Política doméstica

Política doméstica

Es fundamental partir de la base de que una pandemia afecta de manera diferente a mujeres y hombres.

interior view of a washing machine with woman doing laundryJuana Mari Moya via Getty Images

Este artículo también está disponible en catalán.

»Las labores domésticas incluyen la práctica de diversas aptitudes y, para que se realicen de la manera adecuada, requieren una exhaustiva formación y experiencia. Su ejecutor [sic] no solo se encuentra en una posición de confianza, ya que se le encomienda necesariamente el cuidado de los bienes del patrón y el conocimiento de las relaciones familiares más íntimas; sino que el trabajo en sí mismo, el de mantener la vida y la salud de los miembros del hogar, resulta de vital importancia.»

Charlotte Perkins Gilman. La decisión de Diantha: Novela feminista.

Trad. Mariluz Ponce Hernández. Barcelona: Singular, 2019

Este es un pequeño fragmento del contrato que Diantha Bell, la protagonista de La decisión de Diantha (1910) hace firmar a su primera patrona, Mrs. Isabel J. Porne.

Se trata de una de las novelas (de ideas)/ensayo de la gran Charlotte Perkins Gilman (1860-1935), autora de vida y obra singulares, a quien no arredraba ninguna convención sobre los géneros literarios y no dudaba en hibridarlos para denunciar injusticias, exponer ideas y lanzar propuestas para el futuro; injerta además este libro de economía, uno de sus grandes temas.

Este pedacito recoge también el aire y alguno de los objetivos del feminismo de una época en EEUU: la abolición de las tareas del hogar, o al menos su comunalización y la externalización, con vistas a la liberación de las mujeres.

Es remarcable la dignidad que confiere Gilman a las tareas del hogar y a quien las lleva a cabo cuando afirma que precisan de «diversas aptitudes y, para que se realicen de la manera adecuada, requieren una exhaustiva formación y experiencia». (Que en la primera cita se haya traducido groseramente «performer» por «ejecutor» —así, en masculino— es una traición tanto a Gilman como al texto —por suerte, no lo enturbia demasiado—. También se ha traducido en masculino «arquitecto», cuando, de hecho, Gilman habla de una brillante arquitecta, y, en el colmo del disparate, el epiloguista confunde «machote» con «marimacho» cuando traduce el término inglés «tomboy». En fin.)

Gilman recuerda también que otra de las tareas que realizan es de vital importancia: «mantener la vida y la salud de los miembros del hogar». Aplicable tanto al personal externo como interno, que hay cosas que no cambian.

Las estrategias de Gilman para ennoblecer y poner el trabajo doméstico en el lugar que se merece, a parte de las monetarias, son variadas. Insiste en desvelar su auténtica naturaleza: es una industria.

—Alguien cuyo primer empleo fue la honrosa labor de maestra; quien ha decidido deliberadamente probar como empleada doméstica y ha puesto su preparada inteligencia al servicio de esta gran cuestión, la verdadera naturaleza de la industria doméstica.

Charlotte Perkins Gilman. La decisión de Diantha

Fijémonos en la elección de un sustantivo como «inteligencia». Las hay más sutiles, pero no menos efectivas. Por ejemplo, cuando describe los personalizados uniformes y concluye:

—Este es un tipo de trabajo totalmente nuevo —les recordaba la líder—. No sois sirvientas, sois empleadas. Lleváis gorro como los carpinteros ingleses o los cocineros franceses, y delantal porque el trabajo lo necesita. No es una identificación, sino una necesidad empresarial. Y cada una de nosotras debe hacer todo lo posible para que este nuevo tipo de trabajo se valore y se respete.

Charlotte Perkins Gilman. La decisión de Diantha

Esta valoración pone al mismo nivel a las mujeres de la limpieza y demás trabajadoras.

Aquel nuevo tipo de sirvientas, que no lo eran, pues mantenían la cabeza tan alta como los demás («son independientes como las vendedoras» en palabras de un crítico), se veían como algo alarmante.

Charlotte Perkins Gilman. La decisión de Diantha

Es finísima también cuando habla del respeto y pone el dedo en la llaga en la en absoluto trivial cuestión del tratamiento, de la importancia de nombre y apellido.

Pero ahora sí que podrás ponerte con ello, ahora que esa tal Belle ha aparecido, ¿verdad?

—Bell, Srta. Bell, en realidad es su apellido.

La Sra. Weatherstone le dedicó una vaga sonrisa.

—Bien, ¿por qué no? Como las costureras, supongo.

—Exacto, eso es justo lo que ella dijo: «Si este trabajo es tan importante como el de una costurera o una institutriz [el libro es del 1910], ¿por qué no utilizar la misma forma de cortesía con el apellido?». Oh, es una joven superior y testaruda, ya lo voy viendo.

Charlotte Perkins Gilman. La decisión de Diantha

¿En cuántas casas (al margen de la empleadora) se sabe el apellido de la limpiadora, de la trabajadora que por horas o interna la mantiene en orden?

Ahora que ya sabe todo el mundo (el coronavirus lo deja bien claro cada día) lo que Gilman y el feminismo hace siglos que anuncian, que las tareas de cuidado que las mujeres realizan son fundamentales, son el centro de la vida, es bueno proclamarlo. Para homenajearlas, así como a las vendedoras, las cajeras, etc., hacedoras de otras tareas de cuidado imprescindibles. Y recordar que si el personal sanitario que mantiene a raya al coronavirus y cuida cuerpos, y muchas veces almas, es en un 70% femenino, la carga de trabajo de cuidado que recae en las mujeres en sus casas es como mínimo de un 75%; desproporcionadamente, pues, femenina.

En un confinavirus como el que padecemos, la resta de la pérdida de trabajos remunerados y la multiplicación de la carga de las tareas de cuidado, puesto que las mujeres asumen casi todo lo que la sanidad no cubre o lo que genera unas escuelas cerradas, muchas mujeres viven en una situación, pues, aún más vulnerable. Situación agravada porque no tienen el reconocimiento necesario ni económica ni socialmente.

Es fundamental partir de la base de que una pandemia afecta de manera diferente a mujeres y hombres. Es el primer paso para entender sus consecuencias y para planificar y ejecutar políticas e intervenciones eficaces y equitativas.

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Nací en Barcelona en 1952 y soy doctora en filología románica por la UB. Soy profesora de secundaria jubilada y escritora. Me dedico desde hace ya mucho tiempo a la investigación de los sesgos sexistas y androcéntricos de la literatura y de la lengua, y también a su repercusión en la enseñanza, claro está. Respecto a la literatura, además de leer, hago crítica literaria, doy conferencias, ponencias, escribo artículos y reseñas sobre diferentes aspectos de la literatura, principalmente sobre las escrituras femeninas. En cuanto a la lengua, me dedico a investigar sesgos ideológicos en diferentes ámbitos: diccionarios; noticias de prensa (especialmente las de maltratos y violencia); denominaciones de oficios, cargos y profesiones. También he elaborado varias guías y manuales de recomendaciones para evitar los usos sexistas y androcéntricos. Asimismo, he analizado algún otro sesgo ideológico, por ejemplo, el racismo. Todas estas actividades me dan pie a impartir conferencias, ponencias, charlas, cursos y a realizar asesoramientos. Formé parte del grupo Nombra desde su fundación, en 1994. También trabajo por una enseñanza coeducativa. Lo que me ha llevado a implicarme en distintos y variados grupos y seminarios de coeducación, a colaborar con ICEs de distintas universidades y a escribir distintos tipos de libros y documentos. A veces escribo dietarios o sobre viajes y aún de otros temas.