Parar y pensar

Parar y pensar

Casi nadie pone en duda que vivimos un ciclo político acelerado. Los meses se disuelven en momentos y todo parece caducar rápidamente. Las novedades envejecen y las propuestas para mañana hoy parecen de ayer. Podemos ha vivido prácticamente toda su corta vida en este ciclo.

Casi nadie pone en duda que vivimos un ciclo político acelerado. En virtud de la velocidad que ha alcanzado, los meses se disuelven en momentos y todo parece caducar rápidamente. Las novedades envejecen antes y las propuestas para mañana hoy parecen de ayer. Podemos ha vivido prácticamente toda su corta vida en este ciclo acelerado, pero sobre todo ha tenido que construirse y crecer en dichas condiciones.

El ritmo que asfixiaría a actores con mayor estructura ha sido el día a día del proceso de constitución de Podemos como alternativa. De hecho, quizá sea este el mayor de los retos a los que se ha enfrentado: abordar simultáneamente procesos políticos y organizativos muy complejos a la sombra de unas elecciones generales decisivas. Se han cometido errores, pero debemos recordar que nadie se había enfrentado a nada parecido en los últimos cuarenta años.

Quienes llevamos más de año y medio a la carrera corremos el riesgo de conformarnos y de hallar en la prisa una zona de confort. En política hay que tomar decisiones rápidas y avanzar por rutas inesperadas en condiciones que casi nunca decide uno mismo. Lo político, sin embargo, no es sustancialmente eso. Quizá por ello muchas personas a las que nos gusta debatir, poner en común y confrontar posiciones llevamos tiempo pensando en la importancia de pararnos a pensar. Si Kafka habló de un "cuartel general de otoño" desde donde escribir, nosotros vamos a tener que inventarnos un "cuartel de verano" para levantar la vista y pensar políticamente. Por este motivo hemos querido celebrar, precisamente ahora, una Universidad de Verano.

La reflexividad, a saber, la capacidad para aplicarse a uno mismo los parámetros que aplicamos a los problemas políticos que abordamos cotidianamente, será una herramienta fundamental este otoño. Hacer política también exige ponernos en el lugar del objeto, suspender de alguna manera el punto de vista del agente hiperactivo que gestiona la vida diaria de Podemos y repensar el lugar donde nos encontramos, cómo hemos llegado hasta él y cómo debemos hacer a partir de ahora.

Pensar, no de manera aislada, distante y desconectada, sino en común y con conciencia de que nos jugamos mucho. Hemos avanzado rápidamente, como personas y como colectivo, pero esto no debe hacernos olvidar que ninguna coyuntura, por acelerada que sea, se saca adelante corriendo y nada más que corriendo. Dicho de otra manera, hay caminos que no se dejan recorrer a toda prisa o que se cierran demasiado pronto si no los cuidamos.

La tensión entre actividad y contemplación -entre los extremos imposibles del compromiso urgente y la mirada absolutamente desinteresada- es un debate clásico de la estética, la política y las ciencias sociales. A quienes, como yo, venimos de la docencia y la investigación, nos ha ocurrido a menudo que sentíamos la política como algo a la vez ineludible y extraño, podría decirse que infeccioso, que nos perseguía desde al menos mayo de 2011. En mi caso la política ha estado siempre presente, pero de manera intermitente y tortuosa.

A muchos profesionales de la cultura les ha ocurrido lo mismo, es decir, que la política ha tomado posesión de ellos como objeto de interés y como obra abierta. La coyuntura de nuestro país tiene mucho que ver con este desplazamiento; veníamos de un ciclo largo de despolitización en el que imperaba un lugar común tramposo: "A la política se dedican los peores". A ella dedican tiempo los aprovechados, los que aspiran a medrar. Tópico cierto, al menos en parte, en un país atestado de malos políticos, pero al mismo tiempo solidario con procesos de despolitización que han tenido como resultado que las instituciones de todos fueran puestas al servicio de unos pocos.

La política no era para nosotros, las gentes comunes, trabajadoras, jóvenes y no tan jóvenes. ¿Para quién entonces? ¿Qué podíamos hacer nosotros en política? ¿Por qué no quedarnos en "nuestro sitio" y desempeñar desde ahí una posible función crítica? ¿Es posible pensar políticamente desde la primera fila? Responder a esta pregunta ha resultado ser una cuestión de práctica.

Hoy sabemos que es posible hacer política desde otro lugar, y en cierta medida debemos entender el resultado de Podemos en las elecciones europeas de mayo de 2014 como una invitación a esa manera de hacer política. En ningún otro momento de nuestra historia personas como yo habríamos dado el paso de presentarnos a las primarias de una fuerza política. Realmente, hasta la emergencia de Podemos, era literalmente imposible presentarse a unas primarias. El campo político, al menos en ese nivel, parecía clausurado.

Pero las cosas no son tan sencillas. Presentarse a las primarias de Podemos implica para muchos de nosotros un desplazamiento y un descentramiento de las posiciones profesionales, psicológicas y sociales a las que estábamos acostumbrados, fueran mejores o peores. El tópico según el cual el sitio de unos era la gestión de las instituciones -y, por tanto, de una parte de nuestras necesidades- y el nuestro el de quienes podíamos decir las verdades, solo que al precio de hacernos adictos a la impotencia y al desencanto, también regía en nuestras vidas.

Afortunadamente, gracias a Podemos, hemos recordado que nuestras verdades, anhelos y experiencias son un asunto práctico que también podemos poner en juego en las instituciones, no solamente algo que se dice para ser discutido o para perderse en una maraña infinita de sinsabores y buenos argumentos.

Pensar políticamente en un ciclo acelerado no consiste, por tanto, en pararse en seco. Pero quizá sí tenga que ver con arrastrarse un instante fuera del tiempo al que pertenecemos para mirar y reflexionar sin caer en la pura anticipación de lo que vendrá (utopía) o en el "ya te lo dije" (profecía autocumplida). Que tantas personas comunes estén dispuestas a pensar y a hacer política en niveles hasta hoy reservados a unos pocos significa que la oportunidad existe.

El cambio que queremos se dice de muchas maneras y solamente será posible con muchas personas muy diferentes entre sí. Algunas tenemos claro que Podemos es la invitación y la herramienta para ese cambio. Por eso nos presentamos. Por eso nos juntamos para pensar. Al final, tampoco era tan difícil decir "sí".