Patria y corrupción

Patria y corrupción

Hablen en catalán o hablen en castellano, las derechas y los populismos, especialmente, tienen un serio problema con la legalidad y los principios éticos.

Díaz Ayuso y García Egea comparten un desayuno público hace apenas unas semanasEuropa Press News via Getty Images

Días trepidantes en Génova 13. El principal partido de la oposición ha implosionado como nunca se había visto en ningún partido de tal importancia y menos aún en el PP, el “partido del orden y la disciplina” hasta para elegir y destituir a sus dirigentes. Parece que la breve etapa de Pablo Casado al frente de los populares ha llegado a su fin tras intentar cargarse políticamente a la presidenta populista de la Comunidad de Madrid al más puro estilo siciliano. O a lo Mortadelo y Filemón. Sea como sea, parece que lo mediático es el fin de dos años y medio absolutamente desastrosos de Casado como líder del PP, obviando otro asunto gravísimo: el hermano de Ayuso se lo ha llevado calentito en plena pandemia haciendo de comisionista de mascarillas que, por lo visto, ni tan siquiera tenían la calidad fijada contractualmente.

La Justicia dirá si hay o no delito, pero es obvio que el caso de los hermanos Ayuso reviste de una falta de principios éticos y morales suficiente como para que la presidenta madrileña se hubiera ido ya a su casa. O a los apartamentos de lujo de que le prestaba “a cambio de nada” el empresario Kike Sarasola.

Una turba de más de 3.000 personas se concentró el pasado domingo ante la sede nacional del PP exigiendo la dimisión de Casado y vitoreando a una presidenta moralmente corrupta. Después de años de escándalos, juicios y múltiples tramas corruptas a lo largo y ancho del territorio español, sorprende la falta de principios y la sensación de impunidad de quienes en pleno 2022 se siguen aprovechando de su posición de poder para hacer negocios privados.

Pero también sorprende el “electorado corrupto”, término acuñado por el juez Joaquim Bosch en su libro La Patria en la cartera. Son esos electores apasionados por líderes claramente corruptos y cuya pasión se mantiene a sabiendas de las corruptelas de sus héroes.

La relación entre la corrupción y el falso patriotismo también es digna de estudio. La historia nos enseña cómo, especialmente desde el siglo XIX, los grandes corruptos suelen apelar a la bandera mientras se llenan los bolsillos y evaden impuestos, o lo que es lo mismo, mientras saquean la patria que dicen defender.

La Justicia dirá si hay o no delito, pero es obvio que el caso de los hermanos Ayuso reviste de una falta de principios éticos y morales suficiente como para que la presidenta madrileña se hubiera ido ya a su casa

Y, aunque parece que la corrupción es una seña de identidad del PP, no lo es menos de otras derechas presuntamente patrióticas, como la de Jordi Pujol y sus herederos. Esta misma semana hemos visto como el actual Govern de la Generalitat ha rehabilitado en un acto institucional al expresidente corrupto de Catalunya, el mismo que, junto a su esposa, la “madre superiora”, se sorprendían de las acusaciones de corrupción alegando sus servicios al país. “Con lo que hemos hecho por Catalunya”, decía la corrupta Ferrusola.

Hablen en catalán o hablen en castellano, las derechas y los populismos, especialmente, tienen un serio problema con la legalidad y los principios éticos. Tanto las turbas de cómplices ante la sede del PP como los gobernantes catalanes que organizan actos con Jordi Pujol deberían hacernos reflexionar, y mucho, sobre esta insoportable condescendencia con el crimen y la falta de escrúpulos en la gestión de lo público. Porque en política, y en cualquier ámbito de la vida, se pueden defender las ideas que se estime oportuno, pero debería haber una línea roja basada en la tolerancia cero ante cualquier caso de corrupción en cualquier rincón de la geografía. Caiga quien caiga.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Arnau Ramírez (Sant Feliu de Codines, 1989) es diputado por Barcelona y portavoz de Cambio Climático del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso. Anteriormente fue primer secretari de la Joventut Socialista de Catalunya (JSC). Es graduado en Ciencias Políticas y Gestión Pública por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).