Pen World Voices Festival: hablemos de valentía, obsesiones y democracia

Pen World Voices Festival: hablemos de valentía, obsesiones y democracia

Todo en Nueva York es salvaje. Hay que moverse deprisa; se tienen historias de amor que llegan a su punto álgido en tres semanas; todo se consume con voracidad, se vive más pero también se envejece antes. Tras el Tribeca Film Festival llega, sin tregua, el World Voices, el festival de literatura fundado por Salman Rusdie.

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Todo en Nueva York es salvaje. Hay que moverse deprisa; se tienen historias de amor que llegan a su punto álgido en tres semanas; para sobrevivir la gente trabaja como media en tres lugares diferentes; todo se consume con voracidad, se vive más pero también se envejece antes. Sólo permanecen en la ciudad los que pueden sostener el ritmo, la ciudad es impía. Después del delicioso Tribeca Film Festival fundado por Robert de Niro llega, sin tregua, el World Voices, el festival de literatura organizado por PEN por noveno año consecutivo y fundado por Salman Rusdie. Del 29 de abril al 5 de mayo, Nueva York ha ofrecido lo mejor de la literatura internacional, repartido en 150 actividades que engloban no sólo lecturas, talleres, simposios, sino también slams de traducciones, cabarets literarios y por primera vez, performances relacionadas con la lectura. Este año, el festival giraba en torno a la valentía y ha rendido homenaje a Philip Roth, estrella de la gala de inauguración. Ha contado también con la presencia de C. K Williams, Fran Lebowitz, Paul Auster, Mary Karr y Claudio Magris, entre otros.

Esta edición año ha estado marcada por el carácter altamente político. Uno de los eventos más interesantes fue "el simposio invisible", una idea extraída del proyecto con el mismo nombre que se celebró en Hungría en 1947, cuando un grupo de intelectuales de diversas disciplinas respondían a la misma serie de preguntas. En esta ocasión, se invitaba a 16 artistas y filósofos contemporáneos entre los que se encontraban Cornell West, Naomi Klein, Ai Weiwei, Ingrid Betancour y Garry Kasparov, a debatir en torno a la idea de democracia. 16 actores los representaban en la puesta en escena del guión, que hilvanaba las contestaciones de todos ellos, constituyendo uno de los encuentros más potentes y reflexivos del festival.

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El Standard Hotel fue el escenario elegido para desarrollar un ciclo sobre las obsesiones. El editor y fundador de la revista Lapham's Quarterly, Lewis Lapham fue el primero en dar comienzo a las cuatro charlas, hablando de su obsesión por fumar. El autor y ensayista Andrew Salomon, ganador del National Book Award por su libro El demonio a mediodía: atlas sobre la depresión (2001), y finalista del Premio Pulitzer en 2002, habló de todo lo que concierne al acto de dormir. Señaló cosas que ya conocemos; cómo la depresión, la ansiedad, los problemas de memoria y la criminalidad están asociadas a la falta de sueño; que el ejercicio y la siesta son hábitos más que saludables; que la gente que tiene una vida más longeva duerme siete horas diarias de forma natural (no necesitan despertador).

Destacó que se sabe muy poco al respecto, pese a los cincuenta años de investigación en torno a este tema y recordó que a la pregunta de por qué dormimos, uno de los mejores especialistas del mundo al respecto sólo pudo decir "la única conclusión después de todos estos años de estudio es que dormimos porque tenemos sueño". A mi pregunta sobre por qué escribimos de una forma tan diferentes de noche que de día (a veces me sorprendo leyéndome a mi misma como si fuera una persona diferente) aclaró que siempre es mejor escribir por las mañanas, porque es un acto presocial, donde no interceden las presiones acumuladas, los estímulos, la experiencia, donde no influyen las conversaciones ni los encuentros que nos asedian de noche, en lo que constituiría una escritura postsocial. Aunque honestamente dudo que se reduzca sólo a eso.

Por su parte, la poeta y performer Joy Harjo habló de su obsesión por el tiempo y Naomi Wolf centró su atención en la verdad, explicando que sus padres la educaron en un ambiente creativo y liberador donde decir la verdad era algo maravilloso. "Decir la verdad es no ocultar la vulnerabilidad" dijo la autora feminista, resaltando luego el asombro que le producía la gente que se engaña a sí misma y especialmente la gente que se pone de acuerdo para mentir. "Decir la verdad es peligroso porque cambia las cosas".

Hablemos también de la valentía. Más concretamente de la valentía en poesía. Siete escritores seleccionaban a siete poetas a los que se sentían unidos por un vínculo de respeto y profunda admiración (la mayor parte de ellos habían sido amigos). Todos los poetas referidos estaban muertos. Paul Auster, con su voz profundísima, narró brevemente la historia de su amigo George Oppen, leyendo una carta que él escribió y que define su vida y su pensamiento de una forma delicada, completa. Yusef Komunyakkaa habló de Muriel Rukeyser; Mary Karr leyó los poemas de Zbigniew Herbert; Henri Cole los de James Merril; Edward Hirsch los de Joseph Brodski y Hilton Als los de Brenda Shaughnessy. Mientras leían se proyectaba una imagen del poeta muerto, una fotografía en blanco y negro. Fue un encuentro emotivo, con las ausencias muy presentes, en el que se relataba la vida y el final de todos ellos, pero sobre todo cómo lucharon y canalizaron lo que iban experimentando por medio de la palabra. Distinto camino, la misma fuerza.

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Pero no todo ha girado en torno a escritores; como mencionaba previamente, el festival cedía este año por primera vez un espacio a los géneros híbridos a través de dos trabajos definidos como Autoteatro, ambos presentados por el Performance Space 122 y realizados por Ant Hampton al que pudimos conocer en persona. The quiet volume es una pieza realizada en colaboración con Tim Etchells que se desarrolla en una librería e invita a explorar el concepto de la lectura.

La segunda, Cue China: (Elshewhere, Offshore), es una pieza que muchos considerarían freak, absolutamente actual, que da voz a una realidad silenciada. En la pieza se mezclan las nuevas tecnologías con el choque de culturas y la más cruda realidad. Es una experiencia para dos personas, así que fui con una directora de cine uruguaya a la que acababa de conocer. Nos midieron y nos sentaron frente a frente, después nos dejaron a solas en la habitación vacía, separadas por varios cristales, (como en una consulta oftalmológica) donde se iba proyectando un vídeo que nos relataba una historia. La historia real de Jia Jing-chuan, un trabajador chino, joven, que resultó envenenado de forma mortal por su trabajo con productos químicos limpiando pantallas de ordenador en una fábrica de productos para Apple.

El creador de la pieza, el artista británico Ant Hampton, no conoció nunca a Jia Jing-chuan personalmente, prefirió no viajar a China y utilizar el ordenador portátil durante todo el proceso de comunicación. Los asistentes también nos enfrentamos a la mirada de Jia Jing-Chuan a través de la pantalla, como si realmente estuviéramos manteniendo la converscaión con él. Como si fuéramos el artista al que, mediante el chat, le confiesa su historia. Tenemos que mirarlo frente a frente, y él también parece mirarnos a nosotras y su cara se fusiona con la cara de la persona que tenemos enfrente. Los dos me miran, los dos me hablan y se hablan. El resultado es impactante. Aún podemos sorprendernos.

También ha habido autores españoles participando en el festival, Antonio Muñoz Molina (que impartía un taller sobre ficción en el Centro Cultural Rey Juan Carlos I) y siete dramaturgos: Ernesto Caballero, Guillem Clua, Cristina Colmena, Mar Gómez Glez, Borja Ortiz de Gondra, Alfredo Sanzol, y Emilio Williams, protagonistas de la antología New Plays from Spain, en la que una obra de cada autor es traducida y publicada en inglés. Ha sido una iniciativa del Spain Culture New York (el Consulado General de España en Nueva York) y la Fundación Autor de la SGAE en colaboración con el Martin E. Segal Theatre Centre, quienes además organizaron un programa de dos días de duración en el que se desarrollaban diferentes actividades entre las que se incluía la presentación del libro, lecturas dramatizadas de las piezas y mesas de debate.

Para terminar, destacar cómo absolutamente todo el público del auditorio del New School se levantó a aplaudir a Eduardo Galeano que aunque más débil de salud, aún conservaba el buen humor: "Andar es mi whisky favorito", aclaró. Galeano leyó algunos pasajes de su último libro, en el que aparece Federico García Lorca -"Para que veas Federico lo vivo que estás"-.

A la pregunta de cuál ha sido su mayor logro como escritor, respondió con una historia maravillosa; contó su experiencia en Yayagua, una comunidad muy pobre en Bolivia donde vivió durante un tiempo. Allí se había hecho amigo de los mineros, que morirían jóvenes, antes de los treinta años, debido a la contaminación pulmonar. La noche de despedida le pidieron que les contara cómo era el mar, nunca lo habían visto y nunca podrían verlo. "Tuve que encontrar palabras capaces de mojarlos".

El escritor uruguayo, que señaló que su formación académica había sido en los cafés de Montevideo, se despidió dejando en el aire una frase dicha muy lentamente, con la voz bien modulada: "Estamos hechos de átomos, pero mucho más de historias que deben ser contadas".

Fotos de la autora y cartel oficial del festival.