano. Yo quiero entender qué es lo que nos hace humanos, pero yendo a las bases biológicas. Lo que ocurre es que, a veces, todo ese conocimiento puede ser usado por quien quiere sacar provecho, incitar a que una persona tenga ciertos hábitos o tendencias. Es también una de las críticas que se hacen a la neuroeconomía.

Saber para hacer consumir... 

Sí, lo tendremos dentro de pocos días en el Black Friday. Muchos de los datos recabados por la neuriciencia o la psicología sobre cómo funciona nuestro sistema nervioso a la hora de tomar una decisión se han llevado al terreno del mercado y hay quien dice que todo está orquestado para incitar al consumo. Pero nosotros perseguimos el  conocimiento, cómo explicar la cognición. Lo que cada cual haga…

  Diego Redolar, profesor de la UOC.UOC

¿Cómo logran la información y cómo la procesan?

En este terreno existe una confluencia de diferentes ámbitos de investigación. Por un lado, tenemos los estudios perceptivos que se han centrado por ejemplo en cómo el cerebro humano procesa la información del rostro, exclusivamente para saber cómo el sistema visual nos permite entender una cara. Esos estudios han demostrado que hay una región en el cerebro que es específica para el rostro humano, lo que no pasa con otros animales. A partir de ahí, se recaba mucha información desde la percepción. Después también tenemos otro grupo de estudios, más centrados en la parte emocional, para ver cómo somos capaces de identificar y reconocer las emociones y cómo nosotros expresamos esas emociones a partir del rostro, si es algo innato o adquirido. Y como una tercera línea, tenemos los estudios vinculados a la toma de decisiones, para ver qué regiones utilizamos a la hora de elegir, desde algo simple, como decidir si compramos un producto u otro en el supermercado, a algo complejo, como decidir a quién votar. Estos tres grandes ejes nos dan las pistas.

¿Qué elementos entran en juego a la hora de elegir algo tan valioso como un voto?

Cuando tomamos una decisión, a nivel neural, el proceso no es nada sencillo, cada vez nos estamos dando más cuenta de que los procesos que hay detrás son enormemente complejos. Hay también tres ámbitos esenciales: el razonamiento, la influencia más emocional y la parte de hábito y refuerzo. Normalmente la parte de razonamiento es la que primero se pone en marcha, la que empieza a buscar reglas a la hora de tomar esa decisión, y se basa en la información previa de que dispone una persona o en sus experiencias, para al final decantarse por una opción o por otra.

Por encima de lo visceral, entonces.

Sí, es algo más razonado. El razonamiento opera por encima de las otras funciones, lo sabemos porque desde el punto de vista evolutivo, la parte de nuestro cerebro que se encarga de todo el proceso más racional y cognitivo es la corteza prefrontal, que si tuviéramos que establecer una jerarquía en nuestro cerebro, sería la directora de todo lo demás. Hay otras estructuras que son muy importantes para las emociones, como la amígdala, que estarían por debajo. Así que cuando tomamos una decisión, la parte de razonamiento e información previa es la que se pone en marcha antes.

¿Y qué ocurre cuando no tenemos información previa?

A todos nos ha pasado eso de ver a una persona, no saber nada de ella y decir: “no me da buenas vibraciones”. Y utilizamos esa palabra justo porque nos es muy difícil explicar el porqué no nos cuadra o nos causa desconfianza, porque no tenemos información que lo sustente. Lo que se ha visto desde la neurociencia es que, cuando nosotros vemos un rostro, se procesa por nuestro sistema perceptivo y las neuronas específicas, y esa información se envía a la amígdala, que es una estructura crítica para las emociones. Es entonces cuando se genera esa información de confianza o desconfianza o de neutralidad, y al final, si no tenemos otro tipo de datos, lo que hacemos es quedarnos esa percepción. Se hace de forma automática si no hay información previa. Si la hay, el procesamiento ya no es tan puro, tan innato, sino que está configurado por la parte de raciocinio y la experiencia previa.

¿Hay rasgos particulares que nos lleven a confiar en un líder o en otro?

La expresividad emocional y la estructura del rostro de un candidato son también aspectos clave en grandes decisiones como estas. Hay muchos estudios que han intentado ver qué rasgos generan más confianza o menos, y han sacado algunas conclusiones claras. Por ejemplo, los rostros que muestran una expresión facial de felicidad, con la boca más en forma de u y las cejas más en forma de de v invertida, habitualmente son catalogados como de más confiables. Los rostros de enfado, con bocas en forma de u invertida y las cejas en v, al revés. Las mejillas poco profundas, la barbilla amplia, las cejas bajas y la cara ancha, generan menos confianza en los demás, mientras que los rostros simétricos suelen tenerse por más confiables. Eso puede ser importante cuando hay dudas.

En estas elecciones se espera un alto número de indecisos, justamente... 

Si estás en esa situación, al final tienen que entrar en juego elementos que no son ni el programa ni la ideología ni la parte más racional, te decantas por un voto u otro por estas otras cosas. El rostro, la comunicación no verbal, corporal, la vestimenta… todos esos aspectos que pueden ser más arbitrarios y no tan importantes, pero que en este contexto de no saber a qué atenerte, decanta la balanza; no eres consciente de que esos elementos están ahí, influyendo, pero deciden.

¿En qué punto está la neuropolítica en España?

No somos muy innovadores aún, pero los partidos son plenamente conscientes de que hay elementos que pueden influir y los quieren usar. Cada vez se cuidan más. Hay ya incluso empresas que se están creando para ello. En EEUU nos llevan mucha delantera. Hay partidos allí con alta capacidad adquisitiva que hacen resonancias magnéticas a un grupo de personas, les ponen el rostro de un posible candidato y revisan qué áreas cerebrales se activan, para ver si genera confianza o desconfianza. A lo mejor un buen candidato, pero con una cara que no genera la confianza que tiene que generar, se descarta o se decide que no sea la cara visible del partido, se le lleva a puestos que no tienen tanto contacto con las personas. Sobre todo se hace en candidatos nuevos.

¿Podemos mentir los ciudadanos en esas pruebas?

Es bastante difícil, porque sobre todo la emoción nos viene muy dada desde el punto de vista genético, hay una carga innata muy fuerte. Cuando tenemos una emoción, tiene distintos componentes: la parte conductual, que sacamos a partir del rostro o la postura corporal; el sistema nervioso autónomo, que por ejemplo es la base del detector de mentiras, con los cambios a nivel fisiológico, y el sistema endocrino. Podemos tener cierto control sobre el componente conductual, como sucede en muchas culturas asiáticas, donde prima la contención. Pero en los demás aspectos, como demuestran las resonancias magnéticas, poco control podemos hacer. Se ve claro lo que se activa y lo que no. Si un estímulo nos genera una determinada emoción podemos tratar de aparentar, pero el ser humano se delata si se sabe cómo medirlo. Esa es una información muy valiosa para los partidos.