Operación Palace: Évole sin miedo

Operación Palace: Évole sin miedo

¿Qué hizo anoche Évole? Arriesgarse, innovar, usar la tele para bien, vapulear mentes aletargadas. Lograr que el prestigio que él tiene diera sus frutos, (¿a santo de qué, si no, se le iban a sentar semejantes celebridades para entrar en el juego?), provocar un debate necesario (¿es normal que los documentos del 23F sigan sin poder consultarse, 33 años después?) con nuevas maneras de hacer televisión. Hacernos pensar, hacernos rabiar, convulsionarnos, matar el aburrimiento.

Diciembre de 2006. La programación de la televisión belga se interrumpe y aparece el presentador del informativo estrella. El espectador detecta de inmediato que algo grave sucede, por el tono. Y en efecto, hay una bomba informativa: el parlamento de Flandes, la parte norte de Bélgica, ha declarado su independencia. El presentador dice "Bélgica ha muerto". Empieza el documental Bye bye Belgium, del director Philippe Dutilleul. Solo media hora después, un rótulo advierte a los belgas, "esto es ficción". El programa causó sensación en Bélgica, hubo detractores y defensores. Algunos entendieron que el espacio pretendía provocar un debate abierto. Otros se escandalizaron del abuso que suponia que la tele mintiera descaradamente. Funcionó bien en audiencia (pese a que no había sido anunciado) y la tele belga siguió su camino, innovando a veces, renqueando otras.

Tiempo después, un día, en la sección de televisión de A vivir que son dos días de la Cadena SER, con Montserrat Dominguez, hablamos de "cosas de tele que nunca podrían pasar aquí pero que sí pasan en otros sitios". Y este documental belga fue el tema estrella. También lo fue otro falso documental francés, Operación Luna, del 2002, emitido por el canal Arte, que cuestionaba la llegada del hombre a la Luna. Era 2008, Jordi Évole era aún el follonero para casi todos, acababa de arrancar aquel Salvados de los inicios, y bajo ningún concepto se podía pensar en que algo similar a aquellos espacios belgas y franceses, sucediera en nuestra tele pública. Ni en la privada, claro.

Han pasado seis años de aquello, Jordi Évole ya es el gran Évole, Salvados es uno de los grandes hallazgos de la pequeña pantalla, y su manera de afrontar el periodismo, la información, el riesgo televisivo forman parte ya de la historia de la tele. Y anoche, con el falso documental Operación Palace, zanjó de un plumazo ese tema que abordamos en la SER hace 6 años: cosas de tele que nunca podrían pasar aquí. Nuestra televisión ya es más madura, el espectador es más exigente. Podemos ver Operación Palace, sí. ¿O no?

¿Qué hizo anoche Évole? Arriesgarse, innovar, usar la tele para bien, vapulear mentes aletargadas. Lograr que el prestigio que él tiene diera sus frutos, (¿a santo de qué, si no, se le iban a sentar semejantes celebridades para entrar en el juego?), provocar un debate necesario (¿es normal que los documentos del 23F sigan sin poder consultarse, 33 años después?) con nuevas maneras de hacer televisión. Hacernos pensar, hacernos rabiar, convulsionarnos, matar el aburrimiento, darle vueltas al periodismo informativo en televisión, pegarnos a la pantalla y a twiter con entusiasmo, ponernos en contra de los afines. Yo no tenía ni idea de nada, fue una sorpresa excitante y maravillosa descubrir de qué iba el asunto y cuando lo hice me rendí.

Operación Palace es mucho más que un falso documental sobre el 23-F. Es un programa estelar, una buena idea bien gestionada y bien producida. Una idea HONESTA, sí (me van a llover las críticas por esto, lo sé). Un alegato contra la cobardía en televisión, contra la equidistancia, contra el comedimiento, contra lo de siempre, contra lo viejuno. Frente a cargarse Informe Semanal, primero pervirtiéndolo informativamente y luego relegándolo a una hora imposible, estaba anoche Operación Palace. Frente a los que dicen que la tele no tiene por qué informar ni formar ni educar, estaba anoche Jordi Évole, entreteniéndonos además.

Twitter fue un hervidero de verdad. Hubo críticas sutiles y airadas. A mi me cayeron muchas por alabar el programa y citar en vano a Orson Welles: resulta que si lo hace el gran Welles es una bomba pero si lo hace Évole es intolerante o estúpido. También hubo mucha loa. A Jordi le cayeron bastantes chuzos de punta. Sé que continuarán hoy. Me consta que está preparado para recibirlos. Para defender su idea a cuerpo abierto. Escribo esto sin saber la audiencia, pero me atrevo a decir que va a ser otro de esos pelotazos que consigue el chaval de Cornellá cuando afronta temas que nos afectan de verdad a todos. Temas importantes, aunque no sean interesantes. Dos magnitudes que tan a menudo se confunden en la tele.

El debate posterior, que era como la cuadratura del círculo, aportó luz a las sombras diarias. Anoche leí en twitter de gente contraria al falso documental que a partir de ahora será difícil volver a creer en Évole. Peor para ellos. Yo desde luego, que tengo sobre casi todo muchas más dudas que certezas, voy a seguir bebiéndome la tele que me da cada domingo.