No sin Cataluña
Pedro Sánchez y José Luis Ábalos.EFE

Quién sabe si por resistente, por osado o porque, como decía Ortega, barrunta que la solución pasa por la “conllevancia” y nunca por el portazo o un 155 perpetuo, que viene a ser lo mismo. El caso es que rechazaron una y él ha respondido con dos tazas, como en el refranero. Dos catalanes. Una para el Congreso y otro para el Senado. El gesto, pese al desplante inicial, se mantiene porque Sánchez no quiere arrancar esta Legislatura sin un guiño a Cataluña.

Miquel Iceta no será presidente de la Cámara Alta porque el independentismo ha bloqueado, con la inestimable colaboración de PP y Cs, la propuesta del PSC para que fuera senador por designación autonómica. Unos con el voto en contra y otros con la abstención. El pacto oculto de Sánchez con los separatistas debía ser ese: que lo secesionistas tumbaran primero los presupuestos y, luego, vetaran a un federalista convencido, a un hombre de diálogo, a un muñidor de pactos y a un firme defensor del entendimiento como cuarta autoridad del Estado. Pues aún dicen que el veto ha sido inducido. No se cansan. El raca-raca continúa…

Que Sánchez manejara de forma imprudente la operación Iceta y la anunciara urbi et orbi sin tenerla atada previamente solo ha servido para que el independentismo hiciera sus cálculos. Electorales, claro. El resultado ha sido un desastre para el PSOE y también para ERC porque la Legislatura arranca con la desconfianza mutua, además de con una huida hacia los extremos de los secesionistas y de las derechas, que no parecen dispuestas a dejar de hacer oposición con Cataluña. El cuanto peor, mejor sigue siendo el marco en el que se mueven unos y otros. Y aún así, Sánchez insiste en que en este mandato hay que desbloquear el asunto y reanudar un diálogo que no será sincero ni estará exento de cálculo hasta que no haya sentencia judicial para los líderes del independentismo y Cataluña no pase de nuevo por las urnas.

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Antes habrá que poner las bases y estas pasan, para el presidente, por situar, después del veto a Iceta, a otros dos catalanes al frente de las Cortes Generales. En el Congreso, a Meritxell Batet, la hasta ahora ministra de Política Territorial que estaba llamada a liderar en un futuro el PSC, la cara amable del Gobierno con Cataluña, la número uno por Barcelona al Parlamento español. En el Senado, a Manuel Cruz, un catedrático de Filosofía Contemporánea, que se incorporó como independiente ya en las listas a la Cámara Baja en 2016 y que ahora había sido elegido senador por Barcelona. En tiempos de griterío y proclamas apocalípticas no parece desacertado que la tercera y la cuarta autoridad del Estado sean más de tono bajo y de reflexión que de estruendos y líneas rojas.

A priori, acierta Sánchez con la elección de ambos. Habrá tiempo, luego, de juzgarlos según desempeñe cada uno el cargo, pero los dos tienen un perfil moderado que ayudará en la gestión diaria de un Parlamento fragmentado, pese a que la derecha, en especial C’s, ya ha salido en tromba a descalificarlos. A los de Rivera no les gustaba Iceta y no les gusta Batet. Por ser del PSC, por ser federalistas, por negarse en su día a facilitar la investidura de Rajoy, porque tuvieron dudas sobre el 155 y porque les considera a ambos amigos del independentismo y seguro que también enemigos de España. De esa España, claro, en la que solo se reconocen ellos.

Pues por España, y solo por España, el PSOE ha pedido a Ciudadanos pero también al PP que se abstengan en la sesión de investidura de Pedro Sánchez. “Como servicio a España”, “por la estabilidad” y por el mismo motivo que lo hicieron los socialistas, aún abriéndose internamente en canal, cuando permitieron en 2016 la investidura de Mariano Rajoy. Amar España también debiera ser eso: librar al gobierno de la dependencia de los independentistas, ¿no?

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Y más allá de la deriva catalana con la que arranca esta nueva Legislatura, la elección de Sánchez para el Congreso tiene alguna que otra lectura, por ejemplo que la batalla del jefe de gabinete del presidente, Iván Redondo, contra la vicepresidenta no se ha resuelto como pretendía el célebre “spin doctor” de La Moncloa con la salida de Carmen Calvo. A él en exclusiva se le atribuyen cuantas filtraciones interesadas han aparecido desde el 28-A situando a la número dos de Sánchez en la Presidencia del Congreso de los Diputados, pese a que su nombre nunca fue una opción que el presidente barajara para este cargo. La batalla, pues, sigue en tablas a la espera de la configuración del nuevo gabinete, pero no parece que Calvo vaya a cambiar de despacho de momento.

La salida de Batet hacia el Congreso y la del titular de Exteriores, Josep Borrell, al Parlamento europeo anticipan, eso sí, una remodelación del Gobierno, cuyo alcance se desconoce, pero ya ha dado para todo tipo de especulaciones. Hasta dónde y a quién afectará dependerá también de si Podemos entra, finalmente, a formar parte del Gabinete como pretende Pablo Iglesias. Ya se habla, eso sí, de Luis Planas, actual titular de Agricultura, como nueve jefe de la diplomacia española. Exembajador en Marruecos y ex Representante Permanente de España ante la UE es gran conocedor de la política y las instituciones europeas y tiene todas las papeletas para asumir la cartera. El futuro en Defensa de Margarita Robles también parece incierto. Veremos. Con Sánchez, siempre fue mejor no hacer pronósticos. Ni Batet ni Cruz estuvieron nunca en las quinielas. Pues eso…