Nueva etapa en las relaciones Cuba-EEUU

Nueva etapa en las relaciones Cuba-EEUU

Las autoridades cubanas nunca han deseado el levantamiento del embargo, porque saben que no tienen capacidades para afrontar las oportunidades que se abrirán, y perderán los pretextos esgrimidos para justificar la crisis económica, social y política motivada por el sistema incompetente y represivo.

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Una mujer trabaja en su casa en La Habana/EFE

El presidente Raúl Castro y la generación histórica de la revolución deciden actualmente quiénes serán sus sucesores, y diseñan los planes que ellos deberán ejecutar a partir del VII Congreso del Partido Comunista que se realizará en abril de 2016.

Los viajes a Cuba de altos funcionarios de la Administración Obama, legisladores, empresarios, comerciantes, agricultores e integrantes de todos los sectores de Estados Unidos son muy necesarios en esta nueva etapa de las relaciones entre ambos países.

La presencia en el país les permitirá conocer los propósitos de los anfitriones y las complejas características del sistema, entrampado por el férreo control del Estado y la planificación centralizada.

Asimismo podrían transmitir a sus anfitriones que las posibilidades creadas por el Gobierno norteamericano son frenadas por la maraña de regulaciones y mecanismos inflexibles, que no contribuyen a los esfuerzos por levantar el embargo.

El Gobierno cubano está perdiendo las oportunidades brindadas por la actual situación para atraer inversiones por valor de 2,5 billones de dólares anuales, cantidad considerada necesaria para recapitalizar y desarrollar la economía, pues no existen fuentes de financiamiento doméstico. La situación económica internacional y, más cerca, la ralentización de las economías en América Latina, hacen que el capital busque posibilidades de beneficios en otros lugares donde puedan encontrar garantías y rentabilidad.

Aunque las autoridades supervisan las reuniones y las relaciones, los visitantes podrán apreciar el decrépito estado de la infraestructura, que demanda construcción en todos los sectores. También podrán observar las potencialidades de un mercado de once millones de habitantes, con bajo poder adquisitivo por recibir salarios y pensiones miserables, pero asistido por las remesas llegadas de Estados Unidos. Y verán también que el país depende de las importaciones por su incapacidad de producir: casi un 80% de los alimentos, que podrían comprarse a los productores norteamericanos si existieran mejores condiciones para el comercio.

Pero mientras el Gobierno cubano no facilite la implementación de las condiciones establecidas por Estados Unidos para el período 2009-2015, será muy difícil argumentar a favor del levantamiento del embargo.

El descenso progresivo de las compras a Estados Unidos parecía una presión desde La Habana sobre los socios norteamericanos, como demostración de que se adquirían en otros mercados más lejanos, pero con mejores condiciones de pago. Sin embargo, también parece motivada por la carencia de divisas, lo cual se aprecia en el descenso progresivo de las mercancías ofertadas en las tiendas de ventas en divisas, las producciones domésticas y las obras en ejecución. Además, hay atrasos en los pagos, y las empresas estatales están recortando las importaciones y están pidiendo mayores plazos de pago a los proveedores, según reportó la agencia Reuters el 16 de octubre.

Los herederos de los dirigentes históricos en Cuba saben que, sin Estados Unidos, les será muy difícil sortear la crisis económica, política y social.

Desde hacía tiempo se preveía que la crisis económica en Venezuela tendría impactos muy negativos en Cuba, pero el golpe se precipitó con el descenso sustancial de los precios del petróleo, ya que una parte del adquirido en ese país se vende en el mercado internacional. Asimismo, los precios del níquel, único producto exportable importante, han descendido.

Raúl Castro ha propiciado el acercamiento a Estados Unidos porque es vital para que las aspiraciones de inversión se conviertan en realidad. Los rápidos viajes a Cuba de altos dignatarios, incluidos el presidente Francois Hollande y el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, se deben a la necesidad de posicionarse antes de que llegue la competencia norteamericana. Pero no se lograrán las inmensas inversiones, los grandes créditos y el éxito de la Zona Especial de Desarrollo de Mariel mientras el nudo legislativo norteamericano no se abra.

El Gobierno cubano corre el riesgo de desestimular a muchas relevantes personalidades y empresas de Estados Unidos que se esfuerzan por levantar el embargo comercial establecido en 1961, tales como los nueve gobernadores que enviaron una carta al Congreso el 9 de octubre. Hasta ahora, desde La Habana solo se emite propaganda contra el embargo, pero no acciones prácticas que demuestren la sinceridad de sus intenciones.

Las autoridades nunca han deseado el levantamiento del embargo, porque saben que no tienen capacidades para afrontar las oportunidades que se abrirán, y perderán los pretextos esgrimidos para justificar la crisis económica, social y política motivada por el sistema incompetente y represivo.

Estados Unidos no está legitimando al régimen, como argumentan los opositores a la actual política proactiva de la Administración Obama. Las oportunidades brindadas representan un desarío para el férreo puño que el Estado tiene sobre la economía y la fuerza de trabajo, y que tendrá que ir abriendo. Precisamente por eso, el Gobierno cubano procura nuevos métodos, como mixtificar la actividad privada de los trabajadores por cuenta propia mediante las cooperativas no agropecuarias, dirigidas por funcionarios o militares retirados.

Los tiempos son propicios para que los visitantes se informen y demuestren a las autoridades cubanas que las ilusiones y las promesas se pueden desvanecer. Los herederos de los dirigentes históricos en Cuba saben que, sin Estados Unidos, les será muy difícil sortear la crisis económica, política y social, y que tendrán que impulsar cambios cuando lleguen al poder, incluso bajo la supervisión de Raúl Castro, aunque todavía no pueden expresarse abiertamente por temor a ser relegados.

Simultáneamente, los norteamericanos tienen que tener en cuenta a todos los individuos cubanos, que son muchísimos más que los participantes en las reuniones y recorridos organizados por las autoridades.