Poca pluma y pocas mujeres: el Orgullo LGTBI sigue siendo principalmente gay

Poca pluma y pocas mujeres: el Orgullo LGTBI sigue siendo principalmente gay

Los problemas de plumofobia se suman a una visibilidad lésbica, bisexual y trans escasa.

Carroza del Orgullo en Torremolinos (Málaga) en 2018.SOPA Images via LightRocket via Getty Images

“Macho, macho man”, cantaban los Village People, uno de los grupos insignia del movimiento gay, en 1978. Y, más de 30 años después, la situación se sigue repitiendo en numerosos perfiles de Grindr o en los propios locales y fiestas para hombres gais de ciudades como Madrid o Barcelona: mucho macho y poca pluma.

Basta con echar un ojo a las carrozas del Orgullo de Madrid para darse cuenta de que la presencia masculina es la mayoritaria dentro del colectivo y que, además, la imagen que se transmite es la misma: hombres masculinos, con cuerpos normativos y musculados.

Dentro de las aplicaciones de ligues, mensajes como estos son más que frecuentes y las consignas “mascxmasc” (masculino por masculino) se repiten en numerosos perfiles. Este fenómeno se conoce como plumofobia y es un odio y/o rechazo deliberado a los hombres gais con expresión de género femenina.

De hecho, según un estudio publicado en la revista Gay Times con hombres gais de Estados Unidos y Reino Unido, puso de manifiesto la discriminación dentro del colectivo. Un 35% de los encuestados afirmó que los gais con pluma daban mala imagen a la comunidad LGTBI. El enemigo dentro de casa.

Para Jose Mola, activista del COGAM e investigador sobre discriminación por expresión de género, la plumofobia “es una simple cuestión de machismo”. “Muchas veces cuando queremos faltar el respeto humillar a alguien se utilizan expresiones femeninas como pasivaza o loca. Todo por una cuestión de misoginia que, por tradición en este país, a la mujer se le ha discriminado y al homosexual se le ha intentado asociar con todo lo femenino para humillarle”, explica.

Maricón puede ser homofobia o puede ser pura transmisoginia
Daniel Bugby, activista

En el mismo sentido apunta el activista Daniel Bugby, quien recalca que el insulto maricón “no es siempre una cuestión de homofobia”. “Me he dado cuenta con el tiempo de que cuando te empiezan a llamar maricón en infantil o en primaria no es por tu sexualidad, más que nada porque a esa edad no está del todo construida, sino es porque eres una persona femenina. Eres una persona que se supone que eres un chico, pero eres femenina. Ese insulto puede ser homofobia o puede ser pura transmisoginia, de una forma más analítica”, explica.

  Dos chicos en la carrera de tacones del Orgullo en Madrid en 2016.NurPhoto via NurPhoto via Getty Images

Estos comportamientos, tal y como apunta Mola, tienen un importante transfondo histórico. “El armario ha sido un mecanismo de defensa. Durante de la dictadura se perseguía a las personas LGTBI, principalmente gais, travestis y personas trans, por una cuestión de expresión de género”, apunta.

Bugby hace una diferenciación muy clara entre el gay, con expresión de género masculina, y el maricón, con expresión femenina. “Los que sufren la mayor misoginia de esos gais son los maricones, porque al final acaban conviviendo con ellos, tienes relaciones románticas con ellos. Son los que más cerca lo tienen”, detalla.

Para este joven activista, la expresión de género es una clave en el movimiento LGTBI más allá de la orientación sexual. “Entre Marlaska y yo hay un mar de diferencias, a nivel personal a mí prácticamente nunca he tenido un encuentro negativo por homofobia, pero sí por feminidad”, detalla.

Para Mola, “las aplicaciones de ligar son los focos de mayor violencia, son aplicaciones en las que la gente va a lo que va y se sexualiza, se cosifica…”. Él recalca que la pluma puede gustar o no, pero no por eso se podría discriminar. “Puede que en tus gustos personales no te gusta la gente con sobrepeso, pero no le digas a alguien ‘no me gustas porque estás gordo’, di ’me gustan los cuerpos atléticos”, señala. El activista apunta a que la discriminación a veces no es tanto por plumofobia como educación.

Para Bugby esto se traslada también a los barrios como Chueca o a las discotecas de ambiente, donde solo se encuentra un modelo de hombre gay. “Hay dos realidades completamente paralelas, están las fiestas dirigidas a gais en las que maricones ni el resto del colectivo ni entra ni conoce ni se acerca. Es peor que una discoteca hetero”, explica.

A pesar de que admite que en Chueca, “algo de lo suyo hay” sigue siendo un ambiente hostil con grandes discriminaciones entre personas del mismo colectivo. “Se escuchan comentarios de es que te lo buscas, es que tienes demasiada pluma…”, señala.

Lo mismo sucede en la industria del porno gay, dirigida a hombres del colectivo. “En cualquier página porno se ve que lo que más se consume es ser un hombre violento, masculino. Son imágenes que se han ido perpetuando, que se tratan de cambiar, pero hay un largo trabajo detrás”, apunta Mola. Bugby muestra una discriminación todavía más amplia en este ámbito y señala que los actores activos cobran más que los pasivos en la industria.

Las agresiones homófobas siguen en incremento desde los últimos cinco años, en gran parte marcadas por el auge de la extrema derecha. Según datos del Ministerio del Interior, estas agresiones han pasado de 169 en 2016 a 278 en 2019. Solo en Cataluña, el Observatori contra l’homofòbia, denunció el año pasado 189 agresiones, y en lo que va de 2021 ya acumulan unas 80.

Las principales víctimas son mujeres trans como los hombres gais con una expresión de género muy femenina. “La G está más visible en el colectivo, pero a la hora de registrar violencias LGTBIfóbicas o agresiones, a los maricones se los incluye en la G. Las personas que más agresiones sufren son las mujeres trans y los gais, pero los maricones”, detalla Bugby.

Los hombres con expresión de género muy femenina, son los que reciben más violencia
Jose Mola, activista de COGAM e investigador sobre discriminación por expresión de género

Mola coincide con él y señala que las agresiones se dan por “expresiones de género no normativas”. “No saben leer a las personas como hombre o mujer o necesitan en su cabeza estructurarlo. Esas personas no binarias, los hombres con expresión de género muy femenina, son los que reciben más violencia”, señala.

Pero esta violencia no solo se da de puertas para fuera, tal y como señala Bugby, el maltrato intragénero —entre parejas del mismo sexo— también se da en función de las expresiones de género. “Siguen los mismos patrones que la violencia de género. Hay una relación entre un gay y un maricón se establecen dinámicas de poder con respecto a ese género que de alguna manera se está viviendo”, explica. “Los chantajes y abusos ocurren de forma que la persona cuya feminidad existe, lo sufre y la persona masculina, lo ejerce”, apunta.

Más allá del plano sexual o afectivo, son muchos los grupos de hombres gais que en su entorno no incluyen prácticamente ninguna mujer. De hecho, en el colectivo LGTBI los espacios de mujeres bisexuales o lesbianas y los hombres gais han estado siempre muy diferenciados. Por no hablar de la invisibilización de las personas trans.

Para Cristina Pérez, coordinadora de Políticas Lésbicas de FELGTB, “las mujeres se relacionan de otra forma”. “No buscas el ocio como lo hace el hombre, no buscas los mismos espacios. Eso hace que nuestra forma de ocio y relaciones es diferente a la norma, tanto heterosexual o LGTBI”, explica.

Pese a esta diferencia, son muchos hombres gais y maricones que utilizan el femenino en su habla y no precisamente con el afán de un lenguaje inclusivo. Para Bugby, esto es una forma de apropiarse del insulto que han recibido durante años, pero también se utiliza de forma despectiva. “Ser una pasiva, una maricona… Al final el rol de pasivo es el que tiene la mujer en la relación heterosexual, se utiliza para despreciarlo”, explica.

  Mujer pasando entre grupo de hombres gais en el desfile del Orgullo en 2013.Gonzalo Arroyo Moreno via Getty Images

En este sentido, el periodista Rubén Serrano narraba en un artículo publicado en eldiario.es una serie de conductas machistas y agresiones de hombres gais a mujeres en las fiestas del Orgullo en Barcelona en 2019. “Estaba bailando, había un tío bastante borracho y llegó un momento en que me dio un azote en el culo. Entonces me giré y le dije: ‘¿qué cojones acabas de hacer? ¿Te das cuenta de lo que has hecho?’. Al final por muy gay que seas no tienes derecho a pegarme en el culo”, relataba una de las protagonistas del reportaje.

Otra reivindicación en la que chocan los movimientos feministas y algunos hombres gais es en asuntos como la gestación subrogada, que ha llegado a tener su propia carroza en el Orgullo. Para Mola, la lucha LGTBI debe ir de la mano de la feminista. “Al final han vivido una opresión por ser o parecer mujeres, por asociarlo con lo femenino”, reivindica.

El machismo se vislumbra también en la prácticamente nula presencia de mujeres LBT dentro del colectivo. En 2019, de las 34 carrozas del Orgullo en Madrid, solo cuatro eran abiertamente de mujeres.

Aunque en los últimos años ha mejorado la visibilidad, en gran parte gracias al feminismo, Pérez señala que hay una relación inherente con el género. “Hay una imposición de que las mujeres y lo que nos concierne vamos después”, explica.

Por este motivo, hay reivindicaciones del propio colectivo de mujeres lesbianas y bisexuales que no han podido cambiar desde 2008. “Es el caso de la filiación de menores o del acceso a la reproducción asistida. Con esta ley de igualdad LGTBI sí se van a reconocer esos derechos como la reproducción asistida para mujeres solas y parejas de mujeres. Además de la filiación sin necesidad de estar casadas”, detalla.

Hay una imposición de que las mujeres y lo que nos concierne vamos después
Cristina Pérez, coordinadora de Políticas Lésbicas de FELGTB

Para Pérez, la visibilidad se ha ido ganando también gracias al feminismo. “Estamos ocupando nuestros espacios y se nota el cambio en los últimos años, que nos estamos empoderado cada vez más. Podemos encontrar varias políticas en España que son lesbianas visibles, artistas, cantantes y demás, un montón. Encontrar referentes hace que seamos más visibles”, detalla, aunque admite que eso impone una doble dificultad. “Tienen que demostrar que eres lesbiana, que eres mujer y que tienes una capacidad artística”, incide.

  Dos mujeres besándose en el Orgullo en Nicaragua en 2018.INTI OCON via AFP via Getty Images

En este sentido, al igual que los hombres, las mujeres que no entran en los cánones, las mujeres consideradas más masculinas o lo que en el colectivo se conoce como butch tampoco son visibles.

“En el mundo lesbianas, las más referentes son Dulceida y su novia, que son bastante normativas. Para los gais igual, la masculinidad es totalmente necesaria, ejemplo de ello, es Jorge Javier y demás”, explica Bugby.

Pérez apunta que para que un rostro conocido sea visible tiene que ser “pasable”. “Tienes que ser lesbiana, pero que no se note mucho, que no eres muy masculina y demás. Todo lo que se sale de la norma, está mal”, explica.

El arcoiris del Orgullo no acoge todavía a todos los colores que representa el colectivo. Pese a que se celebre la diversidad, la norma sigue primando. Aunque ahora el hombre musculado gay impere en el colectivo, cabe recordar que el primer Orgullo LGTBI lo inició una mujer trans negra. En algún momento los eslóganes de “ames a quien ames, Madrid te quiere” deberían pasar a ser “sean quien seas” porque la identidad une más que la orientación.

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Marina Prats es periodista de Life en El HuffPost, en Madrid. Escribe sobre cultura, música, cine, series, televisión y estilo de vida. También aborda temas sociales relacionados con el colectivo LGTBI y el feminismo. Antes de El HuffPost formó parte de UPHO Festival, un festival urbano de fotografía en el marco del proyecto europeo Urban Layers. Graduada en Periodismo en la Universidad de Málaga, en 2017 estudió el Máster en Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo y en 2018 fue Coordinadora de Proyecto en la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE. También ha colaborado en diversas webs musicales y culturales. Puedes contactarla en marina.prats@huffpost.es