No voy a hablar de...

No voy a hablar de...

Antes los reyes vivían a cuerpo de rey porque curraban: planificaban guerras y encabezaban a sus ejércitos, colonizaban países, abusaban de sus vasallos...

Imagen de archivo de Juan Carlos I. POOL New / Reuters

No voy a hablar mal de la Familia Real porque ellos lo hacen solitos y sin apuntador. No voy a hablar de reyes eméritos -con trabajos extra como comisionistas o lavanderos, entre otros- o de sus sucesores. Estos últimos, que en plena crisis mundial multidisciplinar y con el bicho suelto, estrenan un coche de unos 550.000 euros. El vehículo es un búnker sobre ruedas, con protección antibalas, antibombas, anti Covid19 y, afortunadamente, con aire acondicionado -¡No me vayan a pasar calor!, pobrecitos, con la que (les) está cayendo-. Tranquilidad, no lo han pagado ellos, lo hemos pagado nosotros a través de Hacienda que lo adquirió en 2019 para el Parque Móvil del Estado y de “forma preferente” al servicio de la Casa Real (según el BOE del 19/11/2019). Pero como decía, no me voy a meter en líos hablando de la Corona o del gasto que la Institución supone a la sociedad española, incluyendo a quienes se han quedado sin casa, sin trabajo, sin comida, sin ahorros y un sinfín de “sin”, hasta llegar a sin vida. No lo haré, porque no quiero parecer una cotilla deslenguada hablando de los trapos sucios de otros: un clan muy machacado por sus riñas entre hermanos, yernos, nueras, suegras, suegros, amantes, ex amantes despechadas o no tanto y el resto de los personajes (siempre con pasta gansa) que podrían ser los protagonistas de un culebrón venezolano (con permiso de Maduro que recurre a otros guionistas). 

Antes los reyes vivían a cuerpo de rey porque curraban: planificaban guerras y encabezaban a sus ejércitos, colonizaban países, abusaban de sus vasallos y de las señoras de sus vasallos, explotaban a sus súbditos, firmaban alianzas insostenibles, asolaban poblaciones, eran injustos a conciencia porque mandaban y podían... En fin, tenían una vida repleta de estímulos “profesionales”. Ahora, parecen mimos de la Plaza Mayor, que solo se mueven si se les pide... Eso sí, la propina es potente. Y claro, a falta de las emociones, los éxitos, fracasos y despotismo de sus épocas de gloria, se aburren, no les gusta su vida aburrida y quieren más. Y pasa lo que pasa: aparece la diosa Mezquindad y comienzan a rendirle culto. 

Lo que sí digo, es que la sangre azul no existe -ahora es suficiente con que esté libre de bichos, bacterias y demás temitas non gratos- y que ser miembro de “La Casa” es de esa profesiones que salen a cuenta y tienen mucho cuento. Los Reyes Magos sirven para lo mismo, pero nos salen mucho más baratos.