Pedro, Pablo y Albert: tres hombres y un destino

Pedro, Pablo y Albert: tres hombres y un destino

Una historia política (y personal) clave para la futura investidura.

Sánchez, Rivera e IglesiasEL HUFFPOST

Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera son hijos políticos del 2014. Una historia que tiene su big bang en la noche de las elecciones europeas del 25 de mayo de aquel año. El día que se quebró la España bipartidista. Aquella jornada, los españoles dieron por primera vez menos del 50% de votos a PP y PSOE juntos. Y todo cambió.

Pablo Iglesias conseguía que su partido entrara en las instituciones, la resaca del 15-M se convertía en voto con su cara en la papeleta. Además, Cs logró también introducirse en Bruselas y convertirse en una formación más allá de Cataluña. Albert Rivera pasaba a ser un actor a nivel nacional. Y el PSOE se hundía, Alfredo Pérez Rubalcaba decidía marcharse y el partido se adentraba en sus primeras primarias abiertas a todos los militantes. Apenas un mes y medio después, un desconocido diputado llamado Pedro Sánchez se sentaba en el sillón más importante de la calle Ferraz.

Cinco años más tarde se ha cumplido un ciclo espídico de la política. Y Sánchez, ganador del pasado 28-A, recibe este martes en el Palacio de La Moncloa a Rivera e Iglesias, dos personas con las que su vida se ha cruzado constantemente, sin las que no se entendería su figura política y con las que ha vivido una relación totalmente diferente: del odio al amor y del amor al odio. Con un plus: de ellos depende la futura investidura.

Sánchez recibió previamente este lunes primero a Pablo Casado (PP), el más neófito de los líderes y que le pidió que no se apoye en los independentistas, apuntando la posibilidad de que logre la investidura gracias a Cs o a Podemos. Hoy les toca el turno a las figuras clave en las negociaciones.

Una cuestión política... y de química

La política son ideas… y mucha química. La relación personal es casi tan importante como la programática. El feeling, la confianza, el desprecio, la chulería, la distancia… todo ha cabido en la relación de Sánchez con Rivera e Iglesias durante estos años.

Desde que llegara a Ferraz, Sánchez siempre tuvo clara una cosa: ‘no’ a la gran coalición. Su análisis era que precisamente los socialistas habían bajado a los infiernos al asociarlos buena parte de la sociedad y de la juventud al Partido Popular. El propio Rajoy le ofreció ese pacto a la alemana y lo rechazó en varias ocasiones. También tuvo que soportar presiones de parte de la élite económica que querían esa unión. Todo ello se materializaría en el mítico “no es no”.

Pero descartando a los populares, a Sánchez solo le quedaban para moverse en el tablero político si quería gobernar a Podemos y Cs. Una relación complicada y cambiante según el día y la hora. El propio Sánchez decidió poner negro sobre blanco y confesar algunos aspectos de su relación con Iglesias y Rivera en Manual de resistencia. Unos apuntes que resumen muy bien lo que ha vivido con estos dos dirigentes.

Con motivo de la primera investidura fallida, revela, empezó a hablar más con Iglesias y Rivera, a los que apenas conocía. Y reflexiona: hubiera sido más esperable que se llevara mejor con el líder de Podemos, comenta Sánchez, pero “nuestras relaciones casi nacieron ya marcadas por el desencuentro”. En cambio, con el líder de Cs “fue más fácil” porque ninguno de los dos esperaba nada.

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Sánchez y Rivera se vieron por primera vez en un hotel y la conversación fue “fluida y buena”. “Un hombre muy pragmático”, escribía el presidente sobre el barcelonés, con el que habló primero, antes de negociar, de que estaba buscando piso en Madrid y que vivía entonces en el mismo edificio que Alberto Garzón (“casualidades de la política”). Con Iglesias, en cambio, antes de meterse en harina, charló sobre perros. Los dos son grandes amantes de los animales (Sánchez tiene a la perrita Turka y dos tortugas).

En aquellos días de principios de 2016 el socialista se dio cuenta de que Podemos no anhelaba el pacto y que buscaba segundas elecciones (pensando en unirse a IU y hacer el sorpasso a los socialistas). ”Estos de Podemos no quieren pactar”, le comentaba Rodolfo Ares tras las reuniones a Sánchez.

Con estas vibraciones, empezó a fraguarse de manera paralela el pacto de El abrazo, con Rivera. Largas noches en las que los equipos negociadores intentaban sacar adelante un Gobierno PSOE-Cs entre pizzas y con un Rivera consultando casi todo con Luis Garicano vía Skype. Sánchez y el barcelonés se quedaron a las puertas de llegar a La Moncloa. El culpable: Iglesias no facilitó con sus votos la operación.

Del amor al odio

De ese amor Rivera-Sánchez a la actual situación. Una relación tensa, que ha tenido varios puntos de fricción que los han alejado a polos opuestos. Para el presidente, el líder de Cs no es una persona fiable. Lo resumía así en sus memorias al hablar de los momentos de la moción de censura: “Le envío un mensaje a Rivera para pedirle que hablemos de la moción. Él me responde que mejor que lo hablen José Manuel Villegas y José Luis Ábalos”. “Ese mismo día, empieza a contar a la prensa que yo no lo he llamado porque quiero pactar con los independentistas y romper España. Intoxicación pura y dura. El tipo de comportamiento que convierte a las personas en no fiables”, revelaba.

Ya como presidente hay otro momento que supuso un terremoto entre Sánchez y Rivera: cuando el ‘naranja’ hizo saltar por los aires el escándalo de la tesis. Una traición casi personal para el presidente, según algunos allegados a Sánchez. Días de tensión, de programas antiplagio, de poner en cuestión a un jefe de un Ejecutivo que tenía como principal argumento la de un Gobierno honesto y que había visto ya caer a algunos ministros como Màxim Huerta y Carmen Montón. Y cada día peor: hasta el punto de que Rivera le ha puesto un supuesto cordón sanitario a Sánchez.

El camino al revés (con Iglesias)

Y de manera paralela a la podredumbre de esta relación fue mejorando la de Sánchez e Iglesias. “Lo más maravilloso de la política es cómo los cambios generan cambios alrededor. Iglesias dio un giro claro a su discurso hacia el nuevo PSOE y abrazó por fin las tesis relativas a la necesidad de unir fuerzas desde la izquierda”. Desde ese momento se planteó “una interlocución fluida”.

Un acercamiento ideológico y personal que tuvo como gran punto las primarias que ganó Sánchez a Díaz. El hoy presidente se presentaba como el candidato más a la izquierda y más cercano a Podemos, mientras que la sevillana se enmarcaba en el viejo PSOE -que había cercado a Sánchez y además se había mostrado contrario a pactos con los morados-.

Dos imágenes evidencian esa evolución de forma más clara. Tras la ronda de consultas del rey en enero de 2016, Sánchez se enteraba dentro del palacio de la Zarzuela y a través del monarca que Iglesias le ofrecía un Gobierno de coalición.

Felipe VI: Tengo que contarte una noticia.

Sánchez: Dígame, señor.

Felipe VI: Iglesias va a proponerte formar Gobierno.

(“Mi cara de asombro lo debió de dejar más estupefacto aún que la propuesta del líder de Podemos”)

Felipe VI: ¿Sabías algo?

Sánchez: Nada, primera noticia.

“Sin duda lo más hiriente fue el tono empleado al referirse a mi persona”, confesaría más tarde el hoy presidente en las memorias.

Tres años más tarde. Esto pasaba este mismo lunes: Iglesias ofrecía a Sánchez un nuevo Gobierno de coalición con una disposición al diálogo durante estas semanas “sin líneas rojas, sin ultimátums y sin arrogancia”. Nada que ver con aquel líder morado que creía que lograría el sorpasso, que criticaba ante el estupor del PSOE y del propio Íñigo Errejón la “cal viva” de Felipe González y que exigía ser vicepresidente.

Y otros ejemplos de cómo ha evolucionado la relación, la vida y la política. Las primeras veces que se vieron el líder de Podemos y el del PSOE era en hoteles. El propio Iglesias lo ha confesado: “Cuando quedábamos siempre le decía de ir a la sede, pero me citaba en hoteles”. “Todo era muy clandestino, entrábamos los dos en una habitación, con una cama. Yo le decía ’Pedro, esto es del rollo de gente que queda para follar. Está bien que rompamos el hielo para ponernos de acuerdo, pero no sé… Ahí a veces nos hemos tomado una cerveza… Turbio de narices”, ilustraba.

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Todo eso contrasta con la época final. Escenario: La Moncloa. Allí se han reunido en varias ocasiones Iglesias y Sánchez. Pactaron los presupuestos, los presentaron con todos los honores y hasta allí se desplazó el morado en enero, en plena baja de paternidad,  para analizar la situación. Estuvieron varias horas con un tono más distendido.

Hoy Sánchez recibirá en La Moncloa a Rivera por la mañana y a Iglesias por la tarde. Sus vidas vuelven a cruzarse. El naranja va con la idea de decirle que va a liderar la oposición con firmeza y sentido de Estado. El morado, en cambio, va a pedirle ese Ejecutivo conjunto. Tres hombres y un destino.

Una cuestión política y de formas. Y una cosa quedaba clara la noche del 28-A. Iglesias y Casado felicitaban personalmente a Sánchez por su victoria, mientras que Rivera no lo haría hasta un día después y a través de un mensaje después de que se lo afeara en público el PSOE.

La política también es algo personal.