Ni los rapapolvos de la UE ni la corrupción evitarán la victoria de los ultraconservadores en Polonia

Ni los rapapolvos de la UE ni la corrupción evitarán la victoria de los ultraconservadores en Polonia

La bonanza económica lograda por el católico Ley y Justicia lo mantiene como primera fuerza, dicen los sondeos, aunque puede peligrar la mayoría absoluta

El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, y el presidente de Ley y Justicia, Jaroslaw Kaczynski, en un acto electoral en Varsovia. Reuters

Ni los rapapolvos de la Unión Europea ni los escándalos de corrupción ni las denuncias de organizaciones de derechos humanos por el cerco a los homosexuales o las feministas. Nada de eso va a tumbar al partido ultraconservador Ley y Justicia (PiS), que este domingo se impondrá en las elecciones polacas, según todos los pronósticos.

Las encuestas apuntan a un ligero desgaste de la formación (no mayor del 5%), que logró la mayoría absoluta en 2015. Podría quedarse sin el rodillo que ahora aplica, porque además se espera que entren en el Parlamento formaciones minoritarias que fragmentarían aún más la Cámara. Pero los analistas insisten: no hay peligro a la vista para su Gobierno, porque podría apoyarse en la ultraderecha al alza y porque sus adversarios, ni siquiera sumados en coaliciones de tres en tres para hacer fuerza y echarlo, suman lo suficiente.

Ley y Justicia, comandado por el ultracatólico Jaroslaw Kaczynski y con Mateusz Morawiecki como primer ministro, se haría con entre el 39 y el 48% de los votos, mientras que la Plataforma Cívica (mezcla de democristianos, derecha moderada y liberales y liderada por una mujer, Malgozata Kidawa-Blonska) se quedaría con entre el 23 y el 30% y Lewika (alianza a tres entre la izquierda más progresista, anticlericales y progays) apenas lograría entre el 10 y el 14%. Pueden entrar en el Parlamento populistas y extrema derecha, unos escaños que quizá valgan un Gobierno.

El ejecutivo se mantendrá en pie porque, por encima de todo, ha sabido imponer su relato de crecimiento económico y bienestar al alza. Desde que PiS llegó al poder, Polonia ha crecido una media del 3% cada año, con unas exportaciones (sobre todo de maquinarias, equipamientos y bienes agrícolas) muy buenas y con facilidades para las inversiones foráneas. Hacía tres décadas, desde tiempos comunistas, que no se presentaba un presupuesto estable. Ellos lo han logrado, recuerda la BBC. Y llevando la tasa de paro al 4,9% (aunque en zonas rurales sigue siendo del 25%).

Sobre todo, influye en la fidelidad del voto el paquete de medidas de ayuda directa a las familias, pilar de los valores del país. Por cada hijo menor de edad, se reciben 100 euros al mes y se acaba de aprobar una exención de impuestos a los jóvenes de hasta 26 años que cobren menos de 21.300 euros al año. En campaña han anunciado más dinero para gasto público y pensiones y una subida del salario mínimo de casi el doble, de 520 a 925 euros, con el horizonte en 2023.

Nada les hace mella

Ante esto, lo que diga Bruselas o las jugadas de sus gobernantes pícaros han hecho menos mella de la esperada. Polonia ha sido ampliamente criticada por la UE en los últimos años por su deriva autoritaria, que le llevó incluso a aprobar una reforma judicial que permitía al Gobierno destituir a los jueces sin explicaciones y nombrar a otros afines a su causa y redujo la edad de jubilación de los magistrados a los 65 años, obligando a que se marcharan un tercio de ellos. Este verano, el Tribunal de la UE tumbó la norma, por no ser ni “adecuada” ni “proporcionada”.

En encendidos discursos parlamentarios, se le llegó a reprochar a Varsovia que estaba “pisoteando” los valores de la Unión, con esta norma y con propuestas anti-inmigración cercanas al racismo de Hungría o leyes medioambientales que van en la dirección contraria a la lucha contra el cambio climático.

En cuanto a la corrupción, el partido en el Gobierno ha tenido numerosos y jugosos episodios en esta legislatura. Empezando por su líder, Kaczynski, ese hombre que defiende la austeridad viviendo en casa de su madre y al que se le pillaron unas conversaciones en las que mezclaba negocios particulares y política, abogando por presionar para lograr determinadas inversiones, o con fundaciones que casualmente presiden su secretaria y su chófer. Además, el primer ministro, Morawiecki, también compró con información privilegiada (de un obispo, nada menos) unos suelos por 170.000 euros, cuando costaban como 100 veces más, y todo lo puso a nombre de su esposa. Por si acaso.

El presidente del Parlamento tuvo que dimitir por usar los aviones y helicópteros públicos para desplazamientos privados y lo mismo hizo el viceministro de Justicia, al saberse que filtró datos personales de jueces no afines y de sus familias para que fueran atacados en redes sociales; todo, por no apoyar su reforma legal.

Nada de eso influyó ya en las pasadas elecciones europeas del 26 de mayo, cuando el PiS pasó de tener 19 a 27 eurodiputados.

El partido cuenta, también, con el apoyo del amigo americano: las relaciones con la Administración Trump son excelentes, por cercanía ideológica y por intereses comunes, como el despliegue de tropas estadounidenses en el país, con Rusia como vecino, siempre amenaza latente.

Todo suma para que, si las encuestas no fallan, la mayoría de los 30 millones de polacos registrados para votar se decidan por mantener las cosas como están o, como mucho, obligar al actual partido en el Gobierno a pequeños pactos. La respuesta, este 13 de octubre.