'No me llames loca': de la idea a la novela

'No me llames loca': de la idea a la novela

Julia, hija de un matrimonio burgués, se rebelará a principios del siglo XX contra una sociedad donde las mujeres no pueden decidir su destino.

El escritor y periodista Josep Maria Girona.Roca Editorial

Aún queda mucho para conseguir que la mujer se equipare al hombre en lo que a derechos se refiere. En todos los ámbitos. Y sin embargo en los últimos años la lucha constante y diaria de la mujer se ha traducido en un avance de colosales dimensiones si se compara con lo que sucedía 100 años atrás.

Porque si en el mundo globalizado y transparente en el que vivimos nos escandalizarnos, a diario y con razón, ante actitudes, acosos y todo tipo de planteamientos machistas que afectan a la mujer, ¿qué no sucedería a principios del siglo XX cuando estos hechos eran escondidos, permanecían en el más absoluto de los anonimatos y no existía una conciencia generalizada de tal discriminación? ¿Cómo se desenvolvería en aquellos tiempos una mujer ante una realidad hostil? ¿Qué haría para poder acceder al mundo del trabajo remunerado cuando éste se entendía como una exclusividad del hombre? ¿Cómo, en definitiva, actuaría para poder ser dueña de su destino?

Esta fue la idea primigenia de situar la historia de la protagonista a principios del siglo XX, en abril de 1904 para ser exactos, justo el día en que nace Arnau, cuatro años menor que su hermana Julia, y, sin embargo, heredero de la familia Queralt-Robuster Sugranyes, solo por el hecho de haber nacido varón.

No me llames loca no es, pero, la historia de una activista feminista, al menos no desde un punto de vista teórico, sino la de alguien que no tiene una idea preconcebida de su situación como mujer y que la va adquiriendo a medida que se encuentra con los problemas que le plantea la sociedad en la que vive, muchos de los cuales, sino todos, tienen que ver con el género. La suerte de Julia es haber tenido el privilegio, para la época en la que transcurre la trama, de poder formarse en el seno de una familia acomodada.

La educación que recibe bajo la tutela de yaya Enriqueta —una mujer avanzada a su tiempo que bebe, a su vez, de un primer feminismo conservador como es el que pregona Francesca Bonemaisson y el conocimiento al que llega a través de la nutrida biblioteca familiar y de la escuela de bibliotecarias— es la herramienta que ella utilizará para abrirse paso en una sociedad patriarcal, religiosa, hiper conservadora y enormemente violenta como la que le ha tocado vivir.

Son los años del pistolerismo y de la ley de fugas, recetas que emergen como solución a una conflictividad social entre unos trabajadores agrupados en torno al anarquismo y unos empresarios que no dudan en recurrir a la guerra sucia para contener sus demandas. La radical polarización no deja lugar para los grises, las dudas y el consenso. Y la violencia sale a la superficie.

La radical polarización no deja lugar para los grises, las dudas y el consenso

Es ese el contexto ante el que Julia intentará abrirse paso. Para ello contará con la ayuda de su amiga Inés, hija del chofer de la familia, que aprovechará cada una de las migajas que la familia Queralt-Robuster irá soltando en forma de clases de costura y tardes de lectura para formarse.

¿Puede una mujer vencer a la hipocresía, a la violencia y a unos derechos decimonónicos que no la tienen en consideración con la sola fuerza de la formación, la lectura y el amor?

Este es el punto de partida de una historia en la que la protagonista nunca será consciente de hasta qué punto su actitud ante la vida servirá a futuras generaciones en la lucha por la igualdad de género.

  El libro 'No me llames loca', escrito por Josep Maria Girona.Roca Editorial